Gran parte de su vida aparece retratada en sus novelas, por eso leer El amante resulta una experiencia nada indiferente para el lector. He leído varias notas biográficas que aparecen por internet, pero yo me sigo quedando con el breve relato que podéis escuchar en Mujeres malditas pinchando aquí
Puede que no entendáis el por qué de estos dos fragmentos concretos de Hiroshima mon amour, pero para mí fueron de esos momentos que lees, señalas y te encuentras volviendo a ellos una y otra vez.
HIROSHIMA, MON AMOUR
ELLA. — A estas horas, mañana, me habré marchado a Francia.
EL. — ¿De veras? No me lo habías dicho.
ELLA. — De veras. (Pausa.) No valía la pena decírtelo.
El se pone serio, en su estupefacción.
EL.— ¿Por eso me dejaste subir a tu habitación anoche...? ¿porque era tu último día en
Hiroshima?
ELLA. — No, en absoluto. Ni siquiera lo pensé.
EL. — Cuando hablas, me pregunto si estás mintiendo o si dices la verdad.
ELLA. — Estoy mintiendo. Y digo la verdad. Pero a ti no hay razón para que te mienta.
¿Para qué?
EL. — Dime... ¿te pasan a menudo historias como... ésta?
ELLA. — No muy a menudo. Me gustan los chicos...
Pausa.
ELLA. — Soy de dudosa moralidad, ¿sabes?
Sonríe.
EL. — ¿A qué llamas tú una dudosa moralidad?
Tono muy ligero.
ELLA. — A dudar de la moralidad de los demás.
El se ríe con ganas.
EL. — Me gustaría volver a verte. Aunque el avión salga mañana por la mañana.
Aunque seas de una dudosa moralidad.
Pausa. La del amor que ha vuelto a brotar.
ELLA. —No.
Volvemos a él. Y nos damos cuenta de que anda más despacio para dejarle campo. Y de
que en vez de ir hacia ella se aleja. Ella no se vuelve.
Sucesión de las calles de Hiroshima y Nevers. Monólogo interior de Riva.
RIVA. — Te encuentro.
Me acuerdo de ti.
Esta ciudad está hecha a la medida del amor.
Tú estabas hecho a la medida de mi propio cuerpo.
¿Quién eres?
Me estás matando.
Estaba hambrienta. Hambrienta de infidelidades, de adulterios, de mentiras y de morir.
Desde siempre.
Ya me imaginaba que un día tropezaría contigo.
Y te esperaba con una impaciencia sin límites, sosegada.
Devórame. Defórmame a imagen tuya para que nadie más, después de ti, comprenda ya
en absoluto la razón de tanto deseo.
Vamos a quedarnos solos, amor mío.
La noche no tendrá fin.
El día no amanecerá ya para nadie.
Nunca. Nunca más. Por fin.
Me estás matando.
Eres mi vida.
Lloraremos al día muerto con conocimiento y buena voluntad.
No tendremos ya nada más que hacer, nada más que llorar al día muerto.
Pasará tiempo. Solamente tiempo.
Y vendrá un tiempo.
Vendrá un tiempo en que ya no sabremos dar un nombre a lo que nos una. Su nombre se
irá borrando poco a poco de nuestra memoria.
Y luego, desaparecerá por completo.
El la aborda esta vez de frente. Es la última vez. Pero permanece lejos de ella. Desde
este momento ella es intocable. Llueve. Están bajo la marquesina de una tienda.
EL.— Tal vez es posible que te quedes.
ELLA. — Lo sabes perfectamente. Más imposible aún que separarnos.
EL. — Ocho días.
ELLA. — No.
EL. — Tres días.
ELLA. — ¿El tiempo de qué? ¿De vivir de esto? ¿O de morir por ello?
EL. — El tiempo de saberlo.
ELLA. — Eso no existe. Ni el tiempo de vivir de esto, ni el de morir por ello. Así que me
deja sin cuidado.
EL. — Hubiera preterido que murieras en Nevers.
ELLA. — Yo también. Pero no morí en Nevers.
Aquí os dejo el enlace al podcast de Videodrome: Hiroshima, mon amour
Esta entrada es jodidamente bonita ♥ y lo único que siento es no haberme pasado hasta ahora, no decirte antes "Aquí estoy y es precioso lo que nos traes, Lidia. Nunca dejes de hacer estas entradas".
ResponderEliminarLo voy a coger en la biblio, bueno, en realidad voy a coger también los que recomendaste en anteriores entradas. ¿Lo dudabas? :)
¡Mua!
Gracias, Mónica.
EliminarNo me sale decirte nada más, salvo que me hace feliz despertar todo eso en ti. Me gusta hacer estas entradas porque siento que compensan algunas otras menos "agradables".
Ya me dirás que te parece ;)
Un beso.