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23 de junio de 2018

Si el afecto equivalente no es posible, que sea yo quien ame más

Tengo la suerte de rodearme de personas lectoras y que me descubren autores y lecturas que van directas a mi estantería de vida. La primera vez que Miss Brandon me habló de Tom Spanbauer busqué información sobre él y tuve la sensación de descubrirle tarde. Todo el mundo parecía haber leído alguna de sus novelas. Quizá Yo te quise más solo llegó en el momento adecuado.

SINOPSIS

Hank y Ben establecieron una profunda amistad en el Nueva York de los años ochenta, mientras aprendían a convertirse en escritores. Hank era heterosexual, y Ben, a pesar de haber estado con mujeres, un homosexual en toda regla. En los años noventa, Ben, ya sin Hank y enfermo de sida, se enamoró de Ruth, una de sus estudiantes de escritura creativa en Portland.


El día que Hank apareció de nuevo en escena, nada pudo evitar que se cumpliera aquella famosa regla del tres, según la cual a un trío siempre se le acaba sumando un cuarto o restando uno. Ben quien quedó fuera.


Tom Spanbauer. Wystan Hugh Auden. Federico García Lorca. Un novelista y dos poetas que tienen un lugar común: la novela de Spanbauer. Sería demasiado fácil reducirlo todo a afirmar que compartían su condición homosexual. Antes de hablar de los protagonistas de Yo te quise más, quería destacar este detalle.

Lorca. Universidad de Columbia
Siempre me han gustado las novelas que sirven para homenajear a otros autores y sus obras, que son usados como referentes, un guiño entre líneas. Eso hace Tom Spanbauer. Creo que la primera vez que mencionó a Lorca entre sus páginas caí rendida a sus pies.

«Los polis me dan miedo. Incluso los regordetes de veintiún años. Además, Little Ben todavía se resiente de lo que ha dicho Hank. Estoy tembloroso y me cuesta un rato. Hablar. Cuando los fascistas asesinaron a Lorca, le rajaron el cuello. Primero le cortaron la polla y los huevos, después la laringe.

Hablar y follar. Son lo mismo. Penetrar el vacío y dejar algo de ti en él.»


Ese pequeño fragmento me sirve para presentar a Ben Grunewald, protagonista de esta historia y del que se dice que el autor dejó impresos rasgos autobiográficos. Un narrador sin filtros, insolente, directo, capaz de poner encima de la mesa temas como la homosexualidad, el sexo, el amor, la infancia junto a un padre homófobo, el catolicismo y el pecado. Luchando Big Ben y Little Ben. Y, siempre presente, planeando como una sombra: el sida, la enfermedad mortal de los ochenta.

Y mientras lees, esa sensación que tan bien describe el autor: «En el esternón, justo en el centro del pecho, una bombilla con el filamento titilando»

El día que Ben conoce a Hank Christian la vida de ambos cambia. Es cuando las palabras amor y amistad se llenan de significado para los dos. A través de Ben conoceremos su relación, los momentos felices, los difíciles, una vida de encuentros y desencuentros. Hank, visto desde los ojos de Ben, es un personaje al que resulta imposible resistirse. Ben, visto desde los ojos de Hank, es la muestra del amor en mayúsculas. 

«—La primera vez que te oí leer en casa de Ursula Crohn —dijo Hank— fue como si se abrieran los cielos o mi alma, lo que fuera, algo se abrió. Tu voz rota diciendo estoy roto y es humano estar roto, todos lo estamos, a mí me cambió la vida. Nunca había escuchado nada tan bello.
Fuiste tú, Gruney, quien me enseñó a ser auténtico.
Eres tú quien me ha enseñado a ser un hombre de verdad.»

                                                           *  *  *
«Es a ti a quien llevo en el corazón»

                                                           *  *  *
Y aunque la distancia separará a Hank y Ben, será la aparición de Ruth Dearden el verdadero punto de inflexión en su relación. 

«Antes de ese momento éramos dos, Hank y yo. Dos, Ruth y yo. Después, todos hemos cambiado.
Somos tres. Luego, otra vez dos.
Si tres no encuentran un cuarto, tres vuelven a ser dos.
Hank y Ruth.»

A estas alturas, os preguntaréis por qué es importante W.H. Auden (conocido por su poema Funeral Blues y la escena de la película Cuatro bodas y un funeral). Es un nexo de unión, aquella escena recurrente, aquel recuerdo al que acudir para entender por qué Hank y Ben merecían su propia historia. Es la razón del título de esta entrada. Explica por qué, cuando llegas al final de la novela, el corazón te hace crack. 

«En la casa de Auden, en el 77 de Saint Mark’s Place, nos plantamos ante el poema que escribió Wystan Hugh Auden y que se encuentra bajo la ventana de la primera planta. No sé cuánto rato llevamos ahí. La luz diurna dibuja sombras donde antes solo había oscuridad. El viento parece querer derribarnos. Tengo tanto frío que estoy entumecido. El poema. Lo perfecto que es ese poema.»

El poema íntegro no aparece en la novela, pero a mí Tom Spanbauer me descubrió a W.H.Auden y por eso, porque van unidos, os dejo el poema completo a continuación. Su poemario publicado por Visor de Poesía y traducido por Margarita Ardanaz reposa en mi mesita de noche. Prometo traeros más de él.

EL QUE MÁS AMA

Mirando a las estrellas sé muy bien
Que, por mucho que ellas se preocupen, puedo ir al infierno,
Pero en la tierra la indiferencia es lo que menos
Tenemos que temer del hombre o de la bestia.

¿Nos gustaría que hubiera estrellas que ardieran
Por nosotros con una pasión que no pudiéramos corresponder?
Si el afecto equivalente no puede darse
Deja que sea yo el que más ame.

Admirador como creo que soy
De las estrellas, a las que importo un bledo
W. H. Auden
No puedo decir, ahora que las veo,
Cuánto eché de menos terriblemente a una todo el día.

Si todas las estrellas desaparecieran o murieran,
Aprendería a contemplar un cielo vacío
Y a encontrar sublime su oscuridad total,
Aunque esto podría llevarme algún tiempo.

19 de junio de 2018

Tabula rasa

Se utiliza la expresión «Hacer tabula rasa» para expresar la acción de no tener en cuenta hechos pasados.

Después de los últimos meses ha costado un poco llegar hasta aquí. No hablo del cierre del blog, sino de cada decisión, cada paso o decepción. Hace unos días, una persona a la que aprecio mucho me decía que para defender aquello que te importa no tienes que prepararte para ganar una guerra. Solo elegir bien las batallas. El tiempo, las charlas con las personas que te quieren bien, la reflexión, la situación de la blogesfera y hasta los comentarios que voy encontrando en Goodreads, me han llevado a una realidad donde, si tengo que elegir, firmo la tregua y me quedo con el oasis que suponen los libros.

Tenía que decidir si dejaba todo esto atrás, todas las entradas, y empezaba un nuevo camino.  Porque sigue gustándome pasar por aquí a recomendar lecturas y hablar de las cosas que me importan. Y renunciar al blog para crear uno nuevo me hacía sentir desleal conmigo misma. Este blog soy yo. Así que he tomado las riendas, he abierto mi casa, he dejado que la luz entre por las ventanas y sacudido las alfombras abandonando el lastre en la acera de enfrente.




Toca quitar el cartel del cerrado por obras. Toca hablar de libros.