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22 de noviembre de 2020

Vivir es ir de victoria /en victoria/ hasta la derrota final - Miki Naranja

Recámara

Amo la palabra porque
será munición para mañana.
(Miki Naranja)








Se veía venir. Era fácil que un día, puestos en la balanza los pros y contras de seguir dando contenido a ciertas redes sociales, el sentido común ganara y entendiera que el tiempo de compartir en Instagram se había acabado. 
Se suponía que iba a escribir una lista de "cosas" por las que podíamos salvar este 2020, pero lo cierto es que es mucho más difícil y más complejo que todo eso, ni siquiera se está a salvo ya en la considerada "red social friendly".

El 07 de noviembre me desperté con la noticia de que Miki Naranja había fallecido víctima del cáncer que padecía. Le seguía en las redes porque era poeta, porque hablaba de poesía y compartía el trabajo de otros poetas dejando clara su admiración por ellos. Le seguía porque siempre tenía una palabra amable o certera o una emoción que se nos instalaba en el pecho a quienes le leíamos. Y, de pronto, un sábado sin importancia deja de serlo porque irremediablemente algo ha cambiado. Sabes que se cumplen todos los clichés y frases manidas: ya nada será igual, no es justo que se vayan aquellos cuya presencia es luminosa y hacen que, desde esa distancia quirúrgica de las redes, nuestros días sean mejores. Las reacciones no se hacen esperar: Instagram se llena de pesar, de pésame y de pequeños obituarios y homenajes. 

No fui capaz entonces de decir nada porque en estos casos me puede ese pensamiento que comparte Sally Rooney en Gente normal cuando ironiza sobre esa tendencia a llenar el muro de la persona fallecida de comentarios que nunca leerá. No niego que darán consuelo a sus familiares pero me reconozco en ese lugar crítico que juzga severamente el escaparatismo de las redes.
Puede que haya algo que podamos salvar de este 2020, pero vaya si nos está dando momentos de destrozo, incertidumbre y oscuridad. Recuerdo haber pasado el fin de semana intentando cubrir el vacío y la presencia de su muerte con un maratón de capítulos de This is us y hojeando libros y fragmentos.  Todos necesitamos permitirnos buscar el consuelo y la tregua en la ficción.


Recuperé un fragmento del discurso del poeta polaco Adam Zagajewski, recitado en la entrega del Premio Princesa de Asturias de las Letras en 2017, aquel en el que afirmaba que la poesía no estaba de moda:


«Descubrimos la dualidad del mundo, por una parte, la imaginación; por otra, la obstinada realidad de una mañana de noviembre cuando ya han caído las hojas de los árboles. Durante mucho tiempo, no sabía qué era más importante, lo que existe o lo que no existe, la gente que va al trabajo temprano por la mañana, los hombres soñolientos que leen los grandes titulares de los periódicos deportivos y siguen las derrotas y las victorias de sus clubes preferidos de fútbol y las mujeres que dormitan en el autobús; o antes bien las cosas escondidas, la música y la luna, las ciudades que ya no existen, los cuadros de los grandes maestros, actuales y antiguos, en los museos. Y necesité muchos años para entender que hay que tener en consideración ambas caras de este dualismo desigual, puesto que vivimos en una ambivalencia eterna, no podemos olvidarnos del sufrimiento de la gente y de los animales, del mal, que es mucho más tenaz y astuto que los sueños que perseguimos.

No podemos olvidarnos del mal, de la injusticia que continuamente cambia de forma, de las cosas que perecen, pero tampoco de la felicidad, de las experiencias extáticas que los gruesos manuales de teoría política o de sociología no han llegado a prever.»


Vivimos en esta ambivalencia de pérdidas y ganancias, de tristeza y felicidad. Esta gestión de sentimientos contradictorios que nos arrasa sin ninguna piedad. Por eso quizá me cuesta volver aquí a hablar de lecturas y lo hago para hablar de emociones. Por eso quizá mi tiempo de escaparate instagramero toca a su fin. 

Nos iremos todos, pero solo algunos lo harán dejando huella, apareciendo de vez en cuando en nuestro recuerdo y, en el caso de Miki Naranja -Miguel Ángel Herranz-, tendremos además un regalo tangible para hacerlo, en forma de poemarios y palabras. Y qué mejor manera de cerrar esta entrada que hacerlo con alguno de sus poemas publicados en Palabras de perdiz. 


Acolchados

Saber caer

-en silencio-

como las hojas
como los gatos

como cae la noche


la desgracia.


Viernes

Requisito para ser un náufrago:

vivir rodeado por mar,
conservar al menos un amigo
imaginario,
reír sin fundamento, llorar
a sabiendas de no ser escuchado,
mantener la esperanza abierta,
remota,
de que alguien
                         algún día
por razones que se nos escapan
se salga de su ruta habitual
nos mire,
nos vea


quizá nos rescate.



No lo olvides, hijo


Tu avión de papel
tiene más de avión
que de papel.