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23 de diciembre de 2018

Hay ángeles que buscan playas abandonadas donde olvidar el cielo

2018 toca a su fin y he estado dejando rezagada esta última entrada del año: un poco por falta de tiempo, un poco porque la actualidad te pide hablar de otros temas pero la energía que te queda prefieres invertirla en cosas que no te desgasten más.
Creo que llevo semanas intentando despedirme de este año y no voy a añadir más a lo que he dicho en mis últimas entradas, porque toca hablar de lecturas y quiero cerrar el año lector como merece.

<<Hay ángeles que buscan
playas abandonadas donde olvidar el cielo>>
                                 Benjamín Prado

El título de esta entrada no está elegida al azar. Cambio ángeles por lectores, playas abandonadas por libros, cielo por realidad.

Cuántas veces hemos pensado que los libros nos salvan, nos enseñan, nos emocionan. Todo eso han hecho las lecturas de las que voy a hablar. Las que, por unas razones u otras, me parece que deben ser destacadas de todas las de este año (68 en total, según mi Goodreads).

Por emocionarme

Con el paso del tiempo voy siendo más consciente de que soy una lectora de género sentimental. Puedo disfrutar con una novela de casi cualquier género pero, si consigo conectar, aquellas que permanecen en mi memoria son las novelas sentimentales o lo que yo considero como tal.

Llámame por tu nombre es una delicia para los sentidos y para quienes disfrutamos de cierta narrativa, de una manera de contar historias. 
Por si me oyes es, sin lugar a dudas, la novela con la que más he disfrutado, sentido, conectado y en la que se ha quedado mi corazón. Buen corazón, quebranta mala ventura.
Quédate conmigo será siempre la novela a la que le debo una reseña, aquella que recomiendo en cuanto tengo oportunidad. Por su originalidad, por la valentía de esta autora nigeriana, por los estados de ánimo por los que te lleva y por conseguir que no quisiera soltarla hasta su sorprendente desenlace.
Nadina o la atracción del vacío, tan bien acompañada de las anteriores. Porque si hablo de ella, entonces, tiene que ocupar este rincón donde gobiernan las emociones. Cuando has abandonado casi totalmente un género como el romántico, volver a él resulta casi un esfuerzo. Sin embargo, con Marisa Sicilia se convierte en un placer. Nadina, Mathieu y Dmitry me trajeron de vuelta a un espacio donde cada sentimiento, cada detalle, cada emoción se hace real, donde son posibles las segundas oportunidades. Acudir junto a su autora a la presentación en Madrid fue un auténtico bonus track. 






Reparar a los vivos y El cielo oblicuo no podían no estar porque a veces no es solo lo que te cuentan, sino cómo lo hacen. 

Reparar a los vivos trata sobre la pérdida de un hijo, la despedida de su cuerpo para que éste, sus órganos, puedan salvar la vida de quienes esperan un trasplante.

El cielo oblicuo trata sobre la maternidad y la no-maternidad de una manera que resulta poética y preciosa.



Por enseñarme 

Suite francesa me hizo acercarme con mayor precisión a Irène Némirovsky y a la Francia ocupada por los nazis. Siempre me resulta curioso constatar que aprendemos más de la historia con una novela que con un manual. Es más fácil ponerse en la piel de otra persona que limitarte a recopilar datos. 
La voz dormida me enseñó a entender por qué es tan necesaria la Ley de Memoria Histórica, la importancia de no perder de vista de dónde venimos como país. La guerra civil, la posguerra, los represaliados... esa venda histórica que escritoras como Dulce Chacón intentan eliminar.
Medio sol amarillo ha sido mi primera toma de contacto con la Chimamanda Ngozi novelista. Y no me ha defraudado. La autora habla del nacimiento y fracaso que supuso la República de Biafra con un estilo muy personal, a veces crudo, sin medias tintas. 


                                                    

Sarajevo 1992-2008 
Gervasio Sánchez

Uno de los temas que se me grabaron a fuego cuando leí La palabra más hermosa de Margaret Mazzantini fue el conflicto de los Balcanes. Bosnia, Sarajevo, Srebrenica comenzaron a ser lugares conocidos. Presté atención entonces a los periodistas de guerra. Arturo Pérez-Reverte, Mercedes Gallego, Olga Rodríguez, Jon Sistiaga...
Gervasio Sánchez forma parte de aquellos periodistas que hoy ya son considerados auténticos veteranos. El 10 de noviembre tuve el privilegio de asistir a un Taller intensivo que impartía Gervasio Sánchez en Azuqueca de Henares. Creo que hay pocas experiencias comparables a compartir el mismo espacio y poder escuchar a un profesional al que admiras por su sinceridad, su implicación y compromiso pero, especialmente, por su humanidad. Este año también me ha regalado eso y es una de las cosas que hacen que al día siguiente, saturada la retina de imágenes de lo mejor y lo peor del ser humano, te sientas una persona diferente, que tu mochila personal y emocional pese un poco más. Y además de todo eso, me traje Sarajevo 1992-2008: una recopilación fotográfica de Gervasio Sánchez que muestra el antes y el después, los mismos lugares heridos por la guerra y retratados 16 años después.


Por darme qué pensar


Ante todo, no hagas daño podría describirlo como mitad tratado médico, mitad tratado de vida. Empecé la lectura animada por las recomendaciones que hablaban de Henry Marsh como un neurocirujano brillante con un discurso muy humano. Al principio pensé que no era para tanto pero, después de terminarlo, estuve días volviendo a él, a todo lo que hay de reflexión sobre la enfermedad, el miedo a morir, el miedo a vivir sin calidad de vida, lo importante de cada gesto, de la compasión, del trato médico. Ha sido una grata sorpresa y me parece una lectura muy recomendable (mucho más si además estudias o ejerces la medicina, que no es mi caso y aun así lo disfruté mucho).




Laëtitia o el fin de los hombres no podía no estar entre las lecturas destacadas de 2018. Por lo exhaustivo de la investigación sobre el secuestro y asesinato de la joven francesa Laëtitia Perrais, por el discurso que presenta sobre la violencia, la educación, la familia, las fallas del sistema si perteneces a cierta clase social baja, el rédito político de ciertos dirigentes ante casos tan mediáticos (y que me llevan a pensar en la actualidad de nuestro país). 
Una lectura que no deja indiferente. 


Podría cerrar aquí esta entrada pero no me voy a olvidar de lo importante que ha sido (la música y) la poesía este año para mí. O quizá deba decir que lo ha sido descubrir a Ben Clark, Mary Oliver, Karmelo C. Iribarren, Benjamín Prado, Chantal Maillard, Wislawa Szymborska... La poesía me ha ayudado a canalizar estados de ánimos, a ponerle palabras a sensaciones para las que yo no tenía. 

Puede que el año no empezara bien, pero ha merecido la pena persistir, permanecer. Ha merecido la pena aceptar todo lo bueno que me ha traído 2018 y hacerlo de la mano de quienes han estado y me han acompañado a las duras y a las maduras. Sí, ha sido un buen año. Espero que para vosotros también. 

Si queréis, nos encontramos el año que viene. Hasta entonces, 

¡Felices Fiestas y Felices Lecturas!


<<Sé paciente con todo aquello que esté sin resolver en tu corazón e intenta amar las preguntas en sí mismas. No busques las respuestas, no se te pueden dar, pues no serías capaz de vivirlas. Y la clave está en vivirlo todo. Vive las preguntas ahora. Quizá, poco a poco, sin percatarte, vivas hasta llegar, un día lejano, a la respuesta>>


                                                                      Rainer María Rilke (Cartas a un joven poeta)











1 de diciembre de 2018

Hogar es donde habita el corazón

Escribo esta entrada desde nuestro nuevo piso (de alquiler), agotada pero feliz. Supone el broche final a este año de cambios. En los últimos días pensaba lo mucho que se parecen las mudanzas a los giros más o menos inesperados que hay en nuestras vidas. Hay momentos en los que también tienes que vaciarte, encontrar tu nuevo espacio y luego llenarlo de aquello que quieres y dejar fuera lo que no.

Tenía un equipaje muy pesado al empezar el año. Ahora ya no. Estoy en paz con las decisiones tomadas, con las personas que han llegado a través de las redes para quedarse, y con las que ya no están. Para mí, tanto el blog como la lectura son refugio, hobbies a los que no quiero renunciar. Si no puedes cambiar lo que pasa a tu alrededor, cambia tu propia perspectiva

Una de mis últimas lecturas ha sido el poemario Felicity, de Mary Oliver, la edición bilingüe de Valparaíso Ediciones es preciosa.

Entre sus páginas, revelador (#señales), su poema Trastero.


TRASTERO

Cuando me mudaba de una casa a otra
había muchas cosas para las que no tenía espacio.
¿Qué podía hacer? Alquilé un trastero.
Y lo llené. Los años pasaron.
De vez en cuando iba allí y miraba,
sin que nada ocurriera, ni una sola
punzada en el corazón.
Cuantos más años cumplía, las cosas que me importaban
eran cada vez menos, pero más
importantes. Así que un día rompí el candado
y llamé al basurero. Se lo llevó
todo.
Me sentí como el burrito al que
finalmente le quitan la carga de encima. ¡Cosas!
¡Quémalas, quémalas! ¡Haz un hermoso
fuego! ¡Habrá un espacio en tu corazón para el amor,
para los árboles! Para los pájaros
que nada poseen – la razón por la que pueden volar.


Diciembre es el mes de los balances y este año ha sido todo un carrusel. Casi no lo cuento. Siguen pareciéndome indecentes ciertas prácticas editoriales y de la blogosfera/instagramsfera, pero yo también he aprendido a mirar hacia otro lado. Ese otro lado que, cuando cerré el blog, me trajo de vuelta. Porque hay tardes en las que nos reunimos mujeres que adoramos la lectura y conspiramos para cambiar el mundo. Porque una tarde de mediados de junio, una amiga presentaba su último libro y estuve allí para acompañarla y dejarme contagiar por la emoción de toda una sala. Porque me gusta cumplir con la tradición de ir al menos un día a la Feria del Libro de Madrid y siempre, siempre, las personas con las que coincides hacen que merezca la pena. Porque siguen existiendo lectores a los que agradecer sus sinceras recomendaciones y yo aspiro a convertirme en una de ellas. Porque la actualidad, la vida, te sacude y piensas que si puedes argumentar una opinión y hacer reflexionar a alguien, habrá valido la pena. Porque en nuestro profundo egoísmo, todos queremos aportar algo valioso

Aquí está mi balance, que es un poco como el Trastero de Mary Oliver. En algún momento llamé al basurero y le dije que se lo llevara todo y, ahora, caben otras cosas.

B. y yo continuamos convirtiendo el nuevo piso en un hogar. Tan importante como elegir un techo, lo es elegir la compañía. Podría hablar de B, pero creo que hay formas y formas de hablar de la persona que amas. Mary Oliver lo hace así de bonito y sencillo y quiero que sean sus versos los que cierren esta entrada. 


SALVO EL CUERPO

Salvo el cuerpo
de quien amas,
incluyendo todas sus expresiones
en privado y en público,

los árboles, creo yo,
son las más bellas
formas sobre la Tierra.

Aunque, desde luego,
si esto fuera un concurso
los árboles quedarían
en un extremadamente distante segundo puesto.




17 de noviembre de 2018

«...Escribo para que el agua envenenada pueda beberse»

Hace unos días descubrí parte de la obra de Chantal Maillard. El título de esta entrada son los tres últimos versos de su poema Escribir y a continuación os dejo uno completo de su recopilación titulada Matar a Platón. En este año de cambios, de mudanzas emocionales y habitacionales, me parece reconocer #señales en las múltiples imágenes y textos que voy encontrando.

Puedes probar a resistirte a los cambios o provocarlos, en ambos casos será como intentar arreglar un jarrón hecho pedazos con el mejor pegamento: pondrás todo tu empeño, incluso conseguir unir todos los trozos, pero no quedará igual.


Para que algo acontezca no basta un accidente,
no es suficiente un muerto,
ni dos, ni dos millones.

Un acontecimiento es un olor que espera
que alguien lo respire,
una herida que aguarda encarnarse,
el agua de un torrente
inundando los poros,
una mirada que cruza el aire
y encuentra a alguien que le hace señas
y en la seña, en ella, se reconoce.

Uno puede negarse al acontecimiento
y convertir su historia en un simple resumen
de lo ocurrido, pasos que no devienen cruce
y se apagan en vida, o se secan.

Uno puede negarse a saberse en el otro,
basta con acercarse a todo con un walkman
conectado a la carne,
enfundado el cerebro en aquella sustancia
impermeable que nos inmuniza,
basta con refugiarse en un desmayo a tiempo,
en el deseo de amar, u ocultarse
en la furia o el número de una cuenta bancaria.

De hecho, lo más frecuente es
que llevemos cosida el alma a su forro
como los trajes nuevos sus bolsillos,
para evitar que se deformen
por el peso.


Siempre he creído que los acontecimientos, para bien o para mal, son los que conducen nuestra vida, nos mantienen alerta, necesarios como el miedo -que hace que se despierten nuestros sentidos- para evitar que nuestra zona de confort nos adormezca. 

Empezaba el año con un ánimo muy diferente. Con un montón de certezas que se han deshecho como un castillo de arena, al primer golpe de ola, porque nunca he tenido demasiada paciencia para quedarme a esperar que el viento cambie de dirección.

Y en esas estamos, reajustando expectativas, forjando apegos, dejando marchar lo estéril y poniendo empeño y ganas en lo que en realidad (me) importa. Tengo todos los mapas desplegados. Preciosa metáfora que encontré en el haiku Ítaca de Pérez Zarco (recopilados en su obra recién autopublicada Las sílabas del día), y que tanto me evocó a Kavafis

ÍTACA

Siempre en camino.
Desplegados los mapas.
Y no llegar.

No importarán las efímeras metas que nos fijemos. Importará el cómo hemos llegado hasta ellas si algún día nos acercamos. Si podemos permitirnos dormir a pierna suelta, si  fuimos injustos, si fuimos compasivos, si mereció la(s) pena(s). Y, mientras tanto, seguimos caminando.



8 de noviembre de 2018

Medio sol amarillo - Chimamanda Ngozi Adichie




<<Odenigbo subió a la tribuna haciendo ondear la bandera de Biafra: banderas rojas, negras y verdes y, en el centro, un luminoso medio sol amarillo.>>



Cuando tenía seis o siete años me ingresaron durante varias semanas en el hospital aquejada de meningitis. La primogénita de la familia -mi hermana- había fallecido por esa causa a los diez días de nacer, así que aquello fue un asunto grave y peligroso dados los antecedentes. Todos estos años he escuchado esta historia de boca de mis padres y familiares, un episodio del que yo apenas guardo recuerdos, y que siempre terminaba con la misma frase de mi padre: "Parece que te esté viendo corretear por el hospital, con esas patillas en lugar de piernas, y la barriga abultada. Parecías una niña de Biafra". Al principio pensé que Biafra era una fábrica. Pero una vez le pregunté a qué se refería y entonces me dijo: "¿Has visto esos niños negritos que salen en la tele, que están en los huesos y tienen las barrigas hinchadas?" Biafra era uno de esos países africanos donde fueron grabadas las imágenes que ponían cara a la hambruna. La fotografía tomó total claridad y forma en mi cabeza y ahora entendía por qué daba tanta pena.
Hasta hace unos días, eso es lo que sabía de Biafra. Apenas una triste anécdota para hablar de un ingreso hospitalario que mantuvo a mis padres durante semanas con el corazón en un puño. Ahora, después de leer Medio sol amarillo, sé que lo que sufrían esos niños se llama kwashiorkor.

Han pasado muchos años de esto y tengo la grandísima suerte de tener amigas lectoras y que, además, me regalan libros. Miss Brandon no sabrá nunca la emoción que supuso leer la sinopsis de Medio sol amarillo: Por fin iba a conocer la historia de aquel país del que había oído hablar (en un contexto erróneo) pero del que no sabía absolutamente nada. Por eso, y por muchas razones más, son tan necesarios los libros. No solo sirven para contar historias, también sirven para hacernos tomar conciencia, para enseñarnos, para dejar constancia de los episodios más infames de nuestro paso por el planeta y, sobre todo, para recordar. Porque, en realidad, ¿qué sabemos los occidentales de la historia de África?

SINOPSIS
Medio sol amarillo recrea un período de la historia contemporánea de África: la lucha de Biafra por conseguir una república independiente de Nigeria, y la consecuente guerra civil que segó la vida de miles de personas.

Con gran empatía y la naturalidad de una narradora comprometida, Chimamanda Ngozi Adichie recrea la vida de tres personajes atrapados en las turbulencias de la década: el joven Ugwu, empleado de la casa de un profesor universitario de ideas revolucionarias; Olanna, la hermosa mujer del profesor, que por amor ha abandonado su privilegiada vida en Lagos para residir en una polvorienta ciudad, y Richard, un joven y tímido inglés que está enamorado de la hermana de Olanna, una mujer misteriosa que renuncia a comprometerse con nadie. A medida que las tropas nigerianas avanzan, los protagonistas de esta historia deben defender sus creencias y reafirmar sus lealtades.


Chimamanda Ngozi Adichie se ha convertido en una de las grandes voces africanas, tanto por su literatura como por su continua reivindicación social y feminista. Me parece más admirable que lo haga sin abandonar ni renunciar a sus raíces, de las que se siente claramente orgullosa.

Medio sol amarillo se sitúa en el origen y fundación de Biafra, la república nacida tras las masacres cometidas contra el pueblo igbo, en un intento de separarse de Nigeria y que solo se mantuvo en pie desde 1967 hasta 1970. La autora se sirve de varios protagonistas para ir tejiendo la historia de este conflicto político-étnico. La pareja formada por Odenigbo y Olanna, que representan el sector intelectual que apoya el surgimiento de este nuevo país y que se muestra claramente crítica con la injerencia europea en los años previos. Richard, un británico aspirante a escritor que llega a la ciudad de Nsukka atraído por la cultura africana, sin un rumbo fijo hasta que conoce a Kainene, la hermana de Olanna, y se enamora de ella. Es la imagen del occidental que también se enamorará de la propia África y que usa todo lo que tiene para intentar salvarla de los acontecimientos. Y, finalmente, Ugwu, que llega siendo un niño a casa de Odenigbo para ejercer de criado. Ese destino cambiará sus expectativas y toda su vida.

Admiro el ingente trabajo de memoria histórica realizado por Chimamanda Ngozi y que, para ello, haya creado a personajes que no pretenden ser héroes y que carecen de cualquier rasgo idealizado. Se equivocan, luchan, cometen errores y pasan por todas las emociones que nos hace humanos: la ira, el dolor, la vergüenza, la pasión, el perdón... Si bien es cierto que me ha costado adaptarme a la narrativa de la autora, me resulta difícil no hacer una lista con todas las cosas que, en mi opinión, logra hacer en esta novela:

- Conseguir hablar de uno de los conflictos bélicos olvidados y hacerlo sin convertirlo ni en un manual de historia ni tampoco en un panfleto político. Aun cuando todos los protagonistas permanecen en el territorio de lo que fue Biafra, es capaz de poner sobre la mesa las actuaciones reprobables de ambos bandos y la intervención extranjera sin tomar partido.

- Dejar constancia de las costumbres, las tradiciones y el legado nigeriano. La precariedad de sus vidas, los rituales mágicos, las creencias, las condiciones a las que se enfrentan, las diferencias entre quienes tienen cierta calidad de vida y los que carecen de lo básico, aquello que hace confortable nuestra vida (la que conocemos los europeos).  Y todo ello de una manera objetiva.

- Poner el foco en la gestación de Biafra y no solo en las consecuencias, aquellas que hicieron visible el conflicto al resto del mundo: los campos de refugiados y la desnutrición. Detrás de eso había un ideal político que defender y, como en todo, una importante campaña propagandística que llevó a la guerra civil a miles de nigerianos. 



El mundo guardó silencio cuando morimos. Ese será el título del libro que está por escribir y que aparece de manera recurrente a lo largo de toda la novela, el que contará lo que ocurrió en Biafra. Un título que nunca prescribe y una novela que me ha recordado la fotografía de Amal Hussein, la niña yemení fallecida a causa de la hambruna que aparecía hace una semana en la portada del New York Times. El problema de leer libros como Medio sol amarillo es que te hacen muy consciente de hasta qué punto los intereses gubernamentales, políticos y financieros, siempre estarán por encima de la vida de la población civil y de lo afortunados que somos por haber nacido en el continente explotador. Ignorarlo solo nos hace más cómplices.



3 de noviembre de 2018

The future is female

Antes de empezar ya sé que ésta será una de esas entradas cortas un poco caóticas, un poco deshilachadas que suelo hacer. Una especie de entrada patchwork: tejido hecho por la unión de pequeñas piezas de telas cosidas por los bordes entre sí...

O solo es que me gusta recopilar todo aquello que me resulta inspirador y a lo que poder volver cuando lo necesite. Están las palabras, los fragmentos, de Chimamanda Ngozi, que resuenan como si yo misma las hubiera pronunciado suscribiendo cada afirmación. También las de Marta Sanz, rotundas y cargadas de ironía. Ambas en torno a la literatura.


La literatura nos enseña. La literatura importa.

Leo para que me consuelen, leo para que me conmuevan, leo para que me recuerden la gracia, la belleza y el amor, pero también el dolor y la pena. Y todas estas cosas importan. Todas son lecciones útiles.


Final del discurso de Chimamanda Ngozi Adichie, en la 70ª Feria del Libro de Fráncfort. Octubre 2018.



La literatura sirve porque Caperucita dice: “Abuelita, abuelita, qué ojos más grandes tienes” y el lobo, disfrazado de abuelita, responde: “Sí, hija, son para verte mejor”. Y después el lobo se come a Caperucita y el leñador destripa al lobo y le llena la hueca bolsa intestinal de piedras y lo tira al río. Sin paños calientes. Y ahí te quedas tú, lectora, lector, con la boca abierta y la mandíbula temblona.


 Final del Manifiesto Eñe, 2016, año en el que fue directora del Festival Eñe




Y la extrema belleza y emoción la pone JULIE GAUTIER. Mientras escribía la entrada, me doy de bruces con su cortometraje AMA, mujer de mar en japonés, en referencia a las buceadoras que se dedican a recolectar perlas en Japón

Estrenado el 08 de marzo de este año y dedicado a todas las mujeres del mundo
La música: Rain in your black eyes, de Ezio Bosso.






Qué suerte vivir para verlo. Qué suerte ser contemporánea de estas mujeres.

27 de octubre de 2018

Cartas a una madre - Vasili Grossman


«Durante toda la vida he creído que todo lo que había de bueno en mí, todo lo honesto, todo lo bondadoso, mi amor por los otros, todo venía de ti. Todo lo que hay de malo en mí no viene de ti. Pero tú, mamá, me amas, a pesar de todo lo malo que tengo»



Podría haber hecho una entrada sobre el testimonio El infierno de Treblinka o el relato El viejo profesor para hablaros de la figura de Vasili Semiónovich Grossman. Ambos títulos se encuentran reunidos junto con otras crónicas y relatos en el ejemplar publicado por Galaxia Gutenberg: Años de guerra.
Vasili Grossman es sobre todo conocido por su obra Vida y destino, cuya lectura es una de mis asignaturas pendientes. Sin embargo, esta entrada no está dedicada a su obra. Está dedicada a él, un personaje de lo más interesante.

Judío, ucraniano y corresponsal de guerra durante casi tres años para el periódico del Ejército rojo, Estrella roja, destacó por ser una de las voces más veraces y comprometidas sobre los hechos de los que fue testigo: desde sus crónicas sobre los campos de concentración y exterminio nazis hasta sus textos dejando constancia de los crímenes del propio Ejército Rojo, y especialmente sobre la violación en masa de las mujeres alemanas.

Lo que me fascina de Grossman es que, con todo ese bagaje, sus escritos destilan confianza en la humanidad. Con minúsculas y en el sentido que da la RAE: Fragilidad o flaqueza propia del ser humano. Sensibilidad, compasión de las desgracias de otras personas.

Las transcripciones que os dejo a continuación son dos cartas que escribió a su madre. Su valor está en que fueron escritas en 1950 y 1961, sabiendo que su madre -asesinada en una de las grandes matanzas de judíos en septiembre de 1941- nunca podría leerlas. Vasili quiso llevársela con él y con su segunda esposa a Moscú pero carecían de espacio en su apartamento. Cuando entendió la gravedad y el inminente avance alemán no pudo hacer nada para sacarla de Berdichev. Nunca se lo perdonó. Quizá por eso el personaje de Anna Shtrum, de Vida y destino, está inspirado en su madre, a la que le dedicó la novela.

«A la memoria de mi madre, Yekaterina Savelievna Grossman»

Y por si todo esto no fuera suficiente, la entrega para su publicación del manuscrito en 1960 de Vida y destino supuso el registro de su apartamento por el KGB y el secuestro de los originales, de los borradores e incluso de las cintas de máquina de escribir utilizadas en su redacción. El autor falleció en 1964, a sus cincuenta y ocho años, víctima de un cáncer, sin saber que su obra se publicaría por primera vez en Suiza en 1980 y de que sería comparado con la Guerra y paz de Tolstoi.

«(...) Le ruego poner en libertad a mi libro. No hay sentido ni verdad en mi actual situación, en mi libertad física, mientras el libro al que he dado mi vida se encuentra encarcelado. Por fin, lo he escrito, no me he distanciado de él y no lo haré. Hace doce años empecé a trabajar en este libro. Sigo creyendo que he escrito la verdad, por amor y compasión, porque creo en los hombres. Le ruego una vez más poner en libertad a mi libro (..) »
Extracto de la carta enviada por Grossman a Jruschov con objeto de conseguir que finalizara el secuestro de su obra.

A veces, cuando salen a la luz documentos privados, cartas, diarios..., me surge la duda de si de veras tenemos derecho a conocerlos, a tener acceso a esta privacidad. Leyendo las cartas de Vasili Grossman y conociendo los detalles de su vida, pienso que sí y  que su obra y su vida no deberían ser leídas y conocidas la una sin la otra.

Primera carta. 1950.

«Querida mamá:

Me enteré de tu muerte en el invierno de 1944. Cuando llegué a Berdichev entré en la casa donde vivías y que la tía Aniuta, el tío David y Natasha habían abandonado, y comprendí que habías muerto. Pero desde septiembre de 1941 mi corazón ya sentía que habías muerto. Una noche en el frente tuve un sueño: entraba en tu habitación -sabía con seguridad que era tu habitación-, veía un sillón vacío, y sabía que habías dormido en él. Del sillón colgaba una mantilla con la que habías cubierto tus piernas. Lo miré durante largo tiempo y cuando me desperté sabía que ya no estabas entre los vivos. Pero no conocía entonces la terrible muerte que habías sufrido. Sólo lo supe cuando llegué a Berdichev y hablé con la gente que sabía de la ejecución en masa que tuvo lugar el 15 de septiembre de 1941.

He tratado docenas o quizá cientos de veces de imaginarme cómo moriste, cómo caminaste hasta encontrar tu muerte. He tratado de imaginar a la persona que te mató. Fue la última persona que te vio viva. Sé que estarías pensando en mí en aquel momento.

Ahora han pasado más de nueve años desde que dejé de escribirte cartas, contándote mi vida y mis trabajos, y he acumulado tantas cosas en mi alma durante estos nueve años que he decidido escribirte para contártelo, y por supuesto para que conozcas mis penas, nadie más está particularmente interesado en ellas. Tú eras la única que te interesabas siempre por mis aflicciones.


Puedo sentirte hoy tan viva como estabas el día en que te vi por última vez, y tan viva como cuando me leías de pequeño. Y mi dolor es todavía el mismo que aquel día cuando tu vecino de la calle Uchilishchnaya me dijo que habías muerto, que no había esperanza de encontrarte entre los vivos. Y pienso que mi amor por ti y esta terrible pena no se alterará hasta el día de mi muerte» 



Segunda carta. 1961.

«Querida madre:

Han pasado veinte años desde el día de tu muerte. Te quiero, te recuerdo todos los días de mi vida y mi dolor nunca me ha abandonado durante estos veinte años.

La última vez que te escribí fue hace diez años, y en mi corazón eres todavía la misma que hace veinte años... Yo soy tú, querida madre, y mientras viva también tú estarás viva. Y cuando yo muera tú vivirás en el libro que te he dedicado y cuyo destino es tan parecido al tuyo. Me parece ahora que mi amor por ti se está haciendo más grande y más responsable porque quedan muy pocos corazones en los que vivas todavía. Estos últimos diez años, mientras trabajaba (en Vida y destino), he pensado en ti sin interrupción; mi novela está dedicada a mi amor y devoción hacia la gente, y ése es el motivo por el que está dedicada a ti. Representas para mí lo humano por excelencia, y tu terrible destino es el destino de la humanidad en estos tiempos inhumanos.

He estado releyendo hoy, como lo he hecho durante todos estos años, las pocas cartas que conservo de los cientos que me escribiste, y también he leído tus cartas a papá, y he vuelto a llorar leyendo tus cartas. Lloraba cuando leía: "Zema, yo tampoco sé si viviré mucho tiempo. Todo el tiempo espero que alguna enfermedad me lleve. Temo estar enferma durante mucho tiempo. ¿Qué hará el pobre chico conmigo entonces? Sería demasiado trastorno para él."

Lloré cuando tú -tú, tan sola, cuyo único sueño en la vida habría sido vivir bajo un mismo techo conmigo- le escribiste a papá: "Me parece razonable que te vayas a vivir con Vasia si consigue un piso. Te lo digo de nuevo, porque ahora estoy bien, y no tienes que preocuparte por mi vida espiritual: sé cómo proteger mi mundo interno de las cosas que me rodean." He llorado sobre tus cartas, porque tú estás en ellas: con tu amabilidad, tu pureza, tu vida tan amarga, tu equidad, tu generosidad, tu amor por mí, tu preocupación por la gente, tu mente maravillosa. No temo a nada, porque tu amor está conmigo y porque mi amor está contigo siempre.»

(Un escritor en Guerra. Antony Beevor y Luba Vinogradova, 2006: págs. 321-323).


Yekaterina Savelievna Grossman y su hijo Vasili 



23 de octubre de 2018

Me gustaría poder hacerte feliz - Elefantes


No hay parking en el cielo,
ni hay ascensor.
Solo queda un deseo
y un solo error.

En algún lugar ...
debe haber algo para ti que no tengas ya,
como aprender a entender.

Ven a ver la calle grande,
mira a los niños jugar.
El diablo come aparte en su plato de cristal.

En algún lugar ...
debe haber algo para ti que no tengas ya,
como aprender a ver
que a mí me gustaría poder hacerte feliz,
coger tus sueños y llevárselos a mar,
o echarlos a volar
y verte sonreír.

La próxima secuencia es tuya,
tú eres la actriz principal.
Y las demás personitas somos tan solo
figurantes de metálico metal.

En algún lugar ...
debe haber algo para ti que no tengas ya,
como aprender a ver
que a mí me gustaría poder hacerte feliz,
coger tus sueños y llevárselos a mar,
o echarlos a volar
y verte sonreír.

Que a mí me gustaría poder hacerte feliz,
coger tus sueños y dejarlos respirar
sin nada que temer,
como respiras tú
cuando haces entender
que quieres sonreír.

20 de octubre de 2018

Por si me oyes - Pascale Quiviger

SINOPSIS

Cómo se puede seguir viviendo después de un accidente, cómo se consigue volver a desear, reconstruirse por dentro y aceptar los cambios que sobrevienen mientras la persona que más queremos está sufriendo. 

David, que es obrero de la construcción, se ha caído de un andamio y está en coma. En Por si me oyes, al oír su discurso interior, notamos cómo siente la presencia de los que le rodean y si le hablan o le tocan. También asistimos a la vida diaria de su querida mujer y de su hijo pequeño y a las dificultades que tienen para afrontar el drama de David. 

Una novela de emociones fuertes con un final lleno de esperanza.


Hay libros que son como estados de ánimo. Algunos te transmiten felicidad, tristeza, esperanza, resignación. Por si me oyes es para mí algo así. Lo leí en febrero y, aunque merecía una reseña, lo dejé pasar. Llegó el parón en el blog, la despedida y las semanas de dejarlo todo en stand by a la espera de tomar mejores decisiones. Le debía una entrada y también le debía una relectura. 

Creo que todos tenemos apegos a ciertas cosas materiales, objetos que están vinculados a sentimientos, recuerdos, sensaciones. Como ese anillo de oro que me regaló mi abuela hace más de veinte años, que no uso por miedo a perderlo y que está a buen recaudo, en casa (no donde vivo, sino en la casa familiar). A veces abro el joyero y está ahí y es imposible no sacarlo, acariciarlo, probármelo y dejar que los flashes llenen la cabeza de recuerdos y de imágenes con ella. Tocar ese anillo hace que sienta la calidez de mi abuela.

Cuento todo esto para explicar lo que me pasa con esta novela. Desde que la leí ha estado vagando por todas las habitaciones. En la mesilla baja del salón, encima de la pila de libros pendientes de leer, en el sofá, en la mesita de noche... Cualquier sitio donde pudiera tenerla cerca, a mano, donde pudiera tocarla, recordarla, hojearla y leer alguna página. Cualquier lugar que no fuera ese definitivo de la estantería donde se perdería entre el resto. Y esa sensación, ese no querer dejar ir también tiene mucho que ver con la propia historia de David, Caroline y Bertrand.

Ya sé que poco tiene de atractivo una novela que trata sobre un paciente en coma. Dicho así, ¿quién podría recomendar esta historia y quién podría tener ganas de leerla? David es un albañil de treinta y seis años que sufre una caída en el trabajo y le lleva directo al hospital en ese estado. Su esposa Caroline y su hijo de siete años, Bertrand, tienen que adaptarse a la nueva situación. Cuando algo así ocurre ¿qué haces con la vida que tenías, que conocías, que esperabas? 


Pascale Quiviger, ha creado una novela en torno a eso y, a pesar de la dramática situación, es tanta la emoción, la calidez, la ternura y la sensibilidad entre sus páginas que solo puedo invitaros a leerla. 


En cuanto la entrevista termina, Caroline la vuelve a poner. Quiere volver a oír una frase, pero no sabe cuál. Hacia el final. Ésta: «Somos demasiado débiles para mirar el amor a la cara.»

La anota en el post-it amarillo fosforito de la señora Blouin y lo pega dentro de un armario, el de las tazas, porque lo abre a menudo. 



Por si me oyes es un canto a la vida, un desafío al destino, a afrontar lo que no tiene explicación, una reflexión sobre el sistema sanitario, sobre la importancia del bienestar de los pacientes y del propio personal, su responsabilidad y su humanidad. 

En una fracción de segundo, el doctor Hamel titubea (...)
Así que recurre a un refrán en el que cree a pies juntillas:
- Buen corazón quebranta mala ventura.
Si no lo creyera no estaría de guardia esa semana. Ni siquiera sería médico. Se sobresalta un poco cuando Caroline replica:
- No puede el hombre huir de su ventura.

Es difícil no dejarse conquistar por ellos, protagonistas y secundarios: Caroline, todas sus dudas, su lucha por adaptarse, su dolor y su amor por su joven marido;  Bertrand, que se comporta como el niño que es y, en su inocencia, hace de contrapunto como una luz constante durante toda la novela; Karine y Janek, los padres polacos de David, emigrados a Montreal y cuyo pasado (y el de su país de origen) se presenta a través de su hijo. El enfermero Steve, con sus propios fantasmas y, aun así, tan fiable, dulce, reconfortante y esperanzador. Y, siempre, David. Tan presente en su propia ausencia, tan en su mente y en su cuerpo. 

Bertrand con el corazón en la mano
viene en mi busca cueste lo que cueste
me trae a la superficie.
Quiero mover un dedo, un pie, los ojos bajo los párpados, mi voz en la garganta, para él.
Moverme para él. Hablar.

No pasa nada si no queréis leerla, si no queréis sentir este tipo de emociones o, simplemente, si no os interesa. Pero mi experiencia ha sido que todas las veces que la he leído, que la he sentido, he dado por buenas las lágrimas no contenidas y he disfrutado de la belleza que contienen sus páginas. Hay algo reconfortante en ese dejarse llevar por ella hasta el final. Ahora sí, puedo buscarle un hueco definitivo en mi estantería.

10 de octubre de 2018

Entre bambalinas - La mirada de la ausencia

El pasado 20 de septiembre salía publicada la sexta novela de la autora Ana Iturgaiz. Ha sido una larga espera y un camino arduo hasta que ha llegado al público. Quizá por eso me hace especial ilusión que Ana haya accedido a participar en esta sección de Entre bambalinas.  Sus lectores sabemos hasta qué punto cuida el rigor histórico en sus novelas del género. 
Espero volver con una reseña para La mirada de la ausencia -ya que está entre mis próximas lecturas-, pero mientras tanto, os dejo con las palabras y el trabajo de Ana Iturgaiz para documentar y dar contenido a esta historia. Desde aquí, agradecer a la autora su disposición y tiempo para hacerla posible.


SINOPSIS

El 21 de febrero de 1874 el ejército carlista pone cerco a la ciudad de Bilbao. En la ciudad asediada se encuentran Javier Garay, un fotógrafo de postales eróticas, e Inés Otaola, una planchadora sin trabajo, a la que el hambre obliga a ejercer de modelo para Javier.


Sin embargo, las aspiraciones de Javier no pasan por quedarse encerrado en la ciudad sitiada sino en ejercer de reportero de guerra para los periódicos más importantes del país y conseguir el éxito que siempre ha deseado. La ocasión le llega cuando el gobierno liberal le propone la posibilidad de infiltrase tras las líneas enemigas y él la aprovecha sin dudarlo. Lo que no se imagina es que Inés lo arrastrará al campo de batalla con él.

Por su parte, Inés, que fue expulsada hace cinco años del caserío familiar junto a su abuela y su hermano, nunca imaginó que regresaría a su hogar y mucho menos sin ellos. Tampoco sospechó que el fotógrafo sería su oportunidad para huir de la ciudad destruida para volver al lugar en el que nació.

En medio de la destrucción, ambos se convierten en el refugio del otro. Sin embargo, la guerra y las sospechas de los militares conseguirán separarlos.


Ana, ¿cómo suena esta época?


Yo creo que debe sonar a banda municipal tocada en el kiosko de la plaza, a orquestinas en los cafés, a bullicio y voces femeninas a la salida de misa. Todo ello en tiempos de paz.


Pero como La mirada de la ausencia transcurre en medio del asedio del Ejército carlista a la ciudad de Bilbao, suena a bombas lanzadas desde los montes, a fachadas rotas y cristales estallados durante el día; y a silencio sepulcral durante la noche.


¿Por qué elegiste este lugar y esta época?


Me gusta escribir sobre lugares que conozco. Bilbao es mi lugar de origen y me pareció un lugar fantástico para situar mi historia. En cuanto a la época, ya tenía una historia ambientada en el siglo XIV y otras dos en el XVI y buscaba un cambio de aires. A finales del siglo XIX, Bizkaia comenzaba a estar inmersa en una época de cambios económicos y sociales muy importantes: la minería y la industria que dependía de ella se instalaba allí para no marcharse. Esto y saber que las tropas carlistas asediaron la villa en 1874 me hizo decidirme definitivamente por ese momento.


¿Cómo hiciste para documentarte? ¿Cuáles han sido tus fuentes?

Por suerte, hay personas maravillosas que ofrecen sus conocimientos al resto (y yo se lo agradezco desde aquí una y mil veces) y encontré en internet mucha de la documentación que he manejado. Hay bastantes páginas con referencias a algunos detalles, pero os indicaré aquellos que me han sido más útiles.


Para la descripción en detalle del asedio de Bilbao, usé en muchas ocasiones el blog de César Estornes donde recoge en cuatro entregas una descripción de un testigo de la época de lo que sucedió día a día durante los dos meses que duró el asedio. 

Sobre este mismo tema, leí el libro Paz en la guerra, de Miguel de Unamuno, que cuenta la historia de un joven en Bilbao y en esta guerra. Miguel de Unamuno vivió el asedio de Bilbao cuando tenía unos diez años.

Para la descripción en detalle de la segunda batalla de Somorrostro, que tuvo lugar para intentar liberar Bilbao del cerco carlista, consulté el blog Km 130 (Enlace: http://km-130.blogspot.com/) donde se hace una recreación completísima (y con fotografías actuales y antiguas) de los movimientos de tropas y los enfrentamientos entre ambos ejércitos.


Después, para todo tipo de detalles sobre uniformes, organización, armas, moneda, transportes, comunicaciones, correo, condecoraciones, etc. del Ejército carlista, el libro Las guerras carlistas, catálogo de la exposición que organizó el Ayuntamiento de Madrid en 2004.

Sobre fotografía antigua, he consultado varios manuales y he acudido a algunos amigos, que, por suerte, son expertos en este tema. Además, en youtube hay vídeos mostrando los pasos a dar para hacer fotografías con este tipo de técnicas. El de Mark Zimmerman es uno de los mejores.






¿Hasta qué punto la época ha condicionado el comportamiento de tus protagonistas?



Hasta cierto punto, pero no sé si del todo. El otro día me preguntaba si era factible que en esa época la gente tuviera ideas antimilitaristas, como tiene mi personaje principal masculino. Yo pienso que sí, que determinadas ideas son universales y atemporales, pero no estoy segura al 100%. Sin embargo, yo tenía muy claro el camino que iban a recorrer las ideas políticas de Javier.


En el caso de Inés, sí, pienso que es un fiel reflejo de lo que era una mujer de aquella época y con sus circunstancias.
También el señor Francisco lo es. Si leéis el blog de César Estornés que comentaba antes, el narrador del asedio de Bilbao tiene la misma exaltación que el señor Francisco.



Han sido varios los años que han pasado desde que escribiste el manuscrito hasta su publicación y, además, lo hace de manos del sello de colección histórica de Roca editorial, ya que no parecía encajar con las exigencias de las editoriales de sello romántico ¿Ha merecido la pena el camino recorrido y la espera?

El proceso para que La mirada de la ausencia viera la luz ha sido largo y complicado, pero la frase de quién sigue, la consigue se ha hecho real en este caso. Han sido más de cuatro años esperando el momento en que la historia de Inés y Javier viera la luz, pero han merecido la pena. En su momento, decidí que la novela merecía la pena y que iba a ir a por todas. He ido subiendo los escalones, quemando etapas y rechazando oportunidades, buscando la mejor de las salidas para La mirada de la ausencia y puedo decir ahora que creo no haberme equivocado.

Solo hay una cosa que me apena bastante, durante el proceso de escritura saqué mucha información y utilísima del blog Km 130 y decidí que tenía que agradecer a su administrador la enorme labor que había hecho con la investigación de la segunda batalla entre carlistas y liberales que tuvo lugar en Somorrostro a finales de marzo de 1874 y que tan generosamente había publicado en su blog. Pero el proceso de publicación ha sido tan largo que nunca le ha llegado mi agradecimiento porque falleció hace un tiempo.


Si os apetece saber más de La mirada de la ausencia de boca de la propia autora, os dejo un enlace a la entrevista que le hicieron en Onda vasca: https://www.ondavasca.com/#/audios/ana-iturgaiz-presenta-la-mirada-de-la-ausencia

Y, a continuación, nos ha dejado un pequeño fragmento


Frente a ella, un sofá tapizado en granate y una chica medio desnuda tumbada en él. Estaba delante de dos enormes ventanales, cubiertos por una fina cortina que mantenía el interior oculto de la curiosidad de los vecinos de la casa de enfrente. Iluminada por la escasa luz que el día aún conseguía arañar al atardecer.
Era morena, con una espesa melena que le caía sobre un hombro y le cubría un pecho. Tampoco el otro se le veía, pero se intuía detrás de la bata abierta. Un largo collar de perlas ceñía la tela contra su cuerpo allá donde menos lo necesitaba.
—Muy bien, muy bien —continuaba el fotógrafo.
De espaldas a la puerta, él seguía sin ser consciente de su presencia. La joven miró a Inés, pero no pareció molestarse; no hizo ni un solo gesto.
—Esa pierna, sube la rodilla, abre la ropa un poco más, perfecto. Y ahora… —El fotógrafo abandonó la cámara y se irguió—. ¿Estás segura? ¿Seguro que quieres hacerlo? Mira que nunca te pediría… De acuerdo, entonces. Colócate como quieras.
Inés se consideraba una persona decente. Pero en aquel momento la curiosidad venció al recato. Y ya no pudo apartar los ojos. La chica se había sentado en el diván. Estaba inclinada hacia adelante, con las piernas abiertas y los codos apoyados en las rodillas. Descansaba la barbilla sobre las manos, que mantenía unidas. La bata enseñaba más que ocultaba, se le veía completamente el monte de los pechos; la cima se adivinaba a la perfección. El cinturón colgaba entre sus piernas abiertas obligando a fijar la vista justo en ese punto, en el agujero oscuro, profundo y secreto.
Puro erotismo.