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25 de noviembre de 2017

25N. Hablemos de eliminar la violencia contra la mujer. Hablemos de revisar los roles románticos.

Me levanto temprano, enciendo el ordenador y el doodle del buscador me recuerda que hoy es el 455º aniversario del nacimiento de Lope de Vega. Hoy, 25 de noviembre, Día Internacional para la eliminación de la violencia contra la mujer, Google da protagonismo al aniversario del nacimiento de un escritor al que nunca le ha faltado reconocimiento. No me sorprende.

Abro Facebook y, como cada día, desayuno mientras leo un nuevo caso de violencia de género, de acoso o de asesinato de mujeres y/o hijos a manos de sus parejas o ex-parejas. Enciendo la televisión y hay más de lo mismo, aunque la sección de deportes -ese tiempo de ocio masculino con dosis extra de testosterona- debe mantener su tiempo especial en los informativos. También tomo nota de la publicidad dirigida a las mujeres: cremas antiarrugas, dietas milagrosas, perfumes, productos de limpieza, familias felices de entre treinta y cuarenta años con dos hijos y perro. Todo un ideal de vida. Porque si queremos dosis de realidad, para eso ya tenemos First Dates. O los tutoriales sobre cómo maquillarte y conseguir que tu cara sea la de otra mujer mejor que tú (más bella, más atractiva, más exitosa, más deseable para un hombre).

La semana pasada asistí al XXVIII Feminario de la Plataforma Andaluza de Apoyo al Lobby Europeo de Mujeres, celebrado en Córdoba, bajo la premisa "Razones para no dar cumplimiento al mandato patriarcal". Todavía me dura la resaca. Con independencia de la mayor o menor afinidad política y de su discurso, asistir durante tres días al evento fue una experiencia reveladora en muchos sentidos. Porque la cuestión feminista no parece que interese a los hombres (cuya falta de asistencia fue más que evidente), y tampoco a las mujeres. Y esto último lo digo porque en las conversaciones de pasillo, las mujeres orgullosas de ser feministas y de intentar cambiar su entorno, estamos cansadas de sentirnos solas. De estar solas. Qué incómodas podemos llegar a ser cuando intentamos visibilizar la situación de las mujeres y hacérselo saber a quienes ven en ello un signo de radicalidad. Amas de casa cuyo trabajo es ninguneado, empleadas de hogar fuera del régimen general, mujeres profesionales de cualquier sector que recurren a la reducción de jornada o a las excedencias para cuidar a los hijos (con el consiguiente empobrecimiento económico), mujeres obligadas a ejercer la prostitución (y que todavía tengamos que seguir oyendo que se trata del "oficio más antiguo del mundo"), vientres de alquiler, mujeres usadas como arma de guerra en los conflictos bélicos (de nuevo un eufemismo para no decir claramente que se las viola, maltrata y asesina con total impunidad).

¿Pero esto no es un blog sobre libros? De eso también podemos hablar (y no voy a entrar en temas como la publicidad, el cine y demás medios que también son causa del problema). De los ideales románticos que tan poco se cumplen en la vida real y que tanto daño hacen a las lectoras. Podéis decir: sabemos que es ficción, sabemos que la vida no es como en los libros. Discrepo. 

Solo voy a dar tres datos que se dieron en el Feminario

- La edad media en la que los menores varones empiezan a consumir porno está en los ocho años. Sí, podéis abrir los ojos como platos. 
- Cuando a los adolescentes se les pide que se dibujen y que señalen qué partes del cuerpo no les gusta, nos encontramos con que los chicos señalan partes como las orejas o los pies. Del resto están bastante satisfechos. Pero cuando se trata de las chicas, la lista se amplía considerablemente: nalgas, pechos, rostro, trasero, cintura...
- Cuando una terapeuta pregunta a las chicas qué esperan del amor, de su pareja, contestan cosas como: que las cuide y proteja, que las respete, que las trate bien. Cuando esa misma pregunta se hace a los chicos, éstos coinciden en una única cosa: fidelidad.

¿Os suena? Es el ideal romántico por excelencia. Las lectoras de novela romántica estamos muy familiarizadas con estos temas. Solo diré que, como ejemplo de relaciones tóxicas y de perfil abusador se encuentran los best seller llevados al cine Crepúsculo y 50 sombras de Grey. Podemos seguir mirando hacia otro lado y defender que solo es ficción y entretenimiento.

La novela romántica, en general, está plagada de clichés machistas: protagonistas masculinos que se pasan de intensos, celosos, con tendencia a ser violentos (especialmente cuando se trata de "salvar a la chica"), con mucho músculo y muy versados en eso de practicar sexo -normalmente porque su vida sexual ha sido especialmente activa, algo normal si eres hombre, claro-, y que necesitan ser redimidos por una buena protagonista femenina. Ella tiene que ser dulce y un poco inocente, atractiva (mejor si ella no se da cuenta de que lo es), dispuesta a dejarse impresionar por todas las cualidades del varón (incluida que se les funda el cerebro y dejen de pensar cuando mantienen relaciones sexuales), dispuesta a perdonar sus celos, sus deslices y a dejar que sus proyectos queden relegados en nombre del amor y la familia. Porque un final feliz supone pasar por la vicaria y tener una descendencia con toda la maravillosa carga genética del protagonista masculino. Fijaos en las posturas de las portadas románticas: ellas sumisas, dejándose abrazar, dejándose proteger, casi deslumbradas por la suerte que tienen al tener a ese hombre para ellas. Eso cuando no se trata del macho alfa marcando músculo. Y, recordad, para que se cumpla la perfección, él tiene que tener un trabajo que sea sinónimo de dinero, posición social (ejecutivos, directores, empresarios) o protección (policías, soldados, médicos...). De ella nos vale con que sea secretaria o que explote su vena artística (pintoras, fotógrafas...) y que les importe mucho la familia: que sean buenas hijas, hermanas, nietas... En la novela histórica puede entenderse y defenderse por cuestiones de época, pero en el caso de la romántica contemporánea no le puedo dar explicación.
A modo de ejemplo, en la última novela romántica que sufrí, ella era camarera (y pintora en sus ratos libres para luchar contra sus traumas) y él (espero no dejarme nada): mecánico, ex-marine, camarero, paramédico y aspirante a bombero. Como novela, era tal el despropósito que en Goodreads me limité a dejar constancia de algunas de las frases y escenas machistas que se intentaban colar como románticas. Os aviso de que muchas lectoras la han valorado con cinco estrellas.
Estoy segura de que habéis leído novelas románticas que cumplen al menos con un par de estos clichés y otras que los sobrepasan. 

Y si queréis seguimos hablando del lenguaje. Podemos hablar de que ahora lo que se lleva es llenar las novelas románticas de expresiones como: follar, mamada, cachondo/a, puta, zorra... y demás lindezas, intentando que pasen como "coloquiales". Permaneced durante cinco minutos al lado de un grupo de adolescentes y fijaos cómo hablan, cómo tratan a las chicas y cómo hablan de ellas cuando no están presentes. 
¿Queréis otro dato dado por una terapeuta en el Feminario? La mayor parte de las chicas mantienen relaciones sexuales antes de lo que quisieran (la media está por debajo de los quince años) y suelen hacer "cosas" que no desean o con las que no encuentran ninguna satisfacción, pero lo hacen porque "no quieren perder al chico". Ahora pensad en la cantidad de porno que consumen los chicos y en su contenido. Porno pensado por hombres y dirigido a hombres, donde las actrices simplemente son usadas para dar placer al hombre. Mirad cómo están las carreteras de este país. El PIB español subió considerablemente cuando se incluyó la prostitución entre los datos a tener en cuenta para su contabilización.

Queda mucho camino por recorrer y mucho por hacer. Mi blog hoy se viste de violeta. Éste es mi pequeñísimo grano de arena para denunciar la invisibilidad consciente de la violencia de género (no sirve de nada que cada día haya una noticia si no se toman otras medidas) y los roles que deberían de empezar a revisarse en la novela romántica (escrita por mujeres para mujeres, salvo contadas excepciones). Porque todos sabemos que su público son lectoras de muy diversas edades. Porque no podemos seguir dando la imagen de que posesión, celos y maltrato verbal son sinónimos de amor y pasión. Porque las mujeres no necesitan que su pareja las proteja de otros hombres. Lo que necesitan es ser libres, ser independientes y dejar de creer que tienen que cumplir con los roles de la perfección. Lo que necesitan son hombres que dejen de considerarlas objetos, cosas de su propiedad, cosas por las que pueden pagar y usar a su antojo. Lo que necesitan es que la violencia ejercida sobre ellas no quede impune.









7 de noviembre de 2017

El amor no sabe de género ni edad.

Me he pasado parte de mi vida lectora leyendo novelas románticas del estilo: chico conoce a chica, chico y chica se enamoran, conflicto, resolución, final feliz. Esos suelen ser los ingredientes. Pareja heterosexual, joven, y en diferentes épocas históricas que suele ser lo que diferencian unas obras de otras.

Hoy os traigo dos recomendaciones, dos historias de amor (y digo bien, ya que no entran en el canon de novela romántica) alejadas de todo eso. La primera, porque se trata de una pareja gay (aunque no me olvido de otras novelas con protagonistas homosexuales y que también he leído este año como Tan poca vida o Esplendor). La segunda, porque los protagonistas han pasado sobradamente el umbral de la madurez.


EL CORREDOR DE FONDO

Patricia Nell Warren

El corredor de fondo es casi sin ninguna duda la más famosa, aclamada y exitosa historia de amor gay de todos los tiempos. Surgida tras el encuentro de Patricia Nell Warren con un atleta gay, la autora ha sabido captar la complejidad y tortuosidad de las relaciones homosexuales, enfrentadas y obstaculizadas por una sociedad poco dada a conceder un cuestionamiento o ruptura de sus estructuras. Harlan Brown, estricto entrenador de atletismo, y Billy Sive, atleta gay, serán los dos protagonistas y héroes de esta historia, que deben llevar a cabo su particular carrera contra los prejuicios y la incomprensión de los que les rodean, para poder no sólo llevar a cabo su amor sino también la participación en los Juegos Olímpicos de 1976. Traducida a nueve lenguas y con más de diez millones de ejemplares vendidos.
El corredor de fondo trasciende el simple fenómeno de masas para convertirse en todo un ejercicio de vindicación a través de la prosa.
Harlan Brown es un estricto entrenador de atletismo que huye de su pasado en una pequeña universidad. Billy Sive es un joven y destacado atleta gay, a quien no le importa que su condición sexual se haga pública. Cuando se enamoran, inician una carrera contra el odio y los prejuicios que les llevará hasta los Juegos Olímpicos de 1976 y hacia un final sorprendente y devastador.

Nunca había oído hablar de esta novela hasta que la autora Caroline March habló de ella en las redes y la recomendó con vehemencia. Leí la sinopsis, encontré un ejemplar en buen estado de segunda mano y tenía la espinita de no haberla traído al blog.

El corredor de fondo es una historia redonda. Trata las relaciones homosexuales, las consecuencias de la homofobia, la situación de miles de hombres que se enfrentan al reto de mostrar sus inclinaciones sexuales ante una sociedad (en este caso, la estadounidense) más que dispuesta a censurarles y condenarles al ostracismo social. La novela fue publicada en 1974. Imagino la repercusión que tuvo en su día. Porque ponía el foco en otro tabú: la homosexualidad en el deporte.

En el prólogo - que además es una de las mejores partes de la novela y que habla de otro tema difícil como es el SIDA - la autora dice:

Es una pregunta que asusta: ¿de qué forma afecta a los demás lo que hacemos? A veces, se trata de algo imprevisto: un excursionista enciende un fuego para entrar en calor y las llamas provocan un incendio forestal que destruye medio municipio y medio centenar de hogares. A menudo, sin embargo, nuestros actos son deliberados: un predicador fundamentalista sabe que su discurso exaltado provocará una reacción en cadena como resultado de la cual un chico gay o una chica lesbiana recibirán una paliza en el pasillo de cualquier escuela. La línea que separa la responsabilidad de la culpabilidad es muy delicada y nuestra cultura vive en el lado de la culpabilidad.

Pero, ante todo, El corredor de fondo es la historia de Harlan y Billy. El entrenador y el atleta. Una relación difícil al principio, por la diferencia de edad, por el propio rol que cada uno tiene en la universidad. Harlan intenta mostrarse racional, es consciente de su propio pasado, quiere negar sus sentimientos y se muestra inseguro y frágil ante la oportunidad que le brinda dejar una puerta abierta al amor. Billy, por el contrario, es como un soplo de aire fresco, joven, tenaz, libre y decidido a luchar por esa relación y hacerla pública. Es una novela fantástica, aunque ya en la sinopsis advierte de un final sorprendente y devastador. Patricia Nell consigue transmitir la autenticidad de ese amor, se aleja del idealismo del amor romántico y lo que nos deja son los sentimientos y emociones a flor de piel. El ejemplo y la lucha de Harlan y Billy. Ellos dos contra el mundo.Y también es una lección sobre atletismo, deporte y competición olímpica.
Mientras la leía pensaba en todos aquellos que reducen la lucha del colectivo LGTB a las imágenes sesgadas y frívolas que ofrecen los medios de comunicación el día del  orgullo gay. Por eso, libros como estos son necesarios. Porque el amor no sabe de género.

NOSOTROS EN LA NOCHE

Kent Haruf

Louis Waters y Addie Moore llevan gran parte de su vida siendo vecinos en la apacible localidad de Holt, en Colorado. Ambos enviudaron hace años y acaban de franquear las puertas de la vejez, por lo que no han tenido más opción que acostumbrarse a estar solos, sobre todo en las horas más difíciles, después del anochecer. Pero Addie no está dispuesta a conformarse. De la forma más natural, decide hacer una inesperada visita a su vecino: «Me preguntaba si vendrías a pasar las noches conmigo. Y hablar...». Ante tan sorprendente propuesta, Louis no puede hacer otra cosa que acceder.
Al principio se sienten extraños, pero noche tras noche van conociéndose de nuevo: hablan de su juventud y sus matrimonios, de sus esperanzas pasadas y sus miedos presentes, de sus logros y errores. La intimidad entre ambos va creciendo y, a pesar de las habladurías de los vecinos y la incomprensión de sus propios hijos, vislumbran la posibilidad real de pasar juntos el resto de sus días.
En los últimos días, Kent Haruf me ha conquistado con sus dos únicas obras traducidas y publicadas en España: Nosotros en la noche y La canción de la llanura.

Nosotros en la noche es una novela corta, menos de ciento cincuenta páginas, que nos adentra en la maravillosa relación de Louis y su vecina Addie. Es difícil aportar algo más a una sinopsis tan completa sin destripar nada, pero sí os diré que, en mi caso, la magia está en la forma de narrar de Haruf. Lo hace con una sencillez y delicadeza que te envuelve y transporta. De hecho, lo que me llevó a la novela fue uno de los kindle flash de amazon. No terminaba de decidirme, así que opté por leer el fragmento de prueba y hubo algo que me atrapó. El autor nos presenta a dos ancianos que pueden seguir viviendo solos pero que descubren que es mejor hacerlo en compañía el uno del otro. Así que vamos conociendo pequeños detalles de sus vidas, nos metemos en ese dormitorio que comparten cada noche y somos cómplices de sus confesiones y pequeñas charlas. Y también vemos la injerencia de los hijos. Los hijos, en general, siempre hemos dejado mucho que desear y, aquí, el personaje de Gene es todo un ejemplo de egoísmo.

Nosotros en la noche habla de la soledad, de los prejuicios, de segundas oportunidades, de los pequeños sacrificios que realizamos esperando ser felices o simplemente contentar a otros, de las trampas del matrimonio y la relación con los hijos. Fue la última novela que escribió su autor y falleció antes de poder verla publicada. Y es una lectura que nos recuerda que el amor tampoco sabe de edad.

Y no sé por qué, pero cuando terminé Nosotros en la noche recordé la canción de Antony and The Johnsons: "Hope There's Someone"