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27 de diciembre de 2022

Adiós, 2022

Hoy es un día de enfrentarse a la página en blanco y hacer balance de lecturas de este año. Observo con sorpresa que esta es la séptima y última entrada del año. Seis entradas y casi ninguna reseña.

Terminaré 2022 con cincuenta lecturas (treinta y cinco corresponden a mujeres), cumpliendo el challenge de Goodreads. Estas son las que destacaría:

Piranesi, de Susana Clarke. Por la magia, la ambientación, la originalidad y la fantasía.

La bajamar, de Aroa Moreno. Por el trenzado de la vida de tres generaciones de mujeres.

Hermanito, de Ibrahima Balde. Porque ningún ser humano es ilegal.

Las abandonadoras, de Begoña Gómez Urzaiz. Por contar esas otras maternidades.

La postal, de Anne Berest. Porque todas las familias tienen derecho a conocer la historia y el destino de sus parientes en cada guerra y conflicto. Por no ser una historia más sobre el holocausto judío.

Mira a esa chica, de Cristina Araújo. Porque todas hemos oído y leído mucho sobre el caso de La manada, pero ella ha hecho algo más importante. Poner el foco en el antes, en el después y en cómo nos construimos en la adolescencia. El libro que querría haber leído con veinte años.

El monstruo del monóculo y otras bestias y Gabinete X, de Nuria Pérez. Dos libros de la creadora de un maravilloso podcast hecho para gente curiosa. Porque todos queremos que nos cuenten historias.

La loca de la casa y El peligro de estar cuerda, de Rosa Montero. Porque Montero sigue siendo una narradora imprescindible.

No he salido de mi noche y El acontecimiento, de Annie Ernaux. Lo de ser Premio Nobel, en su caso, es lo de menos. Lo que queda es el testimonio. 

Estas películas: Cinco lobitos; Nunca, casi nunca, a veces, siempre; Una joven prometedora; Tierra de Dios; El prodigio. Y en estas fechas, la versión de Mujercitas de Greta Gerwig. Un documental: Caso Roe. El aborto en los EE.UU.

Estoy justo en ese punto en el que ya no hablo de años buenos o malos. Hice lo que pude con lo que vino y me alegro de estar más en la vida real que en la virtual. En algún momento siempre habrá alguien que quiera venderte algo. He tenido momentos de felicidad, de tristeza, de indignación y de ternura. Siento cerca a quienes están lejos. La cabeza alta y las expectativas bajas. 

El mundo es mejor con poesía. Despido 2022 como merece, con un poema de Francisca Aguirre, haciendo frente a la incertidumbre de la llegada del nuevo año. Bajo la banda sonora de la versión de Katie Melua de Wonderful life.

SORPRENDENTE

Estoy casi segura de que el  futuro
    acabará por sorprender a todo el mundo.
Me gustaría pensar que esa sorpresa será agradable
    pero no tengo la certeza.
La única seguridad es que el futuro será sorprendente.
tal vez los perros sigan siendo perros y los gatos gatos
    pero nosotros estos extraños animales
que hablan cantan y lloran nosotros los de ahora
sospecho que ya no seremos los mismos.

Puestas así las cosas
    me divierte recordar a Machado

                                   Confiamos
                                   en que no será verdad
                                   nada de lo que pensamos.





Look at me standing here on my own again, up straight in the sunshine
No need to run and hide, it's a wonderful, wonderful life
No need to laugh or cry, it's a wonderful, wonderful life


9 de octubre de 2022

Hace falta más poesía. Y menos malvados.

Llega octubre con su promesa de cambio, de frescor, de final del verano, de empezar de nuevo. Ya a comienzos de septiembre leía el viejo mantra por las redes: septiembre es comenzar un nuevo año. Yo no estoy de acuerdo con esa afirmación. Para mí no "empieza" un nuevo año. En lugar de eso, se acercan los días más cortos, más oscuros, más fríos y húmedos y, por muy necesarios que sean, no me acostumbro. 

Llega octubre y en Córdoba se celebra Cosmopoética. Ayer se cerró esta edición con la presencia del poeta Luis García Montero. En estos tiempos en los que muchos hablan, opinan, publican y polemizan, hay que buscar refugio en quienes hablan desde la reflexión, la dignidad y la verdad. Al refugio de aquellos y aquellas que nos inspiran, que siembran en nosotros la semilla de la escucha, del diálogo, de la militancia.

Y podréis pensar que en esa última frase me refiero a García Montero. Y sí, pero no solo. Porque mientras esperaba en la cola para poder entrar en el Palacio de Orive (el recinto se llenó y hubo muchos que tuvimos que verlo fuera tras una pantalla), mientras estaba allí decía, mi profesora de Literatura de 3º de BUP saludaba a la señora que tenía delante mía. La recordaba muy bien, aunque habían pasado unos 27 años. Una de esas profesoras que inspiran y siembran la semilla de la escucha y el diálogo y el amor por los libros. Y hablamos. Fue muy emocionante. Quedamos en vernos otro día.

Y también fue emocionante escuchar a Luis García Montero. Su espíritu siempre crítico, siempre vigilante, su dominio de la palabra. Su memoria y su dolor. Su lucidez,  su discurso claro, su recitar sereno y sosegado que nos conmovió a muchas de las que estábamos allí. Y digo muchas porque es un hecho que las mujeres estamos más presentes y más interesadas por estos eventos relacionados con la cultura y la lectura. Una vez más, éramos mayoría.

Al terminar el acto, con la emoción a flor de piel tras escucharle recitar el poema de su último libro Un año y tres meses, y que da título al poemario, mi amiga y yo nos marchamos para seguir sembrando: escucha, diálogo, reflexión. Vida.

Así que ayer, 08 de octubre, fue un día muy especial. Tanto como para sacarme de la caverna y dejarlo aquí registrado. Porque pocas cosas más importan en este mundo que no controlamos los ciudadanos de a pie, que nos zarandea entre crisis, mandatarios políticos sin escrúpulos, desigualdad y cinismo. 

Cierro esta entrada con uno de los poemas que recitó ayer García Montero. La semana en que los niños bien insultaban a las mujeres a las que tanto dicen apreciar. En otro año más de asesinatos machistas, de mujeres jugándose la vida por cómo está puesto el velo o por manifestarse contra la policía de la moral en Irán. En el año en el que en EEUU se decidió acabar con el derecho al aborto y descubrí a señoras que rezan delante de una clínica abortiva que está cerca de mi barrio. Acosando. Juzgando. Coartando. Ese poema que pone en contraste la realidad y el canon. El canon imposible al que las mujeres deben aspirar: más jóvenes, más guapas, más sexis, siempre expuestas a la mirada masculina para su disfrute.

No me cansaré de repetirlo: Hace falta más poesía. Y menos malvados.


MUJERES

Mañana de suburbio
y el autobús se acerca a la parada.

Hace frío en la calle, suavemente,
casi de despertar en primavera,
de ciudad que no ha entrado
todavía en calor.
Desde mi asiento veo a las mujeres,
con los ojos de sueño y la ropa sin brillo,
en busca de su horario de trabajo.

Suben y van dejando al descubierto,
en los cristales de la marquesina,
un anuncio de cuerpos escogidos
y de ropa interior.
Las muchachas nos miran a los ojos
desde el reino perfecto de su fotografía,
sin horarios, sin prisa,
obscenas como un sueño bronceado.

Yo me bajo en la próxima, murmuras.
Me conmueve el recuerdo
de tu piel blanca y triste
y la hermandad humilde de tu noche,
la mano que dejaste
olvidada en mi mano,
al venir de la ducha,
hace sólo un momento,
mientras yo me negaba a levantarme.

Que tengas un buen día,
que la suerte te busque
en tu casa pequeña y ordenada,
que la vida te trate dignamente.

Habitaciones separadas. 1994.
Luis García Montero.

31 de julio de 2022

¿Por qué estás en una fiesta si estás triste?

Difficile est tacere cum doleas

Es difícil callar cuando se siente dolor.


¿Qué puedes contar cuando estás en estado de aturdimiento? Cuando no hay lectura que te abstraiga de este cúmulo de malas noticias, cuando no encuentras sitio para la frivolidad, cuando al terminar el día piensas: hoy todo mal.

Hay que encontrar un resquicio, una grieta. Esa por la que dicen entra la luz. 

Estos días inacabables, largos y luminosos. Cálidos y abrasadores. Esta pereza y este caos lector donde se abren varios libros a la vez y cuesta quedarse en alguno hasta el final. Y, aun así, tener siempre un libro a mano. Consolarse en la brevedad de la poesía. Joan Didion y su Noches azules.

Días de regar la sedienta huerta  y cosechar fruto y belleza. Ramos de avenas locas y lavanda. Mirar a un cielo estrellado por la fortuna de vivir en una reserva Starlight y aprender Algo nuevo en los cielos de la mano de Antonio Martínez Ron. Llegar doce años tarde a la película Beginners, pero llegar.

Llenar los días con algo más que este pesimismo latente. Respirar. No perder el tiempo, no al menos con lo no importante. Perderlo cuando corresponde. No abandonar ni abandonarse. Ni dar el día por perdido.


Recordar dónde estabas y dónde estás ahora. 

Encontrar siempre ese resquicio. Y asumir que somos principiantes.


Hunde
la casa.
Trabaja noche y día
en destruirla
pues noche y día habías trabajado
para esconderte en ella.
Destruye hasta que nada
entre el escombro
te sea reconocible.
Comparte la intemperie
con otras alimañas.
Acostúmbrate al frío.
A ese brillo
mortal
de las estrellas
al ojo indescifrable
que habías olvidado.

Porque solo las ruinas
—lo supiste
una vez
por qué en tu descuido
lo habías olvidado—

porque solo las ruinas
pueden

en verdad

habitarse.

Ada Salas.
Esto no es el silencio.






22 de mayo de 2022

Elegir los cimientos


«La vida es un sueño diminuto, un espejismo de luz en una eternidad de oscuridades. Y eso es nada, y es todo.»

Rosa Montero 
El peligro de estar cuerda.


Hago un breve repaso a las últimas lecturas: La bajamar, de Aroa Moreno; El peligro de estar cuerda, de Rosa Montero; la recopilación de entrevistas de Anatxu Zabalbeascoa en Gente que cuenta; dos poemarios: uno de Francisca Aguirre y otro de Mary Oliver; Vivir con nuestros muertos, de Delphine Horvilleur; Cinco inviernos de Olga Merino; Conversaciones con la escritura, de Ursula K. Leguin.

Puede no parecerlo, pero hay una pauta. Son lecturas cortas, la mayoría fuera de la ficción, reflexiones de otras mujeres a las que te une eso: ser mujer y compartir muchos de los intereses, preocupaciones, debates. Son lecturas con las que puedes mantener una conversación íntima. Puede que, a base de manosearlas políticamente, ciertas palabras pierdan el significado pero comentaba el otro día con una amiga la importancia de la perspectiva de género, del beneficio de la narrativa femenina entendida como esos temas que necesitamos tratar nosotras, las mujeres, darle un contenido que parta de nuestro sentir y nuestra voz porque ya hemos tenido suficiente de que "los grandes temas" solo nos hayan llegado desde la mirada masculina.  Cine, series y libros con una única voz que teníamos que dar por universal pero que no nos incluye, que no cuenta con nuestra opinión, con nuestra existencia. Y, sin embargo, qué suerte vivir en esta época en la que poco a poco las mujeres pueden contarnos lo mismo pero con otra perspectiva y, no solo eso, también tratar lo que no se ha contado y que necesita ser narrado.

Me pregunto: ¿qué hacemos con nuestras obsesiones cuando pensamos que solo nos preocupan a nosotras? Quiero decir, ¿cómo vamos a sentirnos reconfortadas si no es sabiendo que ahí fuera hay otras mujeres a las que ya obsesionaron las mismas cosas y aún continúa haciéndolo?

Las reflexiones, las preguntas, las dudas que nos surgen hoy no pueden ser las mismas que las que teníamos a los veinte años. A los veinte no te planteas (al menos yo) la complejidad de las relaciones entre madres e hijas, la enfermedad, la gestión de la muerte, la salud mental, que a lo mejor no es verdad eso de que te van a ningunear en un trabajo por ser mujer, que a lo mejor no es verdad eso de que hay un mantra social que te enseña que hay que competir con otras mujeres, estar en frente en lugar de estar al lado, que a lo mejor sí que se pueden conciliar vida laboral y familiar. Entonces llegas a las cuarenta y te encuentras con una realidad distinta. Por fortuna, has leído a Montero, a Didion, a Merino, a O´Farrell, a Mazzantini, a De Vigan y Atwood, a Vallejo, a Szymborska y Maillard, a Ngozi Adichie, a Steinem, Nemirovsky, Winkler y Desbordes, Duras y Springora... Todas tienen algo que mostrar y que no te han enseñado otros escritores, no con su mirada.

En los últimos tiempos hay dos temas que me obsesionan especialmente: la enfermedad y la muerte. A veces pienso que necesito entender los mecanismos que son necesarios para afrontar ambas, algo así como hacerme mi propio manual de gestión del dolor. Propio y ajeno.

Hay una exposición en el Centro de Creación Contemporánea de Andalucía, en Córdoba, que llaman Futuros abundantes. Una de las salas presenta una pared llena de cintas colgadas, en cada una un deseo. Cientos de deseos al alcance de la mano del espectador. La autora es Rivane Neuenschwander y la obra: Deseo tu deseo. La idea es tomar los deseos de un número de personas, exponerlos y dejar que cada uno elija el que quiera, con el que mejor se identifique. Coges la cinta y puedes anotar en una hoja de papel un nuevo deseo y dejarlo en el hueco que ha dejado el que has elegido. Puede que, en el futuro, forme parte de esa misma exposición en cualquier otra parte del mundo. Os aseguro que hay deseos de lo  más variado y utópico: deseo que se acabe el patriarcado, deseo ser una persona no binaria, deseo tener trabajo, deseo quererme más, deseo un mundo sin guerras, deseo el final del cambio climático... 

Cuando llegó mi momento, el de escoger una cinta y un deseo elegí este: deseo una muerte fácil.
Ahí están mis obsesiones: la enfermedad y la muerte.

No tengo solución para ellas pero sí que me reconforta cuando encuentro a una autora que pone palabras a lo que yo no sé contar. Por eso, y por muchas razones más, leemos. Y también por eso, creo, es tan importante elegir los cimientos.


«Envejecer es aprender a perder.

Asumir, todas o casi todas las semanas, un nuevo déficit, una nueva degradación, un nuevo deterioro. Así es como yo lo veo.
Y ya no hay nada en la columna de las ganancias.
Un día ya no puedes correr, ni caminar, ni inclinarte, ni agacharte, ni levantarte, ni estirarte, ni encorvarte, ni darte la vuelta de un lado, ni del otro, ni hacia delante, ni hacia atrás, ni por la mañana, ni por la noche, ni nada de nada. Solo puedes conformarte, una y otra vez.
Perder la memoria, perder los referentes, perder las palabras. Perder el equilibrio, la vista, la noción del tiempo, perder el sueño, perder el oído, perder la chaveta.
Perder lo que te han dado, lo que te has ganado, lo que te merecías, aquello por lo que luchaste, lo que pensabas que nunca perderías.
Readaptarse.
Reorganizarse.
Apañárselas.
No darle importancia. 
No tener ya nada que perder.

Al principio son nimiedades. Luego la cosa se acelera.
Pues una vez que empiezan, pierden sin remisión. A carretadas.
Pierden todo lo que puede perderse.
Y saben que, a pesar del esfuerzo -del combate diario que empieza cada vez de cero-, a pesar de la buena voluntad, no pierden nada por esperar.»

Las gratitudes
Delphine de Vigan.

PROPIETARIOS


Porque no poseemos nada,
ni siquiera la vaga sombra de futuro
que a nuestra infancia responsable pervertía.

Porque no somos dueños de nada,
ni aun del propio dolor
que con asombro hemos mirado tantas veces.

Porque, sin duda, tener no es lo nuestro,
y sí soñar desesperadamente
que todo lo tenemos al borde de la mano,
de esta tozuda mano que nos nombra
con más rigor que un apellido.

Dueños de desearlo todo: qué tristeza.

Dueños del miedo, el polvo, el humo, el viento.

Francisca Aguirre
Ítaca





Deseo tu deseo. Rivane Neuenschwander 

13 de marzo de 2022

Partir es morir un poco y llegar nunca es definitivo

Escuché ayer al periodista Enric González en una de sus piezas radiofónicas hablar de esta frase del músico argentino Moris: La vida está bien aunque el mundo esté mal. Decía además: Todo indica que durante una temporada, quizá bastante larga, el mundo va a darnos muy pocas satisfacciones. No vale la pena engañarse. No hay día sin malas noticias, ni precio sin subida, ni cuerpo que aguante lo que estamos viviendo en Ucrania. Son tiempos de angustia.

    

Unos días antes, el escritor Ian McIwan empezaba una de sus columnas periodísticas con esta lucidez terrible: Aquí estamos, en nuestros asientos de primera fila de un circo sangriento, viendo todo en la televisión y en Twitter, atrapados entre la piedad infinita y un razonable egoísmo.

Uno y otro ponían palabras a lo que muchas de nosotras sentimos estos días. No hay cuerpo que aguante esta incertidumbre, esta desazón, este espectáculo diario en las cadenas televisivas. Ya veníamos heridos de muerte con la pandemia. Los grandes desastres no borran los pequeños porque, a todo esto, sumamos: crisis económica y sanitaria, la salud mental en vilo, erupciones volcánicas, crisis de refugiados, crisis climática, conflictos bélicos normalizados, discursos de odio, comentarios machistas y xenófobos emitidos en prime time...

Y sin embargo: la vida está bien aunque el mundo esté mal y seguimos agarrándonos al clavo ardiendo y dando las gracias por el privilegio de llegar a otro día con algo pequeño que celebrar. 

La escritora Rosa Montero indica en un artículo y también en su libro Lágrimas en la lluviaEl primer emperador romano, Octavio Augusto, consiguió sus inmensos y abusivos poderes porque la República se los otorgó de buen grado. ¿Y por qué hizo semejante barbaridad la República romana, por qué se suicidó? Cuncta fessa, explicó Tácito: “Todo el mundo está cansado”. Sí, estaban cansados de la inseguridad política y social y no creían en las instituciones. Así perdió Roma sus derechos y libertades durante siglos. A veces los pueblos se suicidan. A veces los pueblos deciden arrojarse al abismo.

Rachel Cusk señala en su libro Despojos: En la tragedia griega, la comunidad comparte el dolor de la guerra con los combatientes que vuelven a casa. Sale a la calle a ofrecer su amor y su solicitud a quienes han sufrido el dolor de la batalla. El matrimonio deja fuera a los demás, dice mi amiga. Cuando te casas te alejas de los demás, pero cuando el matrimonio se acaba salen a darte la bienvenida. Eso es la civilización dice. Lo peor que te ha pasado ha sacado lo mejor de ellos.

Y así es como leyendo aquí y allí, saliendo un poco del ruido y de las frases fáciles, de los discursos en las redes vacíos a veces, estúpidos y mediocres en muchos casos, sin ningún filtro ni reflexión la mayoría, es como consigo salir del mutismo solo por un día. Me da miedo el cansancio del mundo pero la experiencia también nos dice que lo peor que le ha pasado a alguien ha sacado lo mejor de otros. Así que me voy a quedar con lo que decía Moris: La vida está bien aunque el mundo esté mal. Tendremos que evitar el cansancio por nuestro bien y celebrar cada pequeña victoria.





*La oración del migrante dice que

Partir es morir un poco y llegar nunca es definitivo.

**Fotografía: Ventana del investigador Lev Shevchenko en Kiev. Marzo 2022.


10 de febrero de 2022

No te va a querer todo el mundo

Vivir, vivir de una manera auténtica ni es fácil, ni sencillo ni indoloro. Requiere esfuerzo físico e intelectual, requiere sacrificio, requiere tiempo y requiere agallas. Y no existen fórmulas mágicas, ni atajos, ni secretos absurdos ni reglas que invariablemente se deban seguir. Uno debe construir su camino de vida aceptando que otros, mejores y más sabios que nosotros, estuvieron antes destilando conocimientos e ideas que sirvieron de camino a otros.

Isabel Coixet.


No te va a querer todo el mundo. Así se titula la recopilación de artículos de Isabel Coixet. No te va a querer todo el mundo, lo pensaba estos días, es también una afirmación, una realidad, una certeza. No te va a querer todo el mundo, y está bien. Sin dramas.

Dice Coixet al inicio de la entrada que uno construye una vida aceptando que otros, mejores y más sabios, abren un camino al resto. Es curioso pero creo que uno gana mucho más fuera del foco (redes, discordias, la última polémica, el último titular) y aprovechando el poco tiempo que tenemos haciendo aquello que nos enriquece y sobre todo escuchando a otros (mejores y más sabios).

No te va a querer todo el mundo. Y qué alivio. Tener bien claras las premisas, poder invertir bien la atención, los afectos y el tiempo. 

Todas las noches procuro leer algunas páginas de la lectura que tengo entre manos y justo antes de empezar miro hacia la ventana. A lo lejos se ve un bar, hace esquina y está iluminado por dentro. Fuera es noche cerrada y el rojo del cartel de Coca-Cola destaca en la negrura. Está abierto pero apenas si hay gente dentro, solo el camarero recogiendo y algún cliente rezagado. Siempre que lo miro pienso que podría ser un cuadro de Hopper

Las noches siempre traen pensamientos extraños, una tregua al estrés del día, una paz que te llena la cabeza de imágenes y también de imaginación.

Miro hacia la ventana, a ese bar, y pienso en ese camarero que recoge los restos del día y hago como él, recojo en mi cabeza el producto de todo lo trabajado, lo leído, lo escuchado y lo visto. Y de todo eso también extraigo lo sentido. Hay días en los que hay fruto y otros en los que no. Imagino al camarero del bar pensando lo mismo: poniendo en la balanza los acontecimientos del día y recogiendo la ganancia. Que antes de salir a la negrura haya algo valioso que llevarse a casa.

He tenido unos días bastante buenos. Añadí un nuevo año que celebrar, estuve con los míos, leí un buen libro -Las gratitudes, de Delphine de Vigan- que me dejó un profundo poso y temas como es el paso del tiempo y de ciertas personas por nuestra vida y que nos la cambian, en los que quedarme a reflexionar. Y vi una de las secuencias más hermosas y emotivas en una serie en forma de poema.

Así que, es bueno saber de antemano que no te va a querer todo el mundo (tú tampoco lo harás), pero que esta vida está llena de cosas valiosas, a nuestro alcance, y hay que hacer recuento cuando finaliza el día. Os voy a dejar una de mis cosas valiosas. El personaje de Lisa, de la serie After Life, recitando el precioso poema de Mary Elizabeth Frye "Do not stand at my grave and weep". Tenéis también la traducción.



No te quedes en mi tumba llorando.

No estoy allí, no duermo.

Soy mil vientos que soplan.

Soy el diamante que brilla en la nieve.

Soy el sol sobre el grano maduro.

Soy la suave lluvia de otoño
cuando te despiertas
en el silencio de la mañana.

Soy el veloz e inspirador ajetreo
de pájaros silenciosos
volando en círculos.

Soy el suave brillo de la noche.

No te quedes en mi tumba llorando.

No estoy ahí, no morí.

Mary Elizabeth Frye




6 de enero de 2022

En cualquier invierno hay un calor decente hecho a vuestra medida - Bienvenido, 2022

 «Creo que, poco a poco, invirtiendo mucho tiempo, me he ido creando un mundo propio. Y cuando estoy en él, yo sola, me siento hasta cierto punto tranquila y segura. Pero el hecho de haber tenido que construirme ese mundo significa, en sí mismo, que soy una persona débil, frágil, ¿no?
Además, desde el punto de vista de la sociedad, mi mundo es algo insignificante. Parece una casa de cartón que un vendaval puede llevarse en un abrir y cerrar de ojos...»

After Dark
Haruki Murakami



Buscaba una cita con la que iniciar la primera entrada de 2022, sin haber tenido el tiempo ni la forma de despedirme del 2021 como es debido. Y ahí estaban las palabras en After Dark -me he ido creando un mundo propio, en el que estar tranquila y segura; mi mundo es algo insignificante...- encajando como anillo al dedo.

Puedo hacer un rápido resumen de las lecturas más reseñables para mí. Tomo como referencia mi Goodreads y los datos están claros: sesenta libros terminados donde se cuentan novelas, ensayos y algunas maravillas ilustradas. 
Ha sido el año de Maggie O´Farrell (he leído todo lo que tiene traducido y publicado), de dejarme llevar por las recomendaciones de mi familia lectora para caer rendida a Claus y Lucas de Agota Kristof, Nada se opone a la noche, de Delphine de Vigan, Federico de Ilu Ros, El hombre de hojalata de Sarah Winman, El duelo es una cosa con alas, de Max Porter y After Dark de Haruki Murakami. 

Clásicos con los que he disfrutado mucho: Expiación de Ian McEwan, La carretera de Cormac McCarthy y Mendel, el de los libros de Stefan Zweig.

Miro al 2022 de frente y veo un año lleno de posibilidades. Decía Robert Frost: «Puedo resumir en tres palabras todo lo que he aprendido de la vida: la vida sigue.»

Cruzo enero de la mano de El corazón helado, de Almudena Grandes porque es verdad eso que dicen: el mejor homenaje que se le puede hacer es leerla, nombrarla, que permanezca en nuestra memoria. Descansa tranquila, Almudena. Aquí en la Tierra somos muchos más los que te queremos, los que no usamos tu nombre en vano, ni lo ensuciamos. Somos más los que se emocionan al escuchar las palabras, el tono, ejemplo de dignidad y amor de Luis García Montero cuando habla de ti.

Empecemos, pues, 2022 de la mano de quienes tienen algo valioso que decir. Con la esperanza de que en la balanza de los próximos 365 días pesen más los luminosos que los difíciles, que siempre haya más apuntes en nuestro debe que en el haber. Pongámonos manos a la obra.


EN CUALQUIER INVIERNO SE ESCONDE
UN CALOR HECHO A NUESTRA MEDIDA


Ya no nieva. La noche
descansa en la blancura de unas sábanas
con forma de ciudad.
Detrás de la ventana no estoy solo.
Tengo algunos tejados, esquinas luminosas,
y pasan caminantes
con prisa y muchas bolsas de regalo     
en busca de una cena familiar.

A la luz de la noche
parpadea la nieve. Parpadea
la pantalla del móvil. Feliz año,
que tus sueños se cumplan,
justicia para el mundo,
la dirección del banco saluda a sus clientes...
Parpadean mensajes y navegan
con sus breves deseos   
en esta religión de la distancia.

Que se acabe la crisis,
república, salud y el amor de los tuyos,
mañana no será lo que Dios quiera,
este año es el nuestro y es valiente,
atreverse a nacer con la que está cayendo,
hoy me acuerdo de ti.

Parpadea la vida, los años parpadean,
las historias, papeles en el viento,
desarraigados árboles que pasan 
en el viento que pasa
como pasan las hojas y la nieve.

El náufrago perdido en una isla
procura dar señales con el humo
de una hoguera, o arroja
una botella al mar.
En medio de la nada,
mientras las olas llegan como números
a una orilla electrónica,
también me acerco al mar y envío mis mensajes.

Con la barba crecida
y la camisa rota,
descalzo por la arena de una isla,
súbdito de mi caza, de mi pesca y mi red,
nada digo a los otros
si no es que estoy aquí,
que sigo naufragado en un lugar del mundo
y que marco los días
en el tronco de un árbol,
para que no se olviden,
desarraigados días que pasan con el viento,
con el viento que insiste y murmura
deberías hablar,
deberías hablar
porque en cualquier invierno
hay un calor decente
hecho a vuestra medida.

Luis García Montero
Un invierno propio (2011)