.Image { text-align:center; }

22 de octubre de 2023

La educación física, de Rosario Villajos

Hay libros que tienen un efecto similar al que se produce cuando tiras una piedra a un estanque. La piedra baja rápidamente, desaparece y, sin embargo, en la superficie varias ondas se expanden, alterando la calma. Lo leí en abril y aún resuena. Mucho más, quizá, porque después he podido ir escuchando a su autora en las entrevistas, he podido hablar con ella sobre ese instituto, el nuestro, del que habla en la novela y he podido comentarlo con otras amigas lectoras.

Me acerqué a La educación física por razones equivocadas: había sido Premio Biblioteca Breve 2023 y lo había escrito Rosario Villajos, cordobesa y un año mayor que yo. Leí el libro y aparecieron las razones correctas: yo conocía a Catalina, su entorno, e incluso, a veces, había sido yo. La portada del libro, un cuerpo femenino enfundado en una braga-faja, y el título presagiaban lo que vendría después. 

La educación física nos habla del cuerpo femenino, de la desposesión propia y la posesión ajena que se hace del mismo. Recuerdo que con diez o doce años iba a eventos familiares con faja. Así la ropa, en mi cuerpo aún sin formar y del que no tenía ningún control, quedaría mejor.

La barriga prominente sería más aceptable social y estéticamente. Asisto estupefacta a la moda de bikinis con relleno para niñas, me dan ganas de llorar. Si desde la infancia recibes ese mensaje, hay algo que está mal en tu cuerpo y puede arreglarse para que deje de ser él y se acerque al ideal, ¿cómo esperamos llegar a la adolescencia con cierta autoestima?Luego llegarán los demás: la belleza como estatus, el despilfarro económico en peluquerías, manicuras, láseres y depilación, rayos uva, maquillajes, ropas y complementos. Chicas de menos de treinta que ya tienen unas pestañas, cejas y boca que no eran las suyas. Veo series donde los personajes femeninos de más de sesenta tienen todas las mismas bocas, las mismas frentes estiradas, los mismos rasgos sin expresión. La tiranía de la belleza y la juventud como mensaje 24/7.

Crecí en la misma época, con los mismos mensajes erróneos, y en el mismo instituto que retrata la novela. No sé cuánto hay de ficción, pero reconozco perfectamente las partes que no lo son. El miedo que nos inculcaron a las chicas cuando ocurrió lo de las niñas de Alcácer, la desigualdad evidente entre mi hermano y yo por una cuestión de género, las pequeñas agresiones que te marcan para toda la vida y que no sabes cómo gestionar: que tus compañeros de clase opinen abiertamente sobre tu cuerpo, que siendo una niña un señor se frotara contigo en un autobús y tú contuvieras la respiración mientras la vergüenza te dejaba paralizada, que en mitad de la calle un chico te tocara por que sí, por que podía hacerlo. Las miradas de ciertos hombres que eran difíciles de decodificar pero que sabías que no estaban bien. Cortarse el pelo a lo chico para ganar un poco de invisibilidad y empezar a utilizar camisetas dos tallas más grandes. Correr durante las clases de educación física con la cazadora del chándal porque, aunque el calor es insoportable, lo son más las miradas y comentarios sobre el tamaño y movimiento de tus pechos que sabías que se hacían entre tus compañeros. Tu cuerpo siempre a disposición de los demás. El miedo y la alerta siempre presentes.

El momento definitivo, quizá, es el de ese profesor de educación física que solo sacaba a chicas para ponerlas de ejemplo sobre cómo hacer el pino, el pino puente y lo que hiciera falta. El profesor sobón que yo y muchas de mis amigas habíamos conocido. El secreto a voces con el que no podías hacer nada, salvo rezar para que no te eligiera la próxima vez. Todos conocedores y todos cómplices. Cuando se intentó hacer algo, la reprimenda fue para las denunciantes.
Mi cuñada y yo comentábamos anécdotas del instituto, la rumorología y las certezas. El profesor ex-seminarista de dibujo que puntuaba mejor a las chicas que a los chicos. No era algo que nos inventáramos. Dos láminas de dibujo técnico hechas por la misma persona, eran puntuadas diferente según fueras chica o chico. Todas esas atenciones indeseadas por señores que te doblaban y triplicaban la edad. Todos los comentarios de tus compañeros sobre enseñar escotes para tener mejores notas.

Mi amiga A. no estuvo en nuestro instituto, solo tiene hermanas y, sin embargo, tras prestarle la novela y preguntarle su opinión me dijo que había sido una lectura que le había dolido. Fijaos en la palabra utilizada. Dolor. Otra más que se identificaba con los escenarios comunes.

Quizá por eso, porque La educación física es una novela que nos narra y nos cuenta a muchas de nosotras, tiendo a recomendarla tanto. Catalina, la protagonista, es legión. Leo comentarios de lectoras que quieren abrazar a la protagonista. Ojalá nos juzgaran menos y nos abrazaran más.

"Cruzar el descampado es lo más parecido a lo que viven los personajes de las novelas del oeste y de aventuras que leía hace unos años, solo que John Silver y el pequeño Jim quieren encontrar un tesoro en una isla y Catalina solo quiere llegar a casa a tiempo y sin que la violen.
Una de aquellas veces, a pesar de que era pleno invierno, llegó a su portal tiritando, pero no de frío, sino porque oyó un ruido y creyó que alguien la estaba siguiendo. El suyo, le han dicho, es un miedo ancestral, estadístico, antropológico, epigenético, fundado."