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25 de marzo de 2020

Estos días que reescribirán nuestra historia

«En el corazón del hombre hay lugares que aún no existen,
 y para que puedan existir entra en ellos el dolor»
Léon Bloy


Empiezo esta entrada por la mañana, porque la pátina de desesperanza y angustia se acumula durante el día y cuando llega la noche la carga se hace demasiado pesada para escribir.
Mientras ahí fuera miles de personas se están batiendo el cobre, muchos nos encontramos paralizados, improductivos, meros espectadores de la situación. A esto se refieren, supongo, cuando dicen que el miedo te paraliza. En esta sociedad globalizada e hiperconectada cada cual gestiona las crisis de manera diferente. Procuro mantenerme al margen, a ratos sorprendida, a ratos decepcionada, a ratos asqueada. Imagino que, en el futuro, el COVID-19 será un golpe en la mesa en nuestros calendarios vitales, como lo fue en su día el ataque y derrumbe de las Torres Gemelas. Nos preguntaremos: ¿qué estabas haciendo o dónde estabas cuando la pandemia de coronavirus arrasó el mundo entero? Imagino que empezaremos diciendo que fue una suerte sobrevivir, si lo hacemos, y que nos sirvió para entender qué clase de sociedad éramos (con todas sus luces y sus muchas sombras) y si cambiamos algo después de aquello. Quizá dentro de cinco años vuelva a esta entrada (o no) y reflexione sobre qué lodos dejaron estos polvos. No soy una persona optimista al respecto, me molesta escuchar o leer que necesitábamos una pandemia para sacar algo bueno de nosotros. Nadie necesita esto y pensar que está ayudando "a pensar" a mucha gente me hace dudar aún más de la condición humana.

¿Qué os ayuda a sobrellevar esta espera, este confinamiento? A mí me ayuda entrar lo justo en las redes (bendito botón de pausar a ciertos contactos durante 30 días... confinarlos al silencio virtual); estar informada y asimilar las malas noticias y cifras dos veces al día, leer cuando la ansiedad lo permite; mirar cómo teletrabaja B. y esperar a que llegue con el miedo en el cuerpo cuando le toca ir a la oficina; desconectar leyendo o viendo alguna serie, película o programa de TV y escuchar a las personas que admiras (normalmente, escritores y escritoras) mostrando coherencia y humanidad. Dejar que la emoción me desborde cuando toca. Ignorar muchas de las propuestas que buscan mantenernos ocupados y activos. Aplaudir para ellos y ellas, para todos, también para nosotros, que buscamos aliados entre los balcones y ventanas. Hablar con la familia y amigos, confirmar que están todos bien. 
Y hoy me ayuda escribir. Como decimos Una bloguera eventual y yo, no es que escribamos para que nos lean, sino que esto es una clase de terapia más para nosotras. ¿Sabes, M. Ángeles? He empezado a hacer un curso virtual de Mindfulness (espero que sonrías al leerlo).
Y en él encontraba el poema del filósofo sufí Rumi, que habla de cómo todos debemos gestionar y acoger nuestros diferentes estados de ánimos.

LA CASA DE HUÉSPEDES

Cada mañana un nuevo recién llegado.
una alegría, una tristeza, una maldad...
Cierta conciencia momentánea llega
como un visitante inesperado.

¡Dales la bienvenida y recíbelos a todos!
Incluso si fueran una muchedumbre que se lamenta,
o que desvalija tu casa con violencia.
Aún así, trata a cada huésped con honor.
Puede estar creándote el espacio
para un nuevo deleite.

Al pensamiento oscuro, a la vergüenza, a la malicia...
Recíbelos en la puerta sonriendo
e invítalos a entrar
Sé agradecido con quien quiera que venga
porque cada uno ha sido enviado
como un guía del más allá.


En esta casa, además de incertidumbre y miedo, hay mucha esperanza. Tan necesaria en estos tiempos sombríos. Por eso, quería dejaros un fragmento de uno de los últimos libros que he leído en la cuarentena: No entres dócilmente en esa noche quieta, de Ricardo Menéndez Salmón. El libro, cuyo título hace referencia al poema de Dylan Thomas, es un ajuste de cuentas del escritor con su padre (fallecido en 2015) y su influencia. Entre sus páginas, este fragmento que finaliza con una de las frases que nos sostiene estos días: Esto también pasará.

(...) entre los cientos de historias que abundan en personajes bíblicos, mi favorita sea una que adopta forma de parábola. Es Bioy Casares quien la ha conservado negro sobre blanco. Según el autor de La invención de Morel, su mentor, maestro y amigo Borges le contó lo siguiente un día de abril de 1958: 
«El rey David llamó a un joyero y le pidió que le hiciera un anillo, un anillo que le recordara, en los momentos de júbilo, que no debía ensoberbecerse, y, en los momentos de tristeza, que no debía abatirse. "¿Cómo lo haré?", preguntó el hombre. "Tú sabrás -contestó el rey-. Para eso eres artífice." El joyero salió a la calle. Un joven le preguntó: "Anciano, ¿qué te atormenta?" El joyero contestó: "El rey me ha encargado un anillo" y explicó todo. "Eso es fácil -declaró el joven-. Fabrica un anillo de oro con la inscripción: Esto también pasará"»

Ayer escuchaba al escritor Víctor del Árbol, a cuenta de la crisis que se avecina para el sector editorial (como en tantos otros), decir que era cierto que "los libros no comen, pero alimentan". Y es cierto. Cambiarán nuestras prioridades, cambiará nuestra economía y nosotros mismos. Pero en este presente difícil y en ese futuro incierto, no me cabe ninguna duda de que seguiremos necesitando los libros.









7 comentarios:

  1. ¡Ay Lidi! Se me han saltado las lágrimas con ese poema de Rumi y Dylan Thomas me gusta mucho.
    Es completamente normal sentir miedo, incertidumbre, desconcierto, incredulidad...creo que tomarlo como algo "normal" es lo extraño, la verdad. Y con todo este bombardeo de noticias, cosas por hacer, consejos no pedidos ...en fin llega un momento que el colapso es la consecuencia inevitable de todos esas iniciativas e información (tanto lo bueno como lo malo).

    Por eso para mí en estos momentos el mejor refugio es la lectura. Es lo poco que me motiva y me hace desconectar de toda esta extraña realidad que tenemos ahora mismo ahí fuera. Creo que al final cada una tiene que buscar su oasis particular y olvidarse del mundo para poder seguir, no es egoísmo es auto-protección. Si tú estás bien, a tu alrededor lo notan y al final ellos también lo están y poco a poco se retroalimentan. Eso no quita para que tengas un bajón, o te apetezca quedarte en la cama, o llorar o hacer una sesión continua de la típica serie que no te aporta nada pero que te ayuda a "limpiar" las neuronas.

    Por cierto, me encanta el curso que estás haciendo. Nunca he hecho ninguno, así que espero ansiosa tu veredicto final a ver si me animo a probar.
    Y nada, que te envío un abrazo enorme, que es una maravilla pasarme siempre por aquí, te agradezco mucho que pongas palabras a estos momentos, es una manera de compartir emociones y sentirse un poquito más comprendida y menos sola.

    ¡Un besazo enorme bonita!

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    1. Hola, Ani
      Muy de acuerdo con lo de la autoprotección, tan necesaria estos días. Yo también te agradezco que pases por aquí y cuentes qué es lo que te ayuda estos días. Somos muchas las que nos refugiamos en la lectura, los blogs y las series. Ojalá pase pronto.
      Un beso enorme y mucho ánimo.

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  2. A mí me ayuda entrar en las redes lo justo, mantenerme informada, no tanto de esa avalancha mezcla de noticias luctuosas, alarmas y ruido, sino ir a los números (las cifras siempre me han dado seguridad, una —seguramente falsa— sensación de control). Pero lo que más me ayuda son las palabras, las que cruzo a diario con la familia, con las personas que importan.
    Tampoco creo que el sufrimiento sea algo valioso en sí mismo, pero aquí está y seguro que nos va a hacer distintos, de nosotros dependerá que mejores.
    Un abrazo enorme, Lidia, otra de las cosas de las que estoy convencida, es que escribir para una misma es la mejor manera de llegar a los demás...

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    1. Hola, Marisa
      Me pasa igual, intento ir a las cifras por aquello de comparar, entender la curva, etc... (la Universidad John Hopkins está haciendo un trabajo alucinante recavando datos). Y también es cierto que las palabras ayudan, siempre lo han hecho.
      Recorreremos este camino y ya veremos qué nos depara el final, confío en que algo bueno debe compensar todo este dolor.
      Un abrazo enorme. Seguimos.

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  3. Hola!!
    Estoy totalmente alejada de las redes, no veo la tele, no entre en face. Creo que hay momentos en que se confunde la información con sensacionalismo y, tal como tengo el panorama actual, no tengo necesidad de conocer cifras ni nada por el estilo.
    Hay que informar y concienciar y, quizás somos tan cacurros que la única via sea asustarnos., pero a algunos no nos hace falta.
    confinada en casa, forzosamente, Para lo único que me da la mente es para ver la tele cosas chorras ;)
    Un besote

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  4. ¿Recuerdas lo que escribí que me ayudaba a pasar los días? Pues con el pasar de éstos me he dado cuenta que unos días me ayuda una cosa y otros otra. Como tu y Marisa, me quedo con los números y sólo con ellos la situación es desoladora.
    He tenido dos momentos malos, la primera vez que fui al supermercado y me di cuenta que todo el mundo iba preparadísimo para protegerse, y ayer-hoy, que empiezan a conocerse casos de gente cercana que no sólo lo "está pasando", sino que "han podido" con ellos.
    Bajonazo grande. He de volver a lo que me funciona para intentar recuperar un poco, porque aún queda mucho, esto es una carrera de fondo.
    Beso grande, ánimo y esperanza.

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  5. Hola, corazón.
    Veo que has retomado con ganas durante este confinamiento la sed de escribir, qué bien. Y tengo mucho que responder....

    1. Respecto a que hacía falta una pandemia para frenar... ¿Era la única forma? Me parece cruel que cueste víctimas, porque esto, señores, es una hecatombe. Y creo es de muy mal gusto decir que "hacía falta...." Y porque seguramente, cuando todo esto pase, porque pasará, y si seguimos vivos, no a todo el mundo le sirve para concienciar. Cuando se pueda salir a la calle, ojo, intuyo un asilvestramiento importante. Vuelta a los orígenes, al instinto animal, y dados los abrazos que nos debemos, sálvese quien pueda. Tiempo al tiempo.

    Porque las tragedias dejan sucuelas, algunas eternas.
    2. No me resulta algo lejado lo de tu curso de mindfulness. Hice una sesión un día y dije, uy, esto no es para mí. Recuerdo que la profesora decía que cuando uno cuece un huevo, tiene que centrarse únicamente en cocerlo. Si la mente se va, hacerla volver. Y recuerdo que yo le respondí que mientras yo cocía un huevo, tendía la colada y hablaba por teléfono. El otro día estaba tendiendo, SOLO TENDIENDO, y recordé a esa profesora, sus palabras y las mías y dije, ¡¡ Jo*** ! ¡¡ Estoy haciendo mindfulness!!

    Confieso que no sé si podré hacerlo cuando todo vuelva a la calma....

    3. Y sí, sin duda, los libros son necesarios. No sé si se puede vivir de libros pero no sin libros.

    Un abrazo.

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