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28 de septiembre de 2018

Entre bambalinas - El indiano, María Montesinos

El año pasado inauguraba esta sección con el objetivo de dar a conocer el trabajo de documentación e investigación que hay detrás de una novela romántica histórica. María Montesinos autopublicó El indiano el uno de marzo de este año. La historia comienza en el Santander de 1883 y, como lectora, puedo afirmar, sin lugar a dudas, que es una novela que retrata muy fielmente la época, las sensaciones y el ambiente en el que está situada históricamente. Tanto que no pude dejar de visitar la Fundación Archivo indianos - Museo de la Emigración de Colombres (Asturias) para saber más de aquellos emigrantes españoles que volvían a sus ciudades de origen con grandes fortunas y a los que denominaron indianos. María ha cuidado hasta el último detalle, no solo en el contenido de la novela, sino también en su preciosa edición en papel.
Y, como lo importante aquí es hablar de lo que hay detrás de El indiano, os dejo con las palabras de María sobre su proceso de creación. Solo me resta agradecerle su tiempo e interés en preparar esta completa entrada e invitaros a disfrutar de la novela.


SINOPSIS

 Héctor Balboa, un indiano enriquecido en Cuba, regresa al cabo de los años a España con la intención de reconciliarse con su pasado e introducirse en los influyentes círculos económicos e industriales de la sociedad de 1883. Llega rebosante de planes de progreso y con la esperanza de hacerse un sitio respetable en su tierra natal, Santander. Sin embargo, pronto se dará cuenta de que para formar parte de esa sociedad deberá aceptar sus rígidas reglas y acordar un matrimonio ventajoso con alguna joven casadera que le abra las puertas a los grandes negocios forjados entre los políticos, empresarios y aristócratas que se dan cita cada verano en Comillas. 
Balboa no dudará en sacrificar el amor a sus propias ambiciones personales hasta que se cruza en su camino la obstinada Micaela Moreau, una joven solterona de Madrid, empeñada en cambiar el destino de las niñas sin educación y al mismo tiempo, defender su libertad e independencia frente a los designios marcados por su familia. 

Una historia de amor que cambiará el rumbo de dos corazones decididos a perseguir sus propios destinos, sin doblegarse ante las convenciones del momento.


María, para ir entrando en materia... ¿Cómo suena esta época?


No sabría decirte a qué suena esa época en general, pero la sociedad que retrata "El Indiano" suena a las sonatas a piano y arpa de las veladas musicales que organizaba la clase alta en sus salones. La pieza "Para Elisa" de Beethoven era casi obligado saber interpretarlo para cualquier señorita educada, aunque podría escucharse a Schubert o a Chopin.
Pablo Sarasate

En el siglo XIX la Zarzuela tenía mucho predicamento en las clases populares, y las óperas de los músicos italianos eran muy apreciadas (Rossini y El Barbero de Sevilla tuvo mucho éxito en España). Si tuviera que imaginar cómo suena esa época en general, supongo que sonaría a Pablo Sarasate y sus Airs spagnols o a Eduardo Ocón y los Recuerdos de Andalucía, ambos buenos y reconocidos compositores de la época.

(Pinchad en los enlaces si queréis escuchar las piezas durante la lectura)

¿Por qué elegiste esta época para tu novela?
El Capricho - Gaudí


No fue una decisión premeditada. De hecho, nunca me planteé escribir novela histórica, le tenía mucho respeto. Pero visité un verano Comillas, con sus casonas, su arquitectura casi monumental y sobre todo, con "El Capricho" de Gaudí, y quise conocer más de cómo había sido aquella época de finales del XIX en ese pequeño pueblo para que fuera así. Me llamó mucho la atención la personalidad de Máximo Díaz de Quijano, el hombre que le encargó a Gaudí la construcción de esa residencia que, al principio se llamó "Villa Quijano", con un minarete estilo persa y la fachada decorada de girasoles. Pensé que debía ser alguien muy audaz para aceptar un proyecto así en una sociedad tan conservadora, católica y convencional como era la de la Restauración española. Esa casa y esa persona fueron la semilla de esta historia. A partir de ahí, comencé a investigar y la historia de "El Indiano" comenzó a tomar forma poco a poco.


¿Cómo hiciste para documentarte? ¿Tenías claro lo que necesitabas?

No, en realidad, fue un proceso lento que duró toda la escritura porque no tenía un guion previo y definido de la novela. A menudo, la documentación influyó en el desarrollo de la trama y eso me ralentizó bastante porque a medida que descubría detalles o aspectos que me parecían relevantes, valoraba si podría incorporarlo. ¡Y había tantísima información interesante! Era como un hilo del que podría tirar eternamente. Durante la escritura descarté tanta o más documentación de la que he utilizado y tuve que borrar capítulos enteros que se desviaban demasiado de la trama. 

Gran Hotel - París
Fue laboriosa pero disfruté muchísimo con la investigación, con descubrir hechos y detalles de la vida cultural, política o social de aquella época, o de bucear por donde fuera hasta verificar que determinados datos o hechos se correspondían con la realidad, como por ejemplo, si en el Madrid de 1883 había algún hotel de lujo, o si existía ya el Palacio de la Magdalena en Santander (que no, fue posterior) o si las líneas del ferrocarril llegaba en aquel momento hasta Santander y cuánto podría durar un trayecto.

¿Cuáles fueron tus fuentes?




Muchas y variadas, pero sin duda, sin Internet, no sé si hubiera podido escribir "El Indiano". Antes de sentarme a escribir busqué manuales de Historia para conocer los aspectos más generales de Restauración, un momento histórico muy desconocido para mí: la política, la economía, el arte, el pensamiento y la sociedad en la segunda mitad del s.XIX. Me apasionó la época y ciertas similitudes que encontraba con el momento actual —supongo que hay cosas de nuestra cultura como país o nuestra naturaleza, que nunca cambian—. Si no hubiera sido así, si no me hubiera atrapado ese momento histórico, creo que hubiera sido incapaz de escribir "El Indiano".


Visité el Museo del Romanticismo en Madrid y el Museo del Traje para enmarcar la vida doméstica y la vestimenta; consulté las revistas femeninas de la época en la Hemeroteca Nacional Digital —La Moda Elegante o El Correo de la Moda—, para saber qué interesaba a las damas, de qué hablaban, qué leían. Ya entonces había columnistas como la vizcondesa de Caltelfido, que mandaba sus crónicas de moda desde París.


¿Qué es lo más difícil cuando escribes novela histórica?

Siempre pensé que el lenguaje sería lo más complicado. El vocabulario preciso, ni muy arcaizante ni muy moderno. Los giros, las expresiones. Luego, una vez que coges el tranquillo, sale más fácil de lo que parece. Ahora creo que lo más complicado es conseguir que todo tenga coherencia, que no haya detalles o aspectos que desentonen y te saquen de la novela. Las lecturas de autores de la época son de mucha ayuda en ese sentido.


Para la ambientación, el vocabulario, las costumbres, leí algunas obras de escritores costumbristas de la época, como "Nubes de estío" y "Peñas arriba" de José María Pereda, oriundo de Polanco e íntimo amigo de Máximo Díaz de Quijano, ambientadas en Cantabria y releí algunos capítulos de "La Regenta", de Alas Clarín, porque me imaginé que la sociedad de una ciudad de provincias como Vetusta, se parecería mucho a la de Santander.



Sin embargo, las dos lecturas que más me aportaron en la historia fueron "Doña Perfecta", de Galdós, un estupendo retrato de la sociedad de finales del XIX tan resistente al cambio, a los avances y al progreso que venían de Europa, y "La mujer del porvenir" de Concepción Arenal, donde la escritora refleja su visión del papel que debía tener la mujer en aquel momento, y de donde aproveché algunas de sus ideas para el personaje de Micaela.



Para el personaje de Héctor Balboa, encontré en internet bastantes estudios sobre los indianos, algunos desconocidos y otros ilustres —como el Marqués de Comillas—, cómo habían amasado su capital y cómo era su relación con la madre patria a la que todos soñaban con regresar. Los que hicieron fortuna contribuyeron luego al progreso de su tierra financiando hospitales, iglesias y muchas escuelas, algo muy importante para ellos, que habían salido de España sin saber ni leer. El tema de la educación me condujo al personaje de Micaela Moreau, y su deseo de ser maestra de escuela.

Casi por casualidad encontré una referencia a los Congresos Pedagógicos de 1882 y 1892 en Madrid. De este último encontré algo parecido a las actas con los ponentes y lo que allí se debatió: ya entonces se planteaba la educación igual para niños y niñas y se reclamaban los mismo salarios para maestras y maestros, que no sería tan fácil. 
Alumnas de la Asociación por la Enseñanza de la Mujer

Al documentarme sobre dónde se formaban las maestras en aquel entonces, qué enseñaban y dónde, llegué a la Asociación por la Enseñanza de la Mujer, de D. Fernando de Castro, una figura muy relevante en su momento en lo que a la educación de la mujer se refiere y del que ahora apenas se sabe nada, cuya fundación sigue abierta en el mismo lugar que en aquel entonces.


Emilia Pardo Bazán




Todo lo relacionado con la educación de las niñas y el papel de la mujer, doña Concepción Arenal, Emilia Pardo Bazán, y otras escritoras y periodistas de la época que, finalmente, se quedaron fuera de la novela, ha sido con lo que más he disfrutado.



¿Hasta qué punto la época ha condicionado el comportamiento de tus protagonistas?

En mi caso, la ha condicionado bastante porque quería ser fiel y coherente a la época que he intentado retratar, aunque reconozco que he aprovechado la propia "historia personal" de los personajes para permitirme algunas licencias. Por ejemplo, el hecho de que el padre de Micaela sea un francés progresista, la hace más culta y avanzada de lo que eran las damas de la época, pese a la influencia conservadora de su madre y sus tías. 

O que Héctor Balboa recalara en Inglaterra a su regreso de Cuba y viera con sus propios ojos el trajín de las fábricas inglesas en plena industrialización, también lo hicieron más abierto al cambio, a las ideas de progreso que venían de Europa. Pero, por otro lado, las escenas íntimas entre los protagonistas respetan bastante la moral recatada y conservadora de la época. Me chirriaba un poco incluir escenas más íntimas o explícitas en el contexto de esta novela en particular.


La novela se inicia con la construcción de la casa de Héctor Balboa y a lo largo de la novela hay muchas referencias a la arquitectura de la época. ¿podría decirse que es una protagonista más?


La novela surgió a partir de la visita al Capricho de Gaudí, y en un principio, creí que esta construcción tendría más relevancia en la historia de la que finalmente tuvo. 
La narración se me fue por otros derroteros, pero mantuve esa parte porque simboliza, en cierto modo, la tensión entre la tradición y la modernidad que ya se asoma en el horizonte. Por otro lado, me parecía relevante hablar de las casas porque tanto El Capricho como la arquitectura indiana reflejan no solo las aspiraciones sociales de los indianos, acordes a su nuevo estatus económico, sino también una cierta nostalgia por la tierra caribeña que tanto les dio y que, supongo, también añorarían.

Quinta Guadalupe - Fundación archivo indiano - Colombres (Asturias)

Portada de descarte








En un principio quería que El Capricho apareciera en la portada pero, finalmente, vimos que era incluso más representativa una casa indiana típica de fondo con la imagen de la señorita en primer plano. Y creo que acertamos.  



Aquí tenéis un pequeño fragmento de El indiano (cap. 26)

La joven esperó unos segundos más hasta que por fin arrancó a hablar.
—Antes de nada, perdone que haya venido así, sin avisar. Se trata de nuestro acuerdo a propósito de la escuela de Ruiloba... —Héctor se fijó en la pericia con la que se quitaba el sombrerito de paja adornado con una guirnalda de rosas, y lo posaba en su regazo. Por unos instantes, dejó de atender a lo que decía. Oía su voz, sí, pero no conseguía centrarse en sus palabras, sino en la suavidad de sus labios carnosos y en el turquesa límpido de sus ojos. Se forzó a prestar atención a lo que fuera que estuviera provocando en ella la emoción que reflejaba su cara— … En principio, son doce niñas las que tengo en mi lista, aunque estoy convencida de que podrían sumarse algunas familias más. Doce niñas dan para formar una clase pero don Fidel dice que no hay sitio en la escuela, y que él no puede hacerse cargo de ellas sin retrasar el programa de sus alumnos.
Esa última frase lo arrancó de sus pensamientos.
—Si don Fidel dice que no puede incorporarlas a la clase sin afectar al resto de alumnos, no seré yo quien le contradiga. La escuela debe continuar a su ritmo. Esos niños son el futuro de este país y el de muchas familias humildes. Necesitamos hombres de la tierra formados para el progreso que no tardará en cruzar el mar Cantábrico o los Pirineos.
—En ese futuro también hay mujeres, y mujeres que necesitan aprender y trabajar tanto como los hombres —replicó ella, cortante—. ¿O usted también pretende mantenernos en la ignorancia para que así no podamos opinar sobre lo que nos afecta? Sin educación, aboca usted a esas niñas a la prostitución o a matrimonios precoces que las llevará a dar a luz niños hambrientos sin futuro, y a morir en una vejez tan precoz como su condición de madre. 
Héctor sopesó su respuesta un segundo. Se levantó de su sillón de cuero envejecido y se acercó al ventanal que daba al jardín. Creía en la educación como herramienta para el progreso. Él mismo había visto con sus propios ojos a mujeres trabajando con el mismo afán que los hombres en las fábricas de Portsmouth y, sin embargo, en ese momento no podía ocuparse de ese asunto. Antes de nada, necesitaba resolver otros temas más importantes, como los contratos con los ingleses, las deudas de Trasierra o su alianza de matrimonio. El tiempo corría en su contra, su estancia en Comillas se acortaba. En el acuerdo al que había llegado con Micaela Moreau nunca mencionaron plazos y ahora no podía dedicarse a resolver lo que él consideraba un problema menor.
—Es posible que tenga usted razón, pero en este momento no puedo hacer nada.
—Usted me aseguró que la escuela estaría abierta a las niñas que quisieran aprender. —Ella se incorporó con ímpetu, arrastrando las patas de la butaca. El sombrerito cayó al suelo sin que le prestara la más mínima atención. 
—Pensé que usted se refería a una o dos niñas —respondió él, acercándose a recogerlo del suelo—. No imaginaba que sería capaz de convencer a tantas familias de montañeses testarudos. Debería ayudarme en mis negociaciones comerciales —repuso con cierto tono burlón.
—¡Déjese de tonterías! —exclamó ella, arrebatándole de sus manos el sombrero. El anterior fulgor de sus ojos se había convertido en un brillo acerado, y el único rasgo que delataba su nerviosismo era la forma en que se humedecía constantemente los labios, como si deseara escupirle a la cara su desprecio—. ¡Hicimos un trato! ¡Debe usted cumplir su palabra de caballero!
Héctor contuvo una sonrisa. Admiraba esa mezcla de carácter e ingenuidad de Micaela Moreau. Nunca sabía a qué atenerse con ella. 
—No se equivoque, señorita Moreau, yo nunca he dicho que fuera un caballero —repuso, sin perder la ironía.
—No hace falta serlo para mantener la palabra dada —replicó ella con desdén mientras comenzaba a recoger sus cosas para marcharse—. Hablaré con el señor cura, y con el alcalde y con quien haga falta, para que esas niñas puedan asistir a la escuela.
Él le cortó el paso.
—Espere, no se vaya así.
—Déjeme pasar —le ordenó sin amedrentarse ni un ápice. Tenía las mejillas encendidas, los ojos le centelleaban como si quisieran fulminarlo allí mismo. Estaba preciosa—. Si es así como pretende ganarse su respetabilidad, lo va a tener muy difícil, señor Balboa. No sé cómo pude pensar que a pesar de su tosquedad y su falta de modales, sería fiel a su palabra…
—Siéntese. 
Pero la señorita Moreau no le hizo caso. Le había dado la espalda dispuesta a marcharse y él no tuvo más remedio que agarrarla del brazo al tiempo que cerraba la puerta con un golpe brusco. 
—Esta conversación ha terminado. —Intentó zafarse, furiosa—. No tengo nada más que decirle. ¡Suélteme!
Héctor no solo no la soltó, sino que la atrajo con fuerza hasta pegar su cuerpo al suyo. Rodeó su cintura con su brazo y notó cómo toda ella se tensaba, inmóvil, bajo su contacto. Estaban tan próximos que podía sentir cómo su pecho subía y bajaba al ritmo agitado de su respiración, le llegaba el aroma que desprendía su pelo y la calidez de su aliento en la piel. 
—¿A esto se refería cuando hablaba de mis modales, Micaela? —preguntó él muy cerca de su oído. 
Ella apartó su rostro y le dedicó una mirada desafiante.

          —¿Es así como consigue siempre lo que se propone, señor Balboa?







22 de septiembre de 2018

El país sin memoria


El día que aprobaron el Real Decreto para sacar los restos del dictador Franco de su monumento a la infamia, el Valle de los Caídos, acababa de terminar dos lecturas: La voz dormida, de Dulce Chacón y Gurs, el campo vasco de Josu Chueca. Al día siguiente de la aprobación, con un mapa del sur de Francia, B y yo - aprovechando que nos encontrábamos allí de vacaciones-, preparábamos un itinerario de visitas a campos de concentración e internamiento franceses con destino final Collioure. En 1939, medio millón de españoles atravesaban la frontera y emprendían el gran exilio a Francia. Medio millón. Ni llegaron en las mejores condiciones ni la avalancha fue bien gestionada por el gobierno francés.
Centro Rivesaltes

Centro Rivesaltes

Hasta hace un año no sabía nada de lugares como Gurs, Argelès-sur-Mer, Rivesaltes, Le Barcarès o Saint Cyprien... Todos hemos oído hablar de Auschwitz, Dachau o Mauthausen. Siempre en relación al exterminio judío. 


Toulouse
Pero en España seguimos teniendo un problema con la Memoria Histórica. Somos un país que carece de ella y por eso, imagino, hay gente que se atreve a decir sin ningún pudor, que hay cosas más importantes y urgentes que sacar a Franco de Cuelgamuros o que remover cunetas. El hecho de que uno de los partidos políticos con más votantes en España se haya abstenido en la aprobación del Real Decreto me produce escalofríos.

Acabar con esta falta de memoria, de educación sobre nuestro propio pasado, con este silencio e ignorancia, es necesario y es tarea de todos. Más en estos tiempos, cuando tan evidente es la carencia de solidaridad, la manipulación, este brote xenófobo, este discurso político y social diario enfocado al inmigrante y al refugiado. Ese mismo discurso del odio lo sufrieron los españoles que llegaban a Francia pero ¿quién se acuerda de eso?.



Mencionaba al principio dos libros. Gurs, el campo vasco era una lectura pendiente desde que el año pasado asistimos a una conferencia de su autor y nos abrió los ojos. Fue entonces cuando visitamos lo que queda del campo de Gurs, situado al sur de Francia, creado en apenas 42 días para acoger a españoles republicanos que huían de las represalias del régimen franquista y voluntarios de las Brigadas Internacionales. Posteriormente, bajo el gobierno de Vichy, internarían a todos aquellos que los nazis llamaban indeseables: comunistas y judíos.



Fue entonces cuando empecé a buscar información. Y ahí estaba la playa de Argelès-sur-Mer, destino de los exiliados republicanos: hombres, mujeres, heridos de guerra, niños... Allí permanecieron hacinados y sin apenas comida ni agua -lo que produjo una importante cantidad de fallecimientos- hasta que fueron redirigidos a otros campos como Rivesaltes o Le Barcarès. No fue una solución definitiva. Muchos españoles acabaron colaborando con la resistencia francesa cuando empezó la II Guerra Mundial o en Compañías de Trabajo y, después de haber prestado sus servicios y su experiencia militar, todavía sufrieron la deportación a los campos de exterminio fruto de la colaboración del gobierno de Petain con Hitler y de éste con Franco. 



Argelès-sur-Mer
Monolito playa Argelès
Barracones - Rivesaltes
Machado - Collioure



















Las escaleras de la muerte - Mauthausen
Lo explica perfectamente el periodista Carlos Hernández, autor de Los últimos españoles de Mauthausen: 
«Hitler jamás habría enviado a esos 9.300 españoles a los campos de concentración sin el consentimiento de Franco. Los españoles, tras ser capturados por los nazis durante la invasión de Francia, son enviados junto a soldados británicos y franceses a campos de prisioneros de guerra. En estos campos se respetaba la Convención de Ginebra. Todo cambió con esa visita de Serrano Suñer a Berlín en septiembre de 1940. Tras reunirse con Hitler, Himmler y con toda la cúpula del III Reich, Alemania emitió una orden a la Gestapo para que sus agentes sacaran a los españoles, y solo a los españoles, de esos campos de prisioneros de guerra para enviarlos a campos de concentración»

Dos de cada tres españoles murieron en los campos. Cuando fueron liberados no tenían ninguna patria a la que volver.


De mi visita a Francia y sus Centros de la memoria he aprendido la importancia de los testimonios y la necesidad de recordarlos. He sido consciente del trabajo que se está realizando en ese país para mantener el recuerdo de lo ocurrido, asumir responsabilidades, dejar a un lado la vergüenza de saberse culpables y cómplices del arresto, deportación y asesinato de miles de personas para dejar paso a la conservación y homenaje de las víctimas. No olvidar. Mientras, aquí, el silencio, la discordia, las trabas administrativas para evitar homenajes o la colocación de monolitos, el vandalismo y destrucción de placas conmemorativas, los discursos de es mejor no reabrir heridas. Queda mucho por hacer.

Liberación campo de Mauthausen

Centro Rivesaltes
Las nuevas generaciones tienen el deber de mantener y conservar el legado de quienes lucharon contra el fascismo. A modo de anécdota os contaré que haciendo una ruta de senderismo en el pueblo cántabro de Tresviso, fuimos testigos del siguiente encuentro: un hombre de cierta edad se acercaba -con varios documentos en la mano- a un anciano para preguntarle por una víctima de la guerra. 

Había recabado información, sabía que había estado allí y que lo habían asesinado por la zona junto con otros tres compañeros y le preguntaba a ese anciano, vecino de Tresviso, si había oído hablar de él, si podía ayudarle con su investigación.

Una semana después, cuando llegamos al Centro de la memoria de Argelès, nos encontramos con un anciano que hablaba con la persona que estaba en recepción. En la mano, una cartilla ajada y amarillenta. Ese anciano había estado en el campo de Argelès con su familia cuando tenía apenas año y medio. En los años cincuenta emigró a Argentina y ahora, a sus ochenta años, había vuelto a España. Allí estaba, aportando documentos y su propio testimonio.

Cuando escucho que las actuaciones en las cunetas, los actos de homenaje o la salida de Franco del Valle de los Caídos es reabrir viejas heridas, pienso en el ingente trabajo que aun queda por hacer. Pienso en lo que ocurrirá cuando ya no queden testigos ni testimonios de primera mano y las decisiones sigan quedando en manos de nuestra clase política.


Leer La voz dormida una semana antes de visitar los campos fue casi como una premonición. Y este regalo también se lo debo a mi querida Miss Brandon. Porque Dulce Chacón trata con una maestría admirable los años de la represión franquista, la vida en la cárcel de Ventas de todas aquellas mujeres que lucharon por la República, la verdad silenciada. Las sacas, los fusilamientos en mitad de la noche, las torturas, el trato vejatorio y cruel de las carceleras, la arbitrariedad con la que decidían sobre las presas y sus familiares, los años de represión... Es la voz de los que no pudieron huir. La voz de los que se quedaron.


Leer a Dulce Chacón es como reecontrarse con el pueblo llano, con la verdad que subyace en su hablar y su sentir, con el papel tan importante y tan silencioso de las mujeres, con su resilencia. 

El vello de punta cuando Reme le dice a otra compañera de celda sangre mía, porque así nos llamaba mi abuela y desde que falleció no se lo había oído decir a nadie. La emoción ante los desmanes de la posguerra o al saber que Dulce Chacón murió apenas un año después de publicar esta novela, en 2002. Por eso, aunque no lo pretendía inicialmente, cierro esta entrada con un vídeo donde se habla de la importancia de la memoria, donde podemos escuchar a Dulce y también a una de esas mujeres que pasaron media vida en la cárcel, dieciocho años, sin haber cometido delitos de sangre. No es ésta una entrada sobre historia o sobre política. No solo. Es mi particular granito de arena para evitar el olvido. Leer, viajar, escuchar testimonios y recordar, parecen el único remedio para esta desmemoria.

                                                                                



«Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis, porque para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha». MIGUEL DE UNAMUNO.