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16 de enero de 2021

Creedme - T. Christian Miller y Ken Armstrong


La escena empieza así: la inspectora de policía Duvall cena en un pequeño bar, está en la barra y lee un libro. Unos metros más allá un tipo la mira con fijeza, la incomoda. Cuando ella le devuelve la mirada, él no aparta la suya, parece desafiarla. Entran en el bar varias chicas, jóvenes, para recoger un pedido. El tipo las observa con descaro hasta que se marchan. Casi puedes leer en su rostro lo que piensa, lo que sexualmente haría con ellas. Es esa mirada que tan bien identificamos las mujeres.
La inspectora no ha perdido detalle y parece que ya ha tenido suficiente. Se levanta y, cuando está segura de que vuelve a tener la atención del tipo, coge su cartera lentamente asegurándose de dejar bien a la vista su placa de policía y su arma reglamentaria.
El tipo retira inmediatamente la mirada, como cogido en falta, consciente de haber cometido un error. Ella paga y se dirige a la puerta. De camino a la salida se para justo detrás de él, unos largos segundos. Y ahí está la magia de la escena, el cambio de tornas: durante ese breve instante es el tipo el que se siente incómodo, violentado, asustado. Sin necesidad de violencia explícita, sin un cruce de palabras, los papeles se han invertido. El tipo ya no tiene el poder porque ella ha dejado de ser solo una mujer a la que poder acosar en un bar, ahora es una figura con autoridad.

A una le da que pensar cuando la ve. Recuerdo haber rebobinado para apreciar cada detalle de nuevo. Ellos siempre saben cómo y cuándo ejercer su poder. La mayor parte del tiempo las mujeres vamos desarmadas. Por eso resulta tan delirante escuchar frases como "es que ya no vamos a saber si nos van a denunciar por invitar a una mujer a una copa". Los límites siempre han estado claros. Todo lo demás son excusas. De las patéticas.

La escena aparece en la serie de televisión Creedme y ha sido el complemento perfecto para acompañar a la lectura del libro en el que se ha inspirado. Sus autores  T. Christian Miller y Ken Armstrong ganaron el premio Pulitzer en la categoría de Reportaje Explicativo en 2016.


Marie es una adolescente que se ha criado en casas de acogida. Nada más alcanzar la independencia, denuncia haber sufrido una violación. Pero nadie la cree. Dos años más tarde, unas investigadoras trabajan para resolver unos casos de violación ocurridos a miles de kilómetros, pero que siguen el mismo patrón que la de Marie. Los autores de Creedme reconstruyen la persecución del culpable, al mismo tiempo que desenmascaran los mecanismos detrás de la escasa credibilidad que históricamente se ha concedido a las mujeres que sufren una violación.


Creedme está contado de manera bastante amena, se nota el relato periodístico, los datos, el análisis y el alejamiento sobre cualquier cosa que pudiera tacharse de opinión. Es difícil no indignarse leyendo lo que le ocurrió a Marie. Es fácil entender por qué se denuncia poco, por qué es necesario que los casos de violencia sexual sean llevados por personas a las que les importa. 


Hay otra escena más en la serie en la que la otra inspectora encargada de encontrar al violador pierde la paciencia y sale de una reunión fuera de sí. Cuando le explica a Duvall el por qué de su enfado dice: lo que me cabrea es que no les indigne. Porque el compañero del FBI acepta fríamente los datos, como si no pudiera hacer nada para cambiarlos. Simples estadísticas que solo afectan a las mujeres. 

Muchas son reacias a denunciar las agresiones sexuales: según varias encuestas, en EEUU solo una de cada cinco mujeres llama a la policía después de ser violada. El estigma que conlleva sigue siendo una enorme barrera a la hora de denunciar. Las mujeres tienen miedo de que sus amigos o su familia se enteren de lo ocurrido. O de que no las crean. O quizá consideren que la agresión no sea lo bastante grave para implicar a la justicia, o no quieren colaborar con la policía para encerrar al que puede ser su novio, marido o padre de sus hijos.

Estos temas son así. Nos importan más a nosotras. Nos interesan más a nosotras. Nos afecta e indigna a nosotras. Lo cierto es que Creedme es una lectura que reafirma ciertas realidades de las que ya somos conscientes.
El gran desafío es que lo lean aquellos que niegan esta realidad. No la existencia de violadores, sino que hay todo un sistema y una sociedad que están dispuestos a no creer a una mujer que denuncia una agresión sexual.

Entre 2009 y 2014, el Departamento de Policía del Condado de Baltimore desestimó el 34% de las denuncias de violación, tildándolas de falsas o infundadas. El porcentaje ya era preocupante de por sí, pero lo era aún más la forma en que se alcanzaba. Una investigación de BuzzFeed News descubrió que el departamento solía desestimar las denuncias sin dar ni siquiera el paso más básico: que un experto en delitos sexuales entrevistase a la presunta víctima. 


Si tenéis opción de ver la serie, es obvio que os la recomiendo. Se agradece que sean interpretadas por buenas actrices que no van disfrazadas de agentes de la ley sexis a lo CSI. #sorrynotsorry 

Queda inaugurado este frío y un poco oscuro 2021.