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27 de octubre de 2018

Cartas a una madre - Vasili Grossman


«Durante toda la vida he creído que todo lo que había de bueno en mí, todo lo honesto, todo lo bondadoso, mi amor por los otros, todo venía de ti. Todo lo que hay de malo en mí no viene de ti. Pero tú, mamá, me amas, a pesar de todo lo malo que tengo»



Podría haber hecho una entrada sobre el testimonio El infierno de Treblinka o el relato El viejo profesor para hablaros de la figura de Vasili Semiónovich Grossman. Ambos títulos se encuentran reunidos junto con otras crónicas y relatos en el ejemplar publicado por Galaxia Gutenberg: Años de guerra.
Vasili Grossman es sobre todo conocido por su obra Vida y destino, cuya lectura es una de mis asignaturas pendientes. Sin embargo, esta entrada no está dedicada a su obra. Está dedicada a él, un personaje de lo más interesante.

Judío, ucraniano y corresponsal de guerra durante casi tres años para el periódico del Ejército rojo, Estrella roja, destacó por ser una de las voces más veraces y comprometidas sobre los hechos de los que fue testigo: desde sus crónicas sobre los campos de concentración y exterminio nazis hasta sus textos dejando constancia de los crímenes del propio Ejército Rojo, y especialmente sobre la violación en masa de las mujeres alemanas.

Lo que me fascina de Grossman es que, con todo ese bagaje, sus escritos destilan confianza en la humanidad. Con minúsculas y en el sentido que da la RAE: Fragilidad o flaqueza propia del ser humano. Sensibilidad, compasión de las desgracias de otras personas.

Las transcripciones que os dejo a continuación son dos cartas que escribió a su madre. Su valor está en que fueron escritas en 1950 y 1961, sabiendo que su madre -asesinada en una de las grandes matanzas de judíos en septiembre de 1941- nunca podría leerlas. Vasili quiso llevársela con él y con su segunda esposa a Moscú pero carecían de espacio en su apartamento. Cuando entendió la gravedad y el inminente avance alemán no pudo hacer nada para sacarla de Berdichev. Nunca se lo perdonó. Quizá por eso el personaje de Anna Shtrum, de Vida y destino, está inspirado en su madre, a la que le dedicó la novela.

«A la memoria de mi madre, Yekaterina Savelievna Grossman»

Y por si todo esto no fuera suficiente, la entrega para su publicación del manuscrito en 1960 de Vida y destino supuso el registro de su apartamento por el KGB y el secuestro de los originales, de los borradores e incluso de las cintas de máquina de escribir utilizadas en su redacción. El autor falleció en 1964, a sus cincuenta y ocho años, víctima de un cáncer, sin saber que su obra se publicaría por primera vez en Suiza en 1980 y de que sería comparado con la Guerra y paz de Tolstoi.

«(...) Le ruego poner en libertad a mi libro. No hay sentido ni verdad en mi actual situación, en mi libertad física, mientras el libro al que he dado mi vida se encuentra encarcelado. Por fin, lo he escrito, no me he distanciado de él y no lo haré. Hace doce años empecé a trabajar en este libro. Sigo creyendo que he escrito la verdad, por amor y compasión, porque creo en los hombres. Le ruego una vez más poner en libertad a mi libro (..) »
Extracto de la carta enviada por Grossman a Jruschov con objeto de conseguir que finalizara el secuestro de su obra.

A veces, cuando salen a la luz documentos privados, cartas, diarios..., me surge la duda de si de veras tenemos derecho a conocerlos, a tener acceso a esta privacidad. Leyendo las cartas de Vasili Grossman y conociendo los detalles de su vida, pienso que sí y  que su obra y su vida no deberían ser leídas y conocidas la una sin la otra.

Primera carta. 1950.

«Querida mamá:

Me enteré de tu muerte en el invierno de 1944. Cuando llegué a Berdichev entré en la casa donde vivías y que la tía Aniuta, el tío David y Natasha habían abandonado, y comprendí que habías muerto. Pero desde septiembre de 1941 mi corazón ya sentía que habías muerto. Una noche en el frente tuve un sueño: entraba en tu habitación -sabía con seguridad que era tu habitación-, veía un sillón vacío, y sabía que habías dormido en él. Del sillón colgaba una mantilla con la que habías cubierto tus piernas. Lo miré durante largo tiempo y cuando me desperté sabía que ya no estabas entre los vivos. Pero no conocía entonces la terrible muerte que habías sufrido. Sólo lo supe cuando llegué a Berdichev y hablé con la gente que sabía de la ejecución en masa que tuvo lugar el 15 de septiembre de 1941.

He tratado docenas o quizá cientos de veces de imaginarme cómo moriste, cómo caminaste hasta encontrar tu muerte. He tratado de imaginar a la persona que te mató. Fue la última persona que te vio viva. Sé que estarías pensando en mí en aquel momento.

Ahora han pasado más de nueve años desde que dejé de escribirte cartas, contándote mi vida y mis trabajos, y he acumulado tantas cosas en mi alma durante estos nueve años que he decidido escribirte para contártelo, y por supuesto para que conozcas mis penas, nadie más está particularmente interesado en ellas. Tú eras la única que te interesabas siempre por mis aflicciones.


Puedo sentirte hoy tan viva como estabas el día en que te vi por última vez, y tan viva como cuando me leías de pequeño. Y mi dolor es todavía el mismo que aquel día cuando tu vecino de la calle Uchilishchnaya me dijo que habías muerto, que no había esperanza de encontrarte entre los vivos. Y pienso que mi amor por ti y esta terrible pena no se alterará hasta el día de mi muerte» 



Segunda carta. 1961.

«Querida madre:

Han pasado veinte años desde el día de tu muerte. Te quiero, te recuerdo todos los días de mi vida y mi dolor nunca me ha abandonado durante estos veinte años.

La última vez que te escribí fue hace diez años, y en mi corazón eres todavía la misma que hace veinte años... Yo soy tú, querida madre, y mientras viva también tú estarás viva. Y cuando yo muera tú vivirás en el libro que te he dedicado y cuyo destino es tan parecido al tuyo. Me parece ahora que mi amor por ti se está haciendo más grande y más responsable porque quedan muy pocos corazones en los que vivas todavía. Estos últimos diez años, mientras trabajaba (en Vida y destino), he pensado en ti sin interrupción; mi novela está dedicada a mi amor y devoción hacia la gente, y ése es el motivo por el que está dedicada a ti. Representas para mí lo humano por excelencia, y tu terrible destino es el destino de la humanidad en estos tiempos inhumanos.

He estado releyendo hoy, como lo he hecho durante todos estos años, las pocas cartas que conservo de los cientos que me escribiste, y también he leído tus cartas a papá, y he vuelto a llorar leyendo tus cartas. Lloraba cuando leía: "Zema, yo tampoco sé si viviré mucho tiempo. Todo el tiempo espero que alguna enfermedad me lleve. Temo estar enferma durante mucho tiempo. ¿Qué hará el pobre chico conmigo entonces? Sería demasiado trastorno para él."

Lloré cuando tú -tú, tan sola, cuyo único sueño en la vida habría sido vivir bajo un mismo techo conmigo- le escribiste a papá: "Me parece razonable que te vayas a vivir con Vasia si consigue un piso. Te lo digo de nuevo, porque ahora estoy bien, y no tienes que preocuparte por mi vida espiritual: sé cómo proteger mi mundo interno de las cosas que me rodean." He llorado sobre tus cartas, porque tú estás en ellas: con tu amabilidad, tu pureza, tu vida tan amarga, tu equidad, tu generosidad, tu amor por mí, tu preocupación por la gente, tu mente maravillosa. No temo a nada, porque tu amor está conmigo y porque mi amor está contigo siempre.»

(Un escritor en Guerra. Antony Beevor y Luba Vinogradova, 2006: págs. 321-323).


Yekaterina Savelievna Grossman y su hijo Vasili 



23 de octubre de 2018

Me gustaría poder hacerte feliz - Elefantes


No hay parking en el cielo,
ni hay ascensor.
Solo queda un deseo
y un solo error.

En algún lugar ...
debe haber algo para ti que no tengas ya,
como aprender a entender.

Ven a ver la calle grande,
mira a los niños jugar.
El diablo come aparte en su plato de cristal.

En algún lugar ...
debe haber algo para ti que no tengas ya,
como aprender a ver
que a mí me gustaría poder hacerte feliz,
coger tus sueños y llevárselos a mar,
o echarlos a volar
y verte sonreír.

La próxima secuencia es tuya,
tú eres la actriz principal.
Y las demás personitas somos tan solo
figurantes de metálico metal.

En algún lugar ...
debe haber algo para ti que no tengas ya,
como aprender a ver
que a mí me gustaría poder hacerte feliz,
coger tus sueños y llevárselos a mar,
o echarlos a volar
y verte sonreír.

Que a mí me gustaría poder hacerte feliz,
coger tus sueños y dejarlos respirar
sin nada que temer,
como respiras tú
cuando haces entender
que quieres sonreír.

20 de octubre de 2018

Por si me oyes - Pascale Quiviger

SINOPSIS

Cómo se puede seguir viviendo después de un accidente, cómo se consigue volver a desear, reconstruirse por dentro y aceptar los cambios que sobrevienen mientras la persona que más queremos está sufriendo. 

David, que es obrero de la construcción, se ha caído de un andamio y está en coma. En Por si me oyes, al oír su discurso interior, notamos cómo siente la presencia de los que le rodean y si le hablan o le tocan. También asistimos a la vida diaria de su querida mujer y de su hijo pequeño y a las dificultades que tienen para afrontar el drama de David. 

Una novela de emociones fuertes con un final lleno de esperanza.


Hay libros que son como estados de ánimo. Algunos te transmiten felicidad, tristeza, esperanza, resignación. Por si me oyes es para mí algo así. Lo leí en febrero y, aunque merecía una reseña, lo dejé pasar. Llegó el parón en el blog, la despedida y las semanas de dejarlo todo en stand by a la espera de tomar mejores decisiones. Le debía una entrada y también le debía una relectura. 

Creo que todos tenemos apegos a ciertas cosas materiales, objetos que están vinculados a sentimientos, recuerdos, sensaciones. Como ese anillo de oro que me regaló mi abuela hace más de veinte años, que no uso por miedo a perderlo y que está a buen recaudo, en casa (no donde vivo, sino en la casa familiar). A veces abro el joyero y está ahí y es imposible no sacarlo, acariciarlo, probármelo y dejar que los flashes llenen la cabeza de recuerdos y de imágenes con ella. Tocar ese anillo hace que sienta la calidez de mi abuela.

Cuento todo esto para explicar lo que me pasa con esta novela. Desde que la leí ha estado vagando por todas las habitaciones. En la mesilla baja del salón, encima de la pila de libros pendientes de leer, en el sofá, en la mesita de noche... Cualquier sitio donde pudiera tenerla cerca, a mano, donde pudiera tocarla, recordarla, hojearla y leer alguna página. Cualquier lugar que no fuera ese definitivo de la estantería donde se perdería entre el resto. Y esa sensación, ese no querer dejar ir también tiene mucho que ver con la propia historia de David, Caroline y Bertrand.

Ya sé que poco tiene de atractivo una novela que trata sobre un paciente en coma. Dicho así, ¿quién podría recomendar esta historia y quién podría tener ganas de leerla? David es un albañil de treinta y seis años que sufre una caída en el trabajo y le lleva directo al hospital en ese estado. Su esposa Caroline y su hijo de siete años, Bertrand, tienen que adaptarse a la nueva situación. Cuando algo así ocurre ¿qué haces con la vida que tenías, que conocías, que esperabas? 


Pascale Quiviger, ha creado una novela en torno a eso y, a pesar de la dramática situación, es tanta la emoción, la calidez, la ternura y la sensibilidad entre sus páginas que solo puedo invitaros a leerla. 


En cuanto la entrevista termina, Caroline la vuelve a poner. Quiere volver a oír una frase, pero no sabe cuál. Hacia el final. Ésta: «Somos demasiado débiles para mirar el amor a la cara.»

La anota en el post-it amarillo fosforito de la señora Blouin y lo pega dentro de un armario, el de las tazas, porque lo abre a menudo. 



Por si me oyes es un canto a la vida, un desafío al destino, a afrontar lo que no tiene explicación, una reflexión sobre el sistema sanitario, sobre la importancia del bienestar de los pacientes y del propio personal, su responsabilidad y su humanidad. 

En una fracción de segundo, el doctor Hamel titubea (...)
Así que recurre a un refrán en el que cree a pies juntillas:
- Buen corazón quebranta mala ventura.
Si no lo creyera no estaría de guardia esa semana. Ni siquiera sería médico. Se sobresalta un poco cuando Caroline replica:
- No puede el hombre huir de su ventura.

Es difícil no dejarse conquistar por ellos, protagonistas y secundarios: Caroline, todas sus dudas, su lucha por adaptarse, su dolor y su amor por su joven marido;  Bertrand, que se comporta como el niño que es y, en su inocencia, hace de contrapunto como una luz constante durante toda la novela; Karine y Janek, los padres polacos de David, emigrados a Montreal y cuyo pasado (y el de su país de origen) se presenta a través de su hijo. El enfermero Steve, con sus propios fantasmas y, aun así, tan fiable, dulce, reconfortante y esperanzador. Y, siempre, David. Tan presente en su propia ausencia, tan en su mente y en su cuerpo. 

Bertrand con el corazón en la mano
viene en mi busca cueste lo que cueste
me trae a la superficie.
Quiero mover un dedo, un pie, los ojos bajo los párpados, mi voz en la garganta, para él.
Moverme para él. Hablar.

No pasa nada si no queréis leerla, si no queréis sentir este tipo de emociones o, simplemente, si no os interesa. Pero mi experiencia ha sido que todas las veces que la he leído, que la he sentido, he dado por buenas las lágrimas no contenidas y he disfrutado de la belleza que contienen sus páginas. Hay algo reconfortante en ese dejarse llevar por ella hasta el final. Ahora sí, puedo buscarle un hueco definitivo en mi estantería.

10 de octubre de 2018

Entre bambalinas - La mirada de la ausencia

El pasado 20 de septiembre salía publicada la sexta novela de la autora Ana Iturgaiz. Ha sido una larga espera y un camino arduo hasta que ha llegado al público. Quizá por eso me hace especial ilusión que Ana haya accedido a participar en esta sección de Entre bambalinas.  Sus lectores sabemos hasta qué punto cuida el rigor histórico en sus novelas del género. 
Espero volver con una reseña para La mirada de la ausencia -ya que está entre mis próximas lecturas-, pero mientras tanto, os dejo con las palabras y el trabajo de Ana Iturgaiz para documentar y dar contenido a esta historia. Desde aquí, agradecer a la autora su disposición y tiempo para hacerla posible.


SINOPSIS

El 21 de febrero de 1874 el ejército carlista pone cerco a la ciudad de Bilbao. En la ciudad asediada se encuentran Javier Garay, un fotógrafo de postales eróticas, e Inés Otaola, una planchadora sin trabajo, a la que el hambre obliga a ejercer de modelo para Javier.


Sin embargo, las aspiraciones de Javier no pasan por quedarse encerrado en la ciudad sitiada sino en ejercer de reportero de guerra para los periódicos más importantes del país y conseguir el éxito que siempre ha deseado. La ocasión le llega cuando el gobierno liberal le propone la posibilidad de infiltrase tras las líneas enemigas y él la aprovecha sin dudarlo. Lo que no se imagina es que Inés lo arrastrará al campo de batalla con él.

Por su parte, Inés, que fue expulsada hace cinco años del caserío familiar junto a su abuela y su hermano, nunca imaginó que regresaría a su hogar y mucho menos sin ellos. Tampoco sospechó que el fotógrafo sería su oportunidad para huir de la ciudad destruida para volver al lugar en el que nació.

En medio de la destrucción, ambos se convierten en el refugio del otro. Sin embargo, la guerra y las sospechas de los militares conseguirán separarlos.


Ana, ¿cómo suena esta época?


Yo creo que debe sonar a banda municipal tocada en el kiosko de la plaza, a orquestinas en los cafés, a bullicio y voces femeninas a la salida de misa. Todo ello en tiempos de paz.


Pero como La mirada de la ausencia transcurre en medio del asedio del Ejército carlista a la ciudad de Bilbao, suena a bombas lanzadas desde los montes, a fachadas rotas y cristales estallados durante el día; y a silencio sepulcral durante la noche.


¿Por qué elegiste este lugar y esta época?


Me gusta escribir sobre lugares que conozco. Bilbao es mi lugar de origen y me pareció un lugar fantástico para situar mi historia. En cuanto a la época, ya tenía una historia ambientada en el siglo XIV y otras dos en el XVI y buscaba un cambio de aires. A finales del siglo XIX, Bizkaia comenzaba a estar inmersa en una época de cambios económicos y sociales muy importantes: la minería y la industria que dependía de ella se instalaba allí para no marcharse. Esto y saber que las tropas carlistas asediaron la villa en 1874 me hizo decidirme definitivamente por ese momento.


¿Cómo hiciste para documentarte? ¿Cuáles han sido tus fuentes?

Por suerte, hay personas maravillosas que ofrecen sus conocimientos al resto (y yo se lo agradezco desde aquí una y mil veces) y encontré en internet mucha de la documentación que he manejado. Hay bastantes páginas con referencias a algunos detalles, pero os indicaré aquellos que me han sido más útiles.


Para la descripción en detalle del asedio de Bilbao, usé en muchas ocasiones el blog de César Estornes donde recoge en cuatro entregas una descripción de un testigo de la época de lo que sucedió día a día durante los dos meses que duró el asedio. 

Sobre este mismo tema, leí el libro Paz en la guerra, de Miguel de Unamuno, que cuenta la historia de un joven en Bilbao y en esta guerra. Miguel de Unamuno vivió el asedio de Bilbao cuando tenía unos diez años.

Para la descripción en detalle de la segunda batalla de Somorrostro, que tuvo lugar para intentar liberar Bilbao del cerco carlista, consulté el blog Km 130 (Enlace: http://km-130.blogspot.com/) donde se hace una recreación completísima (y con fotografías actuales y antiguas) de los movimientos de tropas y los enfrentamientos entre ambos ejércitos.


Después, para todo tipo de detalles sobre uniformes, organización, armas, moneda, transportes, comunicaciones, correo, condecoraciones, etc. del Ejército carlista, el libro Las guerras carlistas, catálogo de la exposición que organizó el Ayuntamiento de Madrid en 2004.

Sobre fotografía antigua, he consultado varios manuales y he acudido a algunos amigos, que, por suerte, son expertos en este tema. Además, en youtube hay vídeos mostrando los pasos a dar para hacer fotografías con este tipo de técnicas. El de Mark Zimmerman es uno de los mejores.






¿Hasta qué punto la época ha condicionado el comportamiento de tus protagonistas?



Hasta cierto punto, pero no sé si del todo. El otro día me preguntaba si era factible que en esa época la gente tuviera ideas antimilitaristas, como tiene mi personaje principal masculino. Yo pienso que sí, que determinadas ideas son universales y atemporales, pero no estoy segura al 100%. Sin embargo, yo tenía muy claro el camino que iban a recorrer las ideas políticas de Javier.


En el caso de Inés, sí, pienso que es un fiel reflejo de lo que era una mujer de aquella época y con sus circunstancias.
También el señor Francisco lo es. Si leéis el blog de César Estornés que comentaba antes, el narrador del asedio de Bilbao tiene la misma exaltación que el señor Francisco.



Han sido varios los años que han pasado desde que escribiste el manuscrito hasta su publicación y, además, lo hace de manos del sello de colección histórica de Roca editorial, ya que no parecía encajar con las exigencias de las editoriales de sello romántico ¿Ha merecido la pena el camino recorrido y la espera?

El proceso para que La mirada de la ausencia viera la luz ha sido largo y complicado, pero la frase de quién sigue, la consigue se ha hecho real en este caso. Han sido más de cuatro años esperando el momento en que la historia de Inés y Javier viera la luz, pero han merecido la pena. En su momento, decidí que la novela merecía la pena y que iba a ir a por todas. He ido subiendo los escalones, quemando etapas y rechazando oportunidades, buscando la mejor de las salidas para La mirada de la ausencia y puedo decir ahora que creo no haberme equivocado.

Solo hay una cosa que me apena bastante, durante el proceso de escritura saqué mucha información y utilísima del blog Km 130 y decidí que tenía que agradecer a su administrador la enorme labor que había hecho con la investigación de la segunda batalla entre carlistas y liberales que tuvo lugar en Somorrostro a finales de marzo de 1874 y que tan generosamente había publicado en su blog. Pero el proceso de publicación ha sido tan largo que nunca le ha llegado mi agradecimiento porque falleció hace un tiempo.


Si os apetece saber más de La mirada de la ausencia de boca de la propia autora, os dejo un enlace a la entrevista que le hicieron en Onda vasca: https://www.ondavasca.com/#/audios/ana-iturgaiz-presenta-la-mirada-de-la-ausencia

Y, a continuación, nos ha dejado un pequeño fragmento


Frente a ella, un sofá tapizado en granate y una chica medio desnuda tumbada en él. Estaba delante de dos enormes ventanales, cubiertos por una fina cortina que mantenía el interior oculto de la curiosidad de los vecinos de la casa de enfrente. Iluminada por la escasa luz que el día aún conseguía arañar al atardecer.
Era morena, con una espesa melena que le caía sobre un hombro y le cubría un pecho. Tampoco el otro se le veía, pero se intuía detrás de la bata abierta. Un largo collar de perlas ceñía la tela contra su cuerpo allá donde menos lo necesitaba.
—Muy bien, muy bien —continuaba el fotógrafo.
De espaldas a la puerta, él seguía sin ser consciente de su presencia. La joven miró a Inés, pero no pareció molestarse; no hizo ni un solo gesto.
—Esa pierna, sube la rodilla, abre la ropa un poco más, perfecto. Y ahora… —El fotógrafo abandonó la cámara y se irguió—. ¿Estás segura? ¿Seguro que quieres hacerlo? Mira que nunca te pediría… De acuerdo, entonces. Colócate como quieras.
Inés se consideraba una persona decente. Pero en aquel momento la curiosidad venció al recato. Y ya no pudo apartar los ojos. La chica se había sentado en el diván. Estaba inclinada hacia adelante, con las piernas abiertas y los codos apoyados en las rodillas. Descansaba la barbilla sobre las manos, que mantenía unidas. La bata enseñaba más que ocultaba, se le veía completamente el monte de los pechos; la cima se adivinaba a la perfección. El cinturón colgaba entre sus piernas abiertas obligando a fijar la vista justo en ese punto, en el agujero oscuro, profundo y secreto.
Puro erotismo.