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17 de noviembre de 2018

«...Escribo para que el agua envenenada pueda beberse»

Hace unos días descubrí parte de la obra de Chantal Maillard. El título de esta entrada son los tres últimos versos de su poema Escribir y a continuación os dejo uno completo de su recopilación titulada Matar a Platón. En este año de cambios, de mudanzas emocionales y habitacionales, me parece reconocer #señales en las múltiples imágenes y textos que voy encontrando.

Puedes probar a resistirte a los cambios o provocarlos, en ambos casos será como intentar arreglar un jarrón hecho pedazos con el mejor pegamento: pondrás todo tu empeño, incluso conseguir unir todos los trozos, pero no quedará igual.


Para que algo acontezca no basta un accidente,
no es suficiente un muerto,
ni dos, ni dos millones.

Un acontecimiento es un olor que espera
que alguien lo respire,
una herida que aguarda encarnarse,
el agua de un torrente
inundando los poros,
una mirada que cruza el aire
y encuentra a alguien que le hace señas
y en la seña, en ella, se reconoce.

Uno puede negarse al acontecimiento
y convertir su historia en un simple resumen
de lo ocurrido, pasos que no devienen cruce
y se apagan en vida, o se secan.

Uno puede negarse a saberse en el otro,
basta con acercarse a todo con un walkman
conectado a la carne,
enfundado el cerebro en aquella sustancia
impermeable que nos inmuniza,
basta con refugiarse en un desmayo a tiempo,
en el deseo de amar, u ocultarse
en la furia o el número de una cuenta bancaria.

De hecho, lo más frecuente es
que llevemos cosida el alma a su forro
como los trajes nuevos sus bolsillos,
para evitar que se deformen
por el peso.


Siempre he creído que los acontecimientos, para bien o para mal, son los que conducen nuestra vida, nos mantienen alerta, necesarios como el miedo -que hace que se despierten nuestros sentidos- para evitar que nuestra zona de confort nos adormezca. 

Empezaba el año con un ánimo muy diferente. Con un montón de certezas que se han deshecho como un castillo de arena, al primer golpe de ola, porque nunca he tenido demasiada paciencia para quedarme a esperar que el viento cambie de dirección.

Y en esas estamos, reajustando expectativas, forjando apegos, dejando marchar lo estéril y poniendo empeño y ganas en lo que en realidad (me) importa. Tengo todos los mapas desplegados. Preciosa metáfora que encontré en el haiku Ítaca de Pérez Zarco (recopilados en su obra recién autopublicada Las sílabas del día), y que tanto me evocó a Kavafis

ÍTACA

Siempre en camino.
Desplegados los mapas.
Y no llegar.

No importarán las efímeras metas que nos fijemos. Importará el cómo hemos llegado hasta ellas si algún día nos acercamos. Si podemos permitirnos dormir a pierna suelta, si  fuimos injustos, si fuimos compasivos, si mereció la(s) pena(s). Y, mientras tanto, seguimos caminando.



8 de noviembre de 2018

Medio sol amarillo - Chimamanda Ngozi Adichie




<<Odenigbo subió a la tribuna haciendo ondear la bandera de Biafra: banderas rojas, negras y verdes y, en el centro, un luminoso medio sol amarillo.>>



Cuando tenía seis o siete años me ingresaron durante varias semanas en el hospital aquejada de meningitis. La primogénita de la familia -mi hermana- había fallecido por esa causa a los diez días de nacer, así que aquello fue un asunto grave y peligroso dados los antecedentes. Todos estos años he escuchado esta historia de boca de mis padres y familiares, un episodio del que yo apenas guardo recuerdos, y que siempre terminaba con la misma frase de mi padre: "Parece que te esté viendo corretear por el hospital, con esas patillas en lugar de piernas, y la barriga abultada. Parecías una niña de Biafra". Al principio pensé que Biafra era una fábrica. Pero una vez le pregunté a qué se refería y entonces me dijo: "¿Has visto esos niños negritos que salen en la tele, que están en los huesos y tienen las barrigas hinchadas?" Biafra era uno de esos países africanos donde fueron grabadas las imágenes que ponían cara a la hambruna. La fotografía tomó total claridad y forma en mi cabeza y ahora entendía por qué daba tanta pena.
Hasta hace unos días, eso es lo que sabía de Biafra. Apenas una triste anécdota para hablar de un ingreso hospitalario que mantuvo a mis padres durante semanas con el corazón en un puño. Ahora, después de leer Medio sol amarillo, sé que lo que sufrían esos niños se llama kwashiorkor.

Han pasado muchos años de esto y tengo la grandísima suerte de tener amigas lectoras y que, además, me regalan libros. Miss Brandon no sabrá nunca la emoción que supuso leer la sinopsis de Medio sol amarillo: Por fin iba a conocer la historia de aquel país del que había oído hablar (en un contexto erróneo) pero del que no sabía absolutamente nada. Por eso, y por muchas razones más, son tan necesarios los libros. No solo sirven para contar historias, también sirven para hacernos tomar conciencia, para enseñarnos, para dejar constancia de los episodios más infames de nuestro paso por el planeta y, sobre todo, para recordar. Porque, en realidad, ¿qué sabemos los occidentales de la historia de África?

SINOPSIS
Medio sol amarillo recrea un período de la historia contemporánea de África: la lucha de Biafra por conseguir una república independiente de Nigeria, y la consecuente guerra civil que segó la vida de miles de personas.

Con gran empatía y la naturalidad de una narradora comprometida, Chimamanda Ngozi Adichie recrea la vida de tres personajes atrapados en las turbulencias de la década: el joven Ugwu, empleado de la casa de un profesor universitario de ideas revolucionarias; Olanna, la hermosa mujer del profesor, que por amor ha abandonado su privilegiada vida en Lagos para residir en una polvorienta ciudad, y Richard, un joven y tímido inglés que está enamorado de la hermana de Olanna, una mujer misteriosa que renuncia a comprometerse con nadie. A medida que las tropas nigerianas avanzan, los protagonistas de esta historia deben defender sus creencias y reafirmar sus lealtades.


Chimamanda Ngozi Adichie se ha convertido en una de las grandes voces africanas, tanto por su literatura como por su continua reivindicación social y feminista. Me parece más admirable que lo haga sin abandonar ni renunciar a sus raíces, de las que se siente claramente orgullosa.

Medio sol amarillo se sitúa en el origen y fundación de Biafra, la república nacida tras las masacres cometidas contra el pueblo igbo, en un intento de separarse de Nigeria y que solo se mantuvo en pie desde 1967 hasta 1970. La autora se sirve de varios protagonistas para ir tejiendo la historia de este conflicto político-étnico. La pareja formada por Odenigbo y Olanna, que representan el sector intelectual que apoya el surgimiento de este nuevo país y que se muestra claramente crítica con la injerencia europea en los años previos. Richard, un británico aspirante a escritor que llega a la ciudad de Nsukka atraído por la cultura africana, sin un rumbo fijo hasta que conoce a Kainene, la hermana de Olanna, y se enamora de ella. Es la imagen del occidental que también se enamorará de la propia África y que usa todo lo que tiene para intentar salvarla de los acontecimientos. Y, finalmente, Ugwu, que llega siendo un niño a casa de Odenigbo para ejercer de criado. Ese destino cambiará sus expectativas y toda su vida.

Admiro el ingente trabajo de memoria histórica realizado por Chimamanda Ngozi y que, para ello, haya creado a personajes que no pretenden ser héroes y que carecen de cualquier rasgo idealizado. Se equivocan, luchan, cometen errores y pasan por todas las emociones que nos hace humanos: la ira, el dolor, la vergüenza, la pasión, el perdón... Si bien es cierto que me ha costado adaptarme a la narrativa de la autora, me resulta difícil no hacer una lista con todas las cosas que, en mi opinión, logra hacer en esta novela:

- Conseguir hablar de uno de los conflictos bélicos olvidados y hacerlo sin convertirlo ni en un manual de historia ni tampoco en un panfleto político. Aun cuando todos los protagonistas permanecen en el territorio de lo que fue Biafra, es capaz de poner sobre la mesa las actuaciones reprobables de ambos bandos y la intervención extranjera sin tomar partido.

- Dejar constancia de las costumbres, las tradiciones y el legado nigeriano. La precariedad de sus vidas, los rituales mágicos, las creencias, las condiciones a las que se enfrentan, las diferencias entre quienes tienen cierta calidad de vida y los que carecen de lo básico, aquello que hace confortable nuestra vida (la que conocemos los europeos).  Y todo ello de una manera objetiva.

- Poner el foco en la gestación de Biafra y no solo en las consecuencias, aquellas que hicieron visible el conflicto al resto del mundo: los campos de refugiados y la desnutrición. Detrás de eso había un ideal político que defender y, como en todo, una importante campaña propagandística que llevó a la guerra civil a miles de nigerianos. 



El mundo guardó silencio cuando morimos. Ese será el título del libro que está por escribir y que aparece de manera recurrente a lo largo de toda la novela, el que contará lo que ocurrió en Biafra. Un título que nunca prescribe y una novela que me ha recordado la fotografía de Amal Hussein, la niña yemení fallecida a causa de la hambruna que aparecía hace una semana en la portada del New York Times. El problema de leer libros como Medio sol amarillo es que te hacen muy consciente de hasta qué punto los intereses gubernamentales, políticos y financieros, siempre estarán por encima de la vida de la población civil y de lo afortunados que somos por haber nacido en el continente explotador. Ignorarlo solo nos hace más cómplices.



3 de noviembre de 2018

The future is female

Antes de empezar ya sé que ésta será una de esas entradas cortas un poco caóticas, un poco deshilachadas que suelo hacer. Una especie de entrada patchwork: tejido hecho por la unión de pequeñas piezas de telas cosidas por los bordes entre sí...

O solo es que me gusta recopilar todo aquello que me resulta inspirador y a lo que poder volver cuando lo necesite. Están las palabras, los fragmentos, de Chimamanda Ngozi, que resuenan como si yo misma las hubiera pronunciado suscribiendo cada afirmación. También las de Marta Sanz, rotundas y cargadas de ironía. Ambas en torno a la literatura.


La literatura nos enseña. La literatura importa.

Leo para que me consuelen, leo para que me conmuevan, leo para que me recuerden la gracia, la belleza y el amor, pero también el dolor y la pena. Y todas estas cosas importan. Todas son lecciones útiles.


Final del discurso de Chimamanda Ngozi Adichie, en la 70ª Feria del Libro de Fráncfort. Octubre 2018.



La literatura sirve porque Caperucita dice: “Abuelita, abuelita, qué ojos más grandes tienes” y el lobo, disfrazado de abuelita, responde: “Sí, hija, son para verte mejor”. Y después el lobo se come a Caperucita y el leñador destripa al lobo y le llena la hueca bolsa intestinal de piedras y lo tira al río. Sin paños calientes. Y ahí te quedas tú, lectora, lector, con la boca abierta y la mandíbula temblona.


 Final del Manifiesto Eñe, 2016, año en el que fue directora del Festival Eñe




Y la extrema belleza y emoción la pone JULIE GAUTIER. Mientras escribía la entrada, me doy de bruces con su cortometraje AMA, mujer de mar en japonés, en referencia a las buceadoras que se dedican a recolectar perlas en Japón

Estrenado el 08 de marzo de este año y dedicado a todas las mujeres del mundo
La música: Rain in your black eyes, de Ezio Bosso.






Qué suerte vivir para verlo. Qué suerte ser contemporánea de estas mujeres.