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31 de diciembre de 2023

Adiós, 2023

He dudado mucho si hacer o no la entrada de despedida del año. La situación internacional lo convierte todo en mera frivolidad. Y sin embargo. 

¿Para qué sirven las listas de fin de año? Creo que solo para dar un poco de orden al caos de vida, imprevistos, eventos, rutinas laborales y ocio. He escuchado a gente hablar de que 2023 le ha pasado por encima y a estas alturas ya llegamos desfondadas. Un poco sí.
Así que paro hoy y recopilo lecturas que me sacaron de ese lugar común al que llaman mundanal ruido. Las más destacables han sido:

El año del pensamiento mágico, de Joan Didion.
La historia de los vertebrados, de Mar García Puig.
Pequeñas desgracias sin importancia, de Miriam Toews.
Los hijos dormidos, de Anthony Passeron
Como bestias, de Violaine Bérot.
Matrioskas, de Marta Carnicero.
Nada, de Jane Teller.
Tierras muertas, de Núria Bendicho Giró.


Releo el cuaderno de notas, para recordar frases y sensaciones. Qué bonito escribe Manuel Astur en su libro La aurora cuando surge

«Omnis festinatio ex parte diaboli est» Toda prisa proviene del diablo, decían los antiguos maestros.
(...) Toda prisa proviene del diablo, que nos quiere absortos en el siguiente paso, distraídos, perdiéndonos nuestro breve paraíso -si no fuera breve, no sería paraíso: el futuro es la mentira que la serpiente nos contó al oído-.


Lo mejor de mi año no está en fotografías, ni en las redes sociales. Hay mucha vida fuera de estas pantallas y mundo virtuales. Vividla. Que 2024 os traiga mucho bueno y ayuda con lo menos bueno. 

Hay que irse cuando ya no te importa quedarte o marchar. Si quieres largarte, espera un poco aguanta, resiste, y cuando te sea indiferente, cuando hayas logrado domar a tu caballo y que resople tranquilo, entonces, recuerda que querías irte y márchate. Podrás irte sin más. 
Del mismo modo, sería bueno llegar cuando ya no recuerdes bien por qué querías ir. Podrás disfrutar del viaje y no habrás gastado el lugar anticipándote. Y una vez allí, no tendrás que estar a la altura de tus expectativas.
La aurora cuando surge





*La imagen es Ángel, de Tany Trofimenko

22 de octubre de 2023

La educación física, de Rosario Villajos

Hay libros que tienen un efecto similar al que se produce cuando tiras una piedra a un estanque. La piedra baja rápidamente, desaparece y, sin embargo, en la superficie varias ondas se expanden, alterando la calma. Lo leí en abril y aún resuena. Mucho más, quizá, porque después he podido ir escuchando a su autora en las entrevistas, he podido hablar con ella sobre ese instituto, el nuestro, del que habla en la novela y he podido comentarlo con otras amigas lectoras.

Me acerqué a La educación física por razones equivocadas: había sido Premio Biblioteca Breve 2023 y lo había escrito Rosario Villajos, cordobesa y un año mayor que yo. Leí el libro y aparecieron las razones correctas: yo conocía a Catalina, su entorno, e incluso, a veces, había sido yo. La portada del libro, un cuerpo femenino enfundado en una braga-faja, y el título presagiaban lo que vendría después. 

La educación física nos habla del cuerpo femenino, de la desposesión propia y la posesión ajena que se hace del mismo. Recuerdo que con diez o doce años iba a eventos familiares con faja. Así la ropa, en mi cuerpo aún sin formar y del que no tenía ningún control, quedaría mejor.

La barriga prominente sería más aceptable social y estéticamente. Asisto estupefacta a la moda de bikinis con relleno para niñas, me dan ganas de llorar. Si desde la infancia recibes ese mensaje, hay algo que está mal en tu cuerpo y puede arreglarse para que deje de ser él y se acerque al ideal, ¿cómo esperamos llegar a la adolescencia con cierta autoestima?Luego llegarán los demás: la belleza como estatus, el despilfarro económico en peluquerías, manicuras, láseres y depilación, rayos uva, maquillajes, ropas y complementos. Chicas de menos de treinta que ya tienen unas pestañas, cejas y boca que no eran las suyas. Veo series donde los personajes femeninos de más de sesenta tienen todas las mismas bocas, las mismas frentes estiradas, los mismos rasgos sin expresión. La tiranía de la belleza y la juventud como mensaje 24/7.

Crecí en la misma época, con los mismos mensajes erróneos, y en el mismo instituto que retrata la novela. No sé cuánto hay de ficción, pero reconozco perfectamente las partes que no lo son. El miedo que nos inculcaron a las chicas cuando ocurrió lo de las niñas de Alcácer, la desigualdad evidente entre mi hermano y yo por una cuestión de género, las pequeñas agresiones que te marcan para toda la vida y que no sabes cómo gestionar: que tus compañeros de clase opinen abiertamente sobre tu cuerpo, que siendo una niña un señor se frotara contigo en un autobús y tú contuvieras la respiración mientras la vergüenza te dejaba paralizada, que en mitad de la calle un chico te tocara por que sí, por que podía hacerlo. Las miradas de ciertos hombres que eran difíciles de decodificar pero que sabías que no estaban bien. Cortarse el pelo a lo chico para ganar un poco de invisibilidad y empezar a utilizar camisetas dos tallas más grandes. Correr durante las clases de educación física con la cazadora del chándal porque, aunque el calor es insoportable, lo son más las miradas y comentarios sobre el tamaño y movimiento de tus pechos que sabías que se hacían entre tus compañeros. Tu cuerpo siempre a disposición de los demás. El miedo y la alerta siempre presentes.

El momento definitivo, quizá, es el de ese profesor de educación física que solo sacaba a chicas para ponerlas de ejemplo sobre cómo hacer el pino, el pino puente y lo que hiciera falta. El profesor sobón que yo y muchas de mis amigas habíamos conocido. El secreto a voces con el que no podías hacer nada, salvo rezar para que no te eligiera la próxima vez. Todos conocedores y todos cómplices. Cuando se intentó hacer algo, la reprimenda fue para las denunciantes.
Mi cuñada y yo comentábamos anécdotas del instituto, la rumorología y las certezas. El profesor ex-seminarista de dibujo que puntuaba mejor a las chicas que a los chicos. No era algo que nos inventáramos. Dos láminas de dibujo técnico hechas por la misma persona, eran puntuadas diferente según fueras chica o chico. Todas esas atenciones indeseadas por señores que te doblaban y triplicaban la edad. Todos los comentarios de tus compañeros sobre enseñar escotes para tener mejores notas.

Mi amiga A. no estuvo en nuestro instituto, solo tiene hermanas y, sin embargo, tras prestarle la novela y preguntarle su opinión me dijo que había sido una lectura que le había dolido. Fijaos en la palabra utilizada. Dolor. Otra más que se identificaba con los escenarios comunes.

Quizá por eso, porque La educación física es una novela que nos narra y nos cuenta a muchas de nosotras, tiendo a recomendarla tanto. Catalina, la protagonista, es legión. Leo comentarios de lectoras que quieren abrazar a la protagonista. Ojalá nos juzgaran menos y nos abrazaran más.

"Cruzar el descampado es lo más parecido a lo que viven los personajes de las novelas del oeste y de aventuras que leía hace unos años, solo que John Silver y el pequeño Jim quieren encontrar un tesoro en una isla y Catalina solo quiere llegar a casa a tiempo y sin que la violen.
Una de aquellas veces, a pesar de que era pleno invierno, llegó a su portal tiritando, pero no de frío, sino porque oyó un ruido y creyó que alguien la estaba siguiendo. El suyo, le han dicho, es un miedo ancestral, estadístico, antropológico, epigenético, fundado."


28 de mayo de 2023

Matrioskas y El vestido blanco. Dos maneras de tratar la violencia sobre la mujer.

La primera vez que conocí la trágica historia de Pippa Bacca fue a través de una columna de Pérez-Reverte titulada "Vístete de novia, y no corras". Casi podría estar de acuerdo en lo que dice. Casi. Porque al terminar subyace la idea de que lo que le pasó fue por su culpa y murió por estupidez. Para quienes como a mí os dé pereza leer a este señor y no queráis pinchar en el enlace, os transcribo el último párrafo: "Dice el recorte de prensa que tengo sobre la mesa que a esa pobre chica la mató un turco desaprensivo. Pero, en mi opinión, el recorte se columpia. La mató la estupidez. La suya y la de la sociedad occidental, cada vez más idiota y suicida, que la convenció de que el mundo, en el fondo, es un lugar simpático que sólo necesita un traje de novia para convertirse en el bosquecito de Bambi."

Creo que nunca le he escuchado decir lo mismo cuando se ha referido a la muerte de un periodista en una zona de combate, nunca le he escuchado decir que esos periodistas que viajan a la zona de conflicto y mueren asesinados eran gilipollas o se lo habían buscado porque deberían saber de antemano que el ser humano es peligroso. 

Pippa era artista. Preparó una performance en la que, vestida de novia, haría autostop y recorrería gran parte de los países que habían sufrido una guerra. Quería transmitir un mensaje de confianza en el ser humano. Aquello no acabó bien. Dos meses después de haber iniciado su obra/viaje fue violada y asesinada. Nathalie Léger nos habla de lo ocurrido en su libro "El vestido blanco", pero también de la solicitud que su madre le hace para intentar tener alguna clase de justicia tras un divorcio que le arrebató todo. 

Gran parte de la historia de Pippa se apoya en el documental La Mariee de Joël Curtz, os dejo el enlace al mismo https://www.joelcurtz.com/la-mariee-the-bride/ 


La madre de la artista, al ser preguntada sobre cómo había consentido o apoyado el proyecto de su hija respondía: Todas las madres estamos angustiadas, vivimos atenazadas por la angustia, pero no debemos transmitírsela a nuestros hijos. No basta con darles la vida: tenemos que infundirles valor para vivir, para vivir intensamente, para vivir y no solo para sobrevivir.

Años antes, en 1974, Marina Abramovic realizó la performance Rhythm 0 y demostró lo fácil que era que esa sociedad civilizada que visitaba una galería napolitana ejerciera la mayor violencia sobre el cuerpo de una mujer. Marina había puesto a disposición del público 72 objetos que podrían emplearse sobre su cuerpo durante las seis horas que duraba la performance. Objetos que incluían cadenas, cuchillas de afeitar e incluso una pistola, pero también flores y plumas. Durante ese tiempo ella se mantendría a merced del público. Ese público la desnudó, la hirió y hasta hubo un hombre que le puso la pistola en la nuca. Abramovic habla de ello, años después en este pequeño fragmento: Rhythm 0


Siempre me ha interesado e indignado la facilidad con la que se ejerce la violencia sobre las mujeres: maltratos físicos, sexuales, explotación de sus cuerpos, violencia verbal. La cantidad de series y películas en las que se reproducen violaciones. También en los libros. Hablo de libros de "entretenimiento", del noir, del policiaco. Porque existen otros libros que aún tocando el tema, lo hacen dando voz a quienes no pueden hacerlo. Es el caso de Matrioskas, de Marta Carnicero Hernanz

Matrioskas es una novela que trata sobre la violencia ejercida sobre las mujeres como arma de guerra. En este caso, hablamos de lo ocurrido en los Balcanes. Miles de mujeres hacinadas en hoteles y otros lugares de reclusión que fueron violadas por los soldados serbios y obligadas a dar a luz a las que quedaban embarazadas. 

Matrioskas es una de mis mejores lecturas de lo que va de año. Aún tratando un tema tan difícil, consigue hacerlo con una maestría y con una verdad que traspasa las páginas.

No solo habla de la guerra y la violencia, también trata de temas como la maternidad, la familia, la importancia de no borrar el pasado, de no enterrar lo que ocurre sobre un sector de la población. 

"Una superviviente lo es porque ha resistido lo que alguno no pueden aceptar ni en las películas. Por eso, en la práctica, nadie puede ayudarte, porque lo que se ve en el cine está pensado para ser digerido de camino a casa y olvidado al buscar las llaves. Si la angustia es excesiva y por la noche es difícil dormir, uno puede insistirse en que aquello era ficción, y que la imagen del pequeño que no deja de asediarlo, con esos ojos acechantes, era el pretexto para hablar de algo más grande, una mera herramienta y poco más. Con la información del noticiario, la estrategia es otra: para aceptar el mundo hay que pensar en colectivo. Cuando los desgraciados son cifras resulta imposible darles nombre, y ése es el primer engaño en el camino del olvido."

Es bastante inútil intentar bajar a señores como el académico tuitero de ese pedestal que ellos se han creado y de esa especie de papel evangelizador que se asignaron hace tiempo donde desde el privilegio y el mainsplaining nos explican las razones por las que se ejerce violencia sobre las mujeres. Por eso, quizá, siga leyendo a mujeres hablar de los problemas que afectan a otras mujeres. Sin el reduccionismo de afirmar "el ser humano es peligroso". A él, que tanto le fastidia que se intente incluir el género femenino en muchas palabras del diccionario, podemos decirle que hace mal en hablar del ser humano en sentido neutro. Tomo las palabras de la madre de Pippa y afirmo que las mujeres vivimos atenazadas por el miedo y sin embargo, tenemos que vivir, no solo sobrevivir. Lo que ocurre es que la violencia la ejercen los hombres ("el ser humano") sobre las mujeres, sin ningún motivo legítimo y en todos los contextos. Y aquí os dejo una caja de botones.


20 de abril de 2023

Cómo recordamos a nuestros muertos. Anoxia, de Miguel Ángel Hernández.

Yo tengo una hermana, la primogénita. Y nunca la conocí porque falleció a los pocos días de nacer, por contraer meningitis en el hospital. Con unos seis u ocho años yo también pasé la enfermedad y casi no lo cuento, pero esa es otra historia. Mis padres me pusieron su nombre, que era compuesto, pero invirtiéndolo. Curiosamente siempre elegí mi segundo nombre así que, a todos los efectos, me llamo como ella. Después, tras algunos meses de intentar superar la pérdida (intentar es un buen término, mucho mejor que conseguir), nació mi hermano y luego llegué yo. Quien sabe si, de haber sobrevivido, yo estaría aquí.

La hermanita, que es como la hemos llamado siempre en casa, es la niña que fue la causa del prematuro matrimonio de mis padres. Mi madre no tenía ni veinte años, mi padre no había cumplido veinticuatro. Y quedarte embarazada tan joven, casarte sin el pleno consentimiento de tus padres para posteriormente enfrentarte al duelo de tu primera hija me parece hoy, a mis 44 años, un abismo. 

Todo eso ocurrió a finales de los setenta. No había móviles, no estábamos obsesionados con inmortalizar cada pequeña cosa que hacemos. Así que a veces, cuando mi madre saca los álbumes de fotos, a todos se nos para un poco el corazón cuando nos encontramos con la única foto que se conserva de ella. Mi madre siempre habla de que no existiría si no hubiera sido por la visita al hospital de un primo que, casualmente, llevaba una cámara y quiso inmortalizar a la criatura. Una casualidad maravillosa.
Sucede lo siguiente: estamos riendo viendo fotos de la comunión o de aquella tarde en la piscina cuando se llevaban bañadores estampados y grandes gafas de pasta y, sin esperarlo, ahí está ella. En blanco y negro, sobre la báscula de pesaje, con su body blanco, los brazos y las piernas rechonchas de bebé, su cara bonita. Y entonces decimos al unísono: ¡ay, la hermanita!. Durante un brevísimo momento las risas se transforman en silencio, se recuerda la tragedia. Pero dura muy poco. Porque tenemos esa foto que la recuerda, que nos muestra a esa niña que fue tan querida y amada al nacer, que sin conocerla nos inspira tantísima ternura. 

Pensaréis qué diablos hago hablando de todo esto en un blog de libros. Lo hago porque hace días leí el libro Anoxia de Miguel Ángel Hernández y mientras lo hacía la fotografía y el recuerdo de mi hermana rondaba continuamente en mi cabeza. 
Anoxia es un libro que habla de unos personajes que, por diversas circunstancias, se dedican a realizar fotografías de personas fallecidas por petición de los familiares. Y eso es como decir mucho y no decir nada. Hay quienes, tras perder al ser querido, deciden inmortalizar ese último momento, el que precede al enterramiento o la incineración.
Es un libro que habla de duelo, de muerte, de fotografía, de recuerdo y memoria. 

Anoxia es una novela dura pero hermosa, con pasajes de gran belleza y también certeros y reconfortantes para un tema tan delicado y tabú como la muerte.

«¿Qué hay más inevitable y habitual que la muerte? Lo anómalo y lo terrorífico es tratar de quitarla de en medio, ocultarla y hacer como si no existiera. La fotografía mortuoria constata la única certidumbre que tiene el ser humano: su caducidad. Es una memoria del último momento, un intento de apresar la imagen del cuerpo antes de que desaparezca. Lo único que convierte ese acto de amor en una costumbre morbosa es la mirada actual.»

Hacia el final de la novela encontré el siguiente párrafo:

«Pero, más tarde, pudo comprobar que también la imagen salva, que cuando el cuerpo no está no queda otro remedio que permanecer siempre lejos. Y que la imagen acerca, como una huella que ayuda a habitar la distancia y sostiene en la lejanía. En ese momento lo entendió. Las imágenes calma, cauterizan las heridas. Le dan forma a un vacío, lo nombran, lo hacen visible, pero también protegen de él. En ocasiones, incluso logran apresarlo.»

Y fue entonces cuando pensé que tenía que hacerlo, que tenía que formular la pregunta. Cogí el teléfono: Mamá, una pregunta que no sabrás a qué viene, pero es que estoy leyendo un libro y no se me quita de la cabeza. La foto de la hermanita... tenerla ¿a ti te consuela, te da alegría conservarla o te da pena? ¿te reconforta poseer este recuerdo físico de ella? Mi madre me contestó que sí, que era una suerte conservar un recuerdo de la niña. El consuelo ganaba a la pena. Aprovechó para enviarme la foto. Volvió a doler un poquito al principio pero terminé sonriendo. En la foto está viva, no como en el caso de los retratados en la novela, pero lo cierto es que siempre ha sido el retrato de un duelo.

Dice una frase: «Al fin y al cabo, no lo hace por dinero, sino por la convicción: la certeza de que la fotografía tiene un sentido, que sirve de ayuda a los que quedan.»

Así que hoy escribo sobre todo esto porque es un ejemplo claro de lo que consigue un libro. Puede que muchos pasen sin pena ni gloria pero, a veces, conectamos de un modo difícilmente explicable. Nos remueve, nos hace pensar, nos lleva a sitios que quizá no queríamos visitar pero que después agradecemos. Nos hace hablar de temas complejos, difíciles e incluso dolorosos. Apartan el velo del silencio. Quizá consiga encontrar el valor para preguntarle a mi madre cómo fue eso de llegar a casa sin bebé, afrontar un entierro y guardar en el trastero todas las cosas que estaban preparadas para la llegada de mi hermana. Y no por mí, creo que a ella le reconfortará contarlo. Como cuando vamos juntas al cementerio y visitamos su lápida. La recordamos. Y allí veo su nombre. Mi nombre.

19 de febrero de 2023

Nostalgia, Robin Williams y el Club de los Poetas Muertos

Define la RAE la nostalgia como:

1. f. Pena de verse ausente de la patria o de los deudos o amigos.
2. f. Tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida.

Tiene la nostalgia cierto poder en nuestro ánimo. Escuchaba uno de los episodios más queridos del podcast Gabinete de Curiosidades y como siempre me ocurre,  me emocionaba al llegar al final, cuando se menciona a Robin Williams. Robin Williams que, para muchos, siempre será el profesor Keating. Esa nostalgia de la que hablaba al principio me llevó a ver la película "El indomable Will Hunting" por la que ganó un muy merecido Oscar a mejor actor de reparto y "En la mente de Robin Williams" (Robin Williams: Come Inside My Mind), un estupendo documental que nos acerca a la vida personal y profesional del actor. En sus últimos años padecía demencia con cuerpos de Lewy y fue lo que provocó su suicidio. 

Luego recordé que llevaba años sin ver El club de los poetas muertos y decidí que era un buen momento para hacerlo. Al mismo tiempo, descubría la novela de Nancy H. Kleinbaum, en el que se adaptaba el guion original de Tom Schulman, por el que se llevó el Oscar. La película, de 1989, dejó una profunda huella en toda una generación y confío que en las posteriores. Es un canto a la vida, a las artes, al pensamiento crítico, al inconformismo. No es perfecta, casi nada lo es, pero Robin Williams consigue hacernos atravesar la pantalla y querer formar parte de esa clase de Literatura donde se habla de lo que merece la pena y de un club secreto donde se intercambia poesía, inspiración y sueños.

No teman, aprenderán lo que este colegio exige que sepan; pero, si puedo completar mi tarea, aprenderá aún bastante más. Por ejemplo, descubrirán el placer de las palabras; porque, pese a todo lo que les hayan podido decir, las palabras y las ideas tienen el poder de cambiar el mundo.

(...) Keating se acuclilló en el centro del pasillo.
- Acérquense, señores; quiero confiarles un secreto.
(...) Cuando ya todos estaban tensos por la espera, Keating habló quedamente, con tono confidencial.
- Se escribe y se lee poesía, no porque sea bonita, sino porque se es parte de la humanidad. Se escribe y se lee poesía porque los seres humanos son seres con pasiones. La medicina, el derecho, el comercio, son nobles actividades, necesarias para mantenernos con vida. Pero la poesía, el amor, la belleza, ésa es nuestra razón de ser. Citando a Whitman:

¡Oh, yo! ¡Oh, vida! Todas estas cuestiones
que me asaltan
Estos cortejos sin fin de incrédulos
Estas ciudades pobladas por idiotas
¿Qué hay de bueno en todo esto, oh, yo, oh, vida?
Respuesta
Que tú estás aquí - que la vida existe, y la identidad,
que el prodigioso espectáculo sigue,
y que, quizá, tú contribuyes a él con tu rima.

(...)
-¿Cuál será la rima de ustedes? -preguntó entonces, mirándoles uno por uno-. Díganme, señores, ¿cuál será su rima?


En estos tiempos convulsos, sin demasiadas opiniones propias y poco sentido crítico, está bien que nos recuerden que se puede ir a contracorriente como Keating  o como Ethan Hawke en su papel de Todd Anderson, que fue capaz de revelarse en el último momento ante la injusticia cometida por ese colegio asentado en los valores de tradición, honor, disciplina y excelencia. También nos recuerda que hay que estar preparado por si no hay finales felices o acecha alguna tragedia que pudo haberse evitado si hubiéramos escuchado al otro en lugar de imponer nuestros deseos y decisiones.

Si os invade la nostalgia como a mí, recordad que El club de los poetas muertos, en su versión película o novela es una buena elección. Y que Robin Williams hizo, con su presencia y trabajo, de este mundo un sitio mejor.




Me fui a los bosques porque quería vivir sin prisa. Quería vivir intensamente y sorberle todo su jugo a la vida. Abandonar todo lo que no era la vida, para no descubrir, en el momento de mi muerte, que no había vivido. H.D.Thoreau.




1 de enero de 2023

Las ausencias - Leila Guerriero

Esta manera de empezar 2023 con la maravillosa píldora radiofónica de Leila Guerriero. Y como la urraca que acumula cosas brillantes, yo la dejo guardada aquí. Entre el resto de mis piezas valiosas.

Pequeño ruego por los que perdieron

Claro que hay que hacer algo, en estas fechas, por quienes no tienen comida ni cobijo (aunque habría que hacer algo siempre). Claro que hay que hacer algo, en estas fechas, por los niños que están enfermos en los hospitales (aunque ningún niño debería estar enfermo en ningún hospital, nunca). Claro que hay que hacer algo por los que duermen en la calle, por los que perdieron su casa, por los que habitan residencias para ancianos, por los solos, por los locos, por los que están repletos de canciones tristes. Claro que hay que hacer algo y claro que habría que hacerlo siempre. Pero hay, en el mundo, seres de una estirpe específica, doliente y desatendida: aquellos que se acercan a estas fechas, por primera vez, con una falta. Las primeras navidades, el primer final de año, sin él, sin ella. Ven avecinarse este momento como una embestida peligrosa, la amenaza del vacío, el dolor en expansión. Porque todavía se acuestan con el calor de aquel cuerpo en el costado, aunque ese cuerpo ya no esté. Porque todavía lo buscan en la calle, aunque sepan que no lo van a encontrar. Porque todavía se acuerdan de su voz, aunque ya no la escuchen. Y en nombre de mil años de amor, lo único que quieren es cavar la tierra con las manos, volver el tiempo atrás, hacer que la pérdida no haya sucedido. Roguemos, entonces, por ellos. Por los que caminan por primera vez hacia estas fechas llagados de dolor. Por los que perdieron hace poco. Por los desconsolados. Roguemos para que la felicidad ajena y los árboles de navidad ajenos y los juguetes para los niños ajenos y los brindis ajenos no les parezcan una afrenta. Roguemos para que no los lacere la euforia de los fuegos de artificio. Roguemos para que no enloquezcan de dolor. Roguemos para se queden de este lado del espejo. Roguemos para que sepan que sabemos que todos, alguna vez, seremos ellos. Que a todos nos tocará, alguna vez, entrar en esa intensa noche. Esa es mi pequeña oración por estos días. Roguemos por ellos. Y que ellos, cuando nos suceda, rueguen por nosotros.


Podéis escucharlo aquí: Leila Guerriero