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28 de julio de 2020

El infinito en un junco - Irene Vallejo

(...)
«La libertad es una librería.
Ir indocumentado.
Las canciones prohibidas.
Una forma de amor, la libertad.»
(La libertad, Joan Margarit)



Terminé este fin de semana el libro que os mencioné en mi última entrada: El infinito en un junco, de Irene Vallejo. Esa misma semana, el 23 de julio, se celebraba un atípico Día del Libro.

No sé vosotras, yo sigo en modo pérdida. Veréis, no me interesa la moda ni que me sirvan en un restaurante y me dan mala conciencia los escasos pedidos online que tuve que hacer durante el estado de alarma. Puedo pasar sin viaje de vacaciones. Todas esas cosas me resultan prescindibles. Imaginad entonces en mitad de una pandemia. Salud, techo, comida, un trabajo que me permita todo eso, tener cerca y bien a mi gente. Enough. A mí esto me parece de lo más obvio, lo normal, pero tratar con otros te enseña que los valores y prioridades cambian de unas personas a otras. Como decía el personaje de Morticia Addams: "La normalidad es una ilusión; lo que es normal para una araña es el caos para una mosca"

¿Sabéis a lo que no me he acostumbrado? Al hurto del espacio donde los lectores encontramos nuestra paz, nuestra evasión. Yo sé que habrá gente aquí que me lea y me entienda. Esta tribu que somos adora entrar a una librería a dejar pasar el tiempo, las páginas y la vida. Y esa sensación es aún más intensa cuando la extrapolamos a las bibliotecas. Yo confieso: dos o tres horas vagabundeando entre las estanterías de una biblioteca, a la caza de un nuevo libro, hojeando aquí y allá, leyendo párrafos sueltos, apuntando títulos para recoger en el futuro... Una suma de tiempo y gestos, un paréntesis cualquier día de la semana conseguía equilibrarla. No necesitaba de poderes ni tretas, cruzaba las puertas de vuelta a casa con la sensación de que era invencible, las energías renovadas. Hasta eso nos ha arrebatado la nueva normalidad.

«La pasión del coleccionista de libros se parece a la del viajero. Toda biblioteca es un viaje, todo libro es un pasaporte sin caducidad.»



Quizá por todo esto leer El infinito en un junco me ha dejado cierta sensación nostálgica y a la vez reconfortante. Porque ahí está la historia de los libros, los clásicos, el poder de la palabra, lo enriquecedor del viaje y el conocimiento, las anécdotas en torno a los hechos que nos cambiaron, la evolución, lo tangible y lo legendario. 

La autora consigue transmitir su vasto conocimiento con un truco simple: ¿quién mejor que una persona que ama los libros para hablarnos de ellos? Un inciso: ojalá deje de ver en las redes la expresión amar los libros vinculada a ciertas acciones e intereses. Amar, por definición, debería aplicarse a todo acto desinteresado o de entrega. Fin del inciso. El texto está plagado de pequeñas historias, de guiños a cualquier lector medio, de afirmaciones en las que se encontrará una referencia, una emoción, una sensación familiar. El reconocimiento de la tribu del que hace tiempo os hablé.


«Los libros nos convierten en herederos de todos los relatos: los mejores, los peores, los ambiguos, los problemáticos, los de doble filo. Disponer de todos ellos es bueno para pensar, y permite elegir.»



«Los libros no han perdido del todo ese primitivo valor que tuvieron en Roma, la sutil capacidad de trazar un mapa de los afectos y las amistades. Cuando unas páginas nos conmueven, un ser querido será el primero a quien hablaremos de ellas.
(...)
Ciertas lecturas son una forma de derribar barreras, ciertas lecturas nos recomiendan al desconocido que las ama.
(...)
A pesar del empuje de la mercadotecnia, los blogs y las críticas, las cosas más bellas que hemos leído se las debemos casi siempre a un ser querido -o a un librero convertido en amigo-. Los libros nos siguen uniendo y anudando de una forma misteriosa.»


Nos han despojado del placer de pasear entre las estanterías de las bibliotecas y de la expectativa de elegir sin prisas y sin distancias de seguridad nuestras lecturas en las librerías. El Día del Libro no parece el mismo sin esas experiencias. Pero aún queda una leve esperanza porque, como dice Irene Vallejo, nos quedan los libros y también el placer de hablar de ellos y recomendarlos. 
No importa cuándo fueron escritos, en ellos encontraremos todo aquello que nos hace más conscientes de nosotros mismos, más vulnerables y más humanos. Me conmueve y me transporta el fragmento final que os dejo para cerrar esta entrada. Buscad la escena original entre las últimas páginas de La Ilíada de Homero. Nos une mucho más que aquello que nos separa.


«En el cruel universo bélico, los jóvenes mueren y los padres sobreviven a sus hijos. Una noche, el rey de Troya, se aventura a solas hasta el campamento enemigo, para rogar que le devuelvan el cadáver de su hijo, con el fin de enterrarlo. Aquiles, el asesino, la máquina de matar, se compadece del viejo y, ante la imagen de dolorida dignidad del anciano, recuerda a su propio padre, a quien no volverá a ver. Es un momento conmovedor en el que el vencedor y el vencido lloran juntos y comparten certezas: el derecho a sepultar a los muertos, la universalidad del duelo y la belleza extraña de esos destellos de humanidad que iluminan momentáneamente la catástrofe de la guerra.»



6 comentarios:

  1. ¿Puedo levantarme y aplaudir emocionada por estas palabras?
    Si tenía algún duda sobre si debía regalarme "El infinito en un junco" acabas de eliminarlas de golpe.
    He leído muchas reseñas sobre este libro pero creo que ninguna ha sido tan bonita y melancólica como la tuya, Lidi.
    Me entristece lo mismo que a tí, me entristece y me cabrea, para qué negarlo... pero también es cierto que nosotras somos afortunadas porque seguimos teniendo estos oasis para reponer fuerzas, evadirnos, seguir sumando, aprendiendo...seguir sintiéndonos libres en las librerías y las bibliotecas, aunque sea con distancia de seguridad, mascarilla o límite de tiempo.., Las lecturas siguen siendo nuestro refugio, como dices en uno de los párrafos "nos siguen uniendo y anudando de una forma misteriosa" y eso no hay nueva normalidad que pueda pararlo ;)

    Espero que estés bien, te mando todo el ánimo y energía de la buena y de la bonita
    un abrazo, Lidi.

    Pd: me guardo este post en favoritos.

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    1. Sé que vengo muy tarde, pero no quería dejar sin contestar tu comentario :)
      He tenido un poco de parón lector en estas últimas semanas, sigo en modo "ficción" pero televisiva, porque a veces la cabeza no te da para concentrarte en las lecturas, pero sí es cierto que en las palabras, aunque sea hojeando algún libro, buscando algún fragmento o con la poesía, sigo encontrando refugio. Y también es bonito ver de qué manera nos unen a otras personas, incluso en la distancia.
      Me alegro de que en estos días que tienes de descanso estés disfrutando tanto de tus lecturas. Es una buena manera de disfrutar en tiempos difíciles.
      Un beso grande y gracias por tus palabras.

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  2. Me sumo al comentario de Eibi82. No puedo mejorarlo. ¡Qué suerte leeros, por Dios!

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  3. "Cuando unas páginas nos conmueven, un ser querido será el primero a quien hablaremos de ellas". Una palabras similares usa Daniel Pennac en "Como una novela", y no puedo estar más de acuerdo.
    Y nada "El infinito en un junco", además de que me lo has comentado en una ocasión, parece haber puesto a un gran número de lectores de acuerdo: a todos les ha fascinado, solo hay buenas palabras. Anotadísimo queda para cuando pueda sacar tiempo para él.
    Estás on fire, ¡cuánto me alegra!. Entre otras cosas porque sé todo lo que hay detrás. A ver si se me pega que llevo tres semanitas...
    Beazo.

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    1. Después de nuestra charla de hoy he pensado que El infinito sería una de esas lecturas que te durarán meses porque las intercalarás con otras. Ya verás como si finalmente te animas, me lo dirás. Te va a encantar sus referencias a los clásicos y las anécdotas, ya verás.
      Deseando leerte, ya lo sabes. Qué suerte hablar contigo cada semana, qué riqueza inmaterial (como nos gusta a nosotras) me llevo, de verdad.
      Un beso fuerte y feliz semana.

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