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20 de febrero de 2020

Testamento de juventud, de Vera Brittain

Denunciaba estos días (especialmente en Instagram, con pantallazos bastante gráficos sobre lo que una editorial pretende vender como un buen trabajo de traducción y corrección, cuando en realidad ese trabajo no existe), lo cansada que estoy de encontrar obras mal editadas y de que nos mientan sobre las razones por las que eso ocurre. 
Siempre me he negado a hacer reseñas negativas, por eso no perderé el tiempo en traerlo aquí y darle más publicidad a quienes no cuidan lo que hacen. Para contrarrestar eso, hoy os traigo un ejemplo de edición impecable.

Testamento de juventud, de Vera Brittain, una coedición de Periférica & Errata naturae con la magnífica traducción de Regina López Muñoz. Si veis el nombre de Regina en cualquier libro, os garantizo que la traducción será perfecta. Es su sello.
Si pasáis por una librería y lo veis, hojeadlo, abridlo, oledlo. Es un libro que permanecerá intacto durante años en vuestras estanterías.

Pero no todo es el continente. Testamento de juventud no estaría aquí si no fuera por su contenido. Su SINOPSIS recoge perfectamente lo que encontraréis en estas memorias de la inglesa Vera Brittain.


Vera Brittain dedicó casi veinte años a escribir esta obra portentosa, en la que debía haber espacio «para los seres queridos y también para aquellos a quienes no conoceremos nunca, pero que, no cabe duda, son nuestros iguales». Pocas veces se ha contado la vida de aquella juventud, la que sufrió la Primera Guerra Mundial y la posguerra, con tanta profundidad, elegancia y exactitud. Se combinan aquí las peripecias (siempre verdaderas) de la hija del propietario de una fábrica de papel de provincias que luchaba por emanciparse con las de la joven estudiante de Oxford y con el sufrimiento que esa misma joven, convertida en enfermera, encuentra en el frente durante la guerra; su pasión por el estudio y la literatura con el afecto por muchos de los que la rodearon desde adolescente… Todos sus amigos lucharán en las trincheras, y todos sus amigos vivirán el fin de una época mejor en la que todo parecía más puro e ingenuo.
«Si la guerra me perdona la vida», escribió Brittain a su hermano, «mi único objetivo será inmortalizar en un libro nuestra historia, la de nuestros amigos». Aquel deseo, casi una promesa, se convirtió en uno de los libros de memorias más famosos y conmovedores del siglo XX. A pesar de su interés por ajustarse al marco histórico de lo sucedido y a los datos reales, Vera Brittain, cuando escribe, siempre lo hace en los alrededores de la poesía y de los sentimientos, respaldados por una inteligencia viva y sus fervientes creencias pacifistas y feministas.
Cuando finalmente se publicó, en 1933, Testamento de juventud fue un éxito instantáneo. La primera edición se agotó en pocas semanas; Virginia Woolf anotó en su diario que se sentía impelida a quedarse despierta toda la noche para terminar de leerlo; y cuando apareció su edición americana, The New York Times escribió con entusiasmo que aquella historia autobiográfica era «honesta, reveladora… y desgarradoramente hermosa».

La obra está precedida por las etiquetas: feminista y pacifista. Reconozco que, cuando lo vi me eché a temblar. En torno al feminismo se están enlazando obras, actos y símbolos que nada tienen que ver con el movimiento. Es como cuando dicen que la actuación de Shakira y Jennifer López en un descanso de la Super Bowl es un símbolo, un mensaje al mundo del empoderamiento femenino. Ojos en blanco. Ante afirmaciones así me siento de otro planeta. Llamadme rara



Todos mis temores se disiparon cuando empecé a leer a Vera. Testamento de juventud sorprende por la lucidez en cada afirmación que hace su protagonista, por lo innovador y maduro de su discurso. Me atrevería a decir que escritoras como Virginia Woolf alcanzaron la fama, y personas como Vera Brittain cardaron la lana. El hecho de que su obra no se haya traducido en nuestro país hasta ahora, me parece un claro ejemplo.
Lo mejor, creo, es citarla:

«Yo había resuelto que, casada o no, me mantendría solita, a poder ser mediante la escritura, y que jamás sería una carga económica para mi esposo. Ya entonces juzgaba incompatibles la libertad personal y la dignidad en el matrimonio con la dependencia económica; »

«Pueden atribuirse pocos méritos a la guerra, pero uno de ellos fue poner fin a aquella triste tradición según la cual las enfermedades venéreas o la brutalidad sexual en un marido quedaban sobradamente compensadas por un saldo bancario envidiable.»

«En tiempos de guerra, lo que agota a las mujeres no son las extenuantes tareas desconocidas que les tocan en suerte, ni el miedo constante a la muerte de maridos, enamorados, hermanos o hijos; es el conflicto incesante entre las exigencias personales y las nacionales lo que absorbe toda nuestra energía y quebranta el espíritu.»

«¿Podía transformarme en joven esposa y madre, yo la veterana de guerra, concediendo así de nuevo al destino el poder de hacerme daño, de destruir mi vitalidad y mi capacidad creativa como las había destruido en los años posteriores a 1914?»


Lo mismo ocurre con su mirada pacifista:

«"Es imposible", concluía, "hallar satisfacción alguna en los veinticinco mil alemanes asesinados, mutilados y abandonados a la descomposición; la destrucción del hombre como si fuera una bestia, ya sea éste inglés, francés, alemán o de cualquier otro país, supone un atentado contra el progreso de la civilización."»

«Ojalá todas esas personas que escriben sin pensar sobre "una guerra santa" y esos oradores que no se cansan de repetir que tenemos que seguir adelante sin importar cuánto dure la guerra y lo que ello suponga, pudieran ver al menos a un soldado -por no hablar de diez- víctima del gas mostaza; ojalá pudieran ver a estos pobres hombres achicharrados y plagados de ampollas enormes y supurantes de color mostaza, y ciegos - a veces con carácter temporal, otras veces, permanente-, con los párpados pegajosos y pegados, y dejándose la piel por respirar, con la voz reducida a un murmullo, diciendo que se les cierra la garganta y que saben que van a asfixiarse.»

Reflejó también la situación en la que quedaron aquellos hombres que no fueron a las trincheras, pero que trabajaron para seguir sosteniendo el país:

«El nefasto entendimiento psicológico de las altas esferas obligaba a unas personas que se mataban a trabajar sacando adelante dos y hasta tres empleos a jornada completa a llevar prendas que según la opinión popular los tildaban de "gandules", a la vez que miembros de guarniciones muy ligeras y perfectamente seguras eran elevados a la categoría de héroes. A mi tío, la guerra le costó la vida casi como si hubiera estado en las trincheras; sin embargo, lejos de saborear la "gloria" del sacrificio, ni siquiera se le permitió prescindir de un atavío que lo condenaba a la humillación.»


Testamento de juventud no solo plasma los pensamientos y reflexiones de Vera. El texto incluye fragmentos de cartas (emociona leer las palabras de su hermano y las de su prometido, durante el tiempo que estuvieron en el frente), poemas, referencias literarias, su trabajo de enfermera, la ingenuidad inicial ante el conflicto y la emoción ante las sucesivas pérdidas de amigos y familiares. 

Más de ochocientas páginas llenas de sentido común, sentimiento y rebeldía. Yo creo que, si una persona lee solo este libro, podría dar el año lector por bien empleado.


Quizá algún día brille otra vez el sol,
y yo vea que el cielo todavía es azul,
y vuelva a sentir que no vivo en vano;
aunque viva despojada de ti.

Quizá, a mis pies, las praderas doradas
alegren las horas soleadas de la primavera
y saboree la dulzura de las flores de mayo;
aunque te hayas marchado.

Quizá los bosques resplandezcan en verano,
y recuperan su belleza las rosas rojas,
y las cosechas su abundancia otoñal;
aunque no estés aquí.

Pero aunque el Tiempo generoso renueve la alegría,
hay una, la mayor, que yo no conoceré
porque al perderte mi corazón
hace tiempo que se rompió.

V. B. «QUIZÁ...», PARA R.A.L., 1916
De Versos de una enfermera voluntaria.




12 comentarios:

  1. Hola
    Me lo apunto sí o sí. Me ha encantado tu opinión. Muchas gracias.

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    1. Hola, Cleopatra.
      Espero que disfrutes mucho su lectura. Gracias por pasarte por aquí.
      Un saludo.

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  2. Lo compramos este mes para la biblioteca donde trabajo porque nos enamoró la sinopsis

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    1. Hola, Olivia.
      Es un ejemplar que no debería faltar en ninguna biblioteca, así que creo que habéis hecho una magnífica adquisición. ¡Qué voy a decir yo después de recomendarla tanto!
      Gracias por pasarte y dejar un comentario. Es un honor.
      Un saludo.

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  3. Hola,
    Jope, me he quedado sin habla con esas palabras. Justo hace poco vi 1917 y creo que eestuve toda la película con los pelos de punta, de emoción y congoja, y ahora, con esas palabras me ha pasado lo mismo.
    cuánta suerte tenemos los que no hemos vivido una guerra. No sé si lo leeré, pese a tus palabras, sabes que ese tipo de novelas me hacen sufrir y no sé si me apetece. Pero lo anoto, porque creo que en algún momento merece ser leído.
    No quiero olvidar el título
    Un besote

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    1. Hola, Pepa
      Tengo en la agenda apuntado ver 1917, más después de haber leído a Vera, aunque es cierto que los conflictos bélicos han llamado siempre mi atención y también quizá por eso yo me siento una privilegiada por esta vida que me ha tocado, alejada de ellos.
      Es un libro lo suficientemente extenso como para que las partes más duras se compensen con otras más livianas. Leyendo a Vera también te das cuenta de que, un siglo después, tampoco tantas cosas han cambiado...
      Si un día te animas a leerlo, me encantará conocer tu opinión.
      Un beso.

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  4. Jolín, me vas a caer super mal. Tenía del todo descartada esta lectura, quizá fuese que no había encontrado hasta el momento ninguna reseña que me hubiera traído como la tuya hasta el momento. Lo voy a anotar, venga, y en la siguiente visita a la librería o a la biblioteca (más me valdría que fuese biblioteca, que me he gastado un pastizal últimamente), y lo indagaré a fondo, porque cuando lo he visto he pasado de largo.

    Gracias por tu sensibilidad y por compartir fragmentos tan chulos como estos.
    Besis.

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    1. Esther, mi recomendación es: intenta hacerte con ella en una biblioteca. Es un libro bastante caro. Vale que es una edición genial, pero si por lo que sea no te gusta... te daría mucha rabia. Así que optaría primero por la biblioteca, porque si te entusiasma, siempre puedes comprarlo después. Lo digo porque no era un libro que te hubiera llamado la atención, así que con más razón intentar evitar una decepción.
      Gracias a ti por pasarte y dejarte tentar (casi) siempre :)
      Un beso.

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  5. Muy bonitos todos los fragmentos elegidos y sin duda enganchan.
    Pues desde que leí la fot de iG y después su entrada al blog estoy muy interesada en él. Tampoco soy muy amiga de los libros de guerra, sobre todo por las barbaries que se le hacen a la mujer y que soy tan sensible al leer, pero definitivamente debería enfrentarme a ello.
    Beso.

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    1. Cuando leí la entrada de Eibi. Me lo he comido con patatas.

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    2. Hola, M. Ángeles:
      Creo que Vera reflexiona mucho más sobre las consecuencias de la guerra (en su época, en su familia y entorno, en sus decisiones personales...) que centrarse en "los horrores" de la guerra. Quizá podría darte esa imagen por los fragmentos elegidos, pero no creo que fuera justo desechar la lectura por miedo a párrafos o imágenes de la guerra demasiado explícitas. No las hay, apenas alguna referencia que yo considero necesaria.
      Te digo como a Esther, si puedes hacerte con un ejemplar en la biblioteca, sería una buena manera de acercarte y valorar su lectura. Ya me contarás...
      Un beso.

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  6. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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