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2 de noviembre de 2014

La palabra más hermosa - Margaret Mazzantini


"Él también va elegante, a su manera, se ha puesto unos pantalones ajustadísimos negros, a rayas, y en torno al cuello una raquítica corbata que cuelga sobre la camiseta.
—Me he dejado las camisas en Génova.
Me mira fijamente con su cara dulce e insolente. Por encima de sus hombros se filtra un velo de luz y llega un olor muy bueno a comida.
—Entra, amor mío, por favor.
Miro alrededor, no sé qué le ha hecho a esa pocilga… Ha puesto las sillas y las mesas en orden, como un local que espera la llegada de los clientes… En cada mesa hay una vela encendida y en el suelo, aquí y allá, islas de vasos de cerveza de los que sobresalen ramitos de flores, como si fueran pequeños parterres. Levanto la vista… las fotografías de nosotros en Sarajevo, de nosotros en Génova, mi boca, mis ojos, mi barriga… Colgadas con pinzas de tender la ropa de dos hilos que atraviesan la barcaza como guirnaldas. El pequeño casete está encendido… La música nos susurra, se dispersa en aquel ambiente demasiado grande. Al fondo, junto a la cristalera, hay una mesita con un mantel blanco y unas copas altas… En la penumbra incluso el sofá de piel sintética parece elegante.
Se ríe:
—Bueno, ¿qué tal ha quedado?
—Ha quedado como tú…
Me entran ganas de llorar. Nadie había hecho algo así por mí… Nadie volverá a hacerlo. Observo la hilera de mesas y velas, sonrío."...





"—¿Qué tiene que ver tu abuela con esto?
—Nada, era para decirte que los amores que parecen absurdos a veces son los mejores… Para decirte que solo tengo cinco años menos que tú, que soy de fiar como mi abuelo… Que moriré antes que tú porque las mujeres vivís más tiempo… Era para decirte que no te casaras. Para que me eligieras a mí. Soy tu óvulo ciego.
Tiene puro cielo en los ojos, hace ese gesto tan suyo, se lleva una mano a la nuca y espera, y es un gesto de abandono, tal vez de derrota, es como si se apoyara con todo el peso del cuerpo en el cuello… Es el mismo gesto que le vi hacer la primera vez, cuando se volvió hacia mí en aquel local, se llevó la mano a la nuca y se quedó así, inerte. Es ese gesto que un día echaré de menos hasta morir"

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