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24 de mayo de 2021

Wislawa Szymborska - El odio

 «A lo más que se puede aspirar en la vida es a ser poeta. 
A través de ellos hablan los dioses.»

Juan José Millás.

La poesía siempre tiene algo de atemporalidad, algunos poetas destacan por su mirada certera y porque supieron ver en la condición humana lo suficiente para saber que hay cosas que nunca cambiarán. Llevamos semanas de guerras y odios. Ya ni siquiera tengo ganas de discutir o confrontar opiniones, ni aún cuando leerlas me ponen al borde de la náusea. "No es bueno nunca hacerse de enemigos que no estén a la altura del conflicto" decía Fito Páez. Enseñanzas que traen los años, benditos sean. Así que, como la mayoría de las veces, el consuelo está en los libros y en acercarse a quienes tienen algo que decir, alejados del ruido, cerca de la verdad. El consuelo está en saber cuál quieres que sea tu lado correcto de la Historia y qué has hecho para reivindicarlo. 

Hay que leer a Wislawa Szymborska.


CIERTA GENTE

Cierta gente huyendo de otra gente.
En cierto país bajo el sol
y bajo ciertas nubes.

Dejando atrás sus todos respectivos,
campos sembrados, ciertas gallinas, perros,
espejos en los que ahora sólo el fuego se contempla.

Llevan a la espalda hatillos y cántaros
día tras día más pesados, cuanto más vacíos.

El agotamiento de alguien tiene lugar en silencio,
el arrancamiento a alguien de su pan en el tumulto
y el acunamiento del niño muerto de alguien.

Ante ellos un incesante "por aquí no",
no es ése el puente que necesitan
sobre un río extrañamente rosado.
Alrededor unos disparos, a veces más cerca, a veces más lejos,
en lo alto un avión que parece dar vueltas.

Vendría bien alguna invisibilidad,
alguna oscura pedregosidad,
y aún mejor un no-haber-sido
por un tiempo breve o incluso largo.

Algo todavía ocurrirá, pero dónde y qué.
Alguien saldrá a su encuentro, pero cuándo, quién,
desempeñando qué papel y con qué intenciones.
Si tiene elección,
quizás no quiera ser un enemigo
y los deje con cierta vida por delante.



EL ODIO

Contemplad, qué activo sigue siendo,
qué bien se conserva
en nuestro siglo el odio.
Con qué ligereza afronta grandes obstáculos.
Qué fácil para él saltar, atrapar.

No es como otros sentimientos.
Es más viejo y más joven que ellos al mismo tiempo.
Él mismo crea razones,
que lo despiertan a la vida.
Si se queda dormido, no es nunca el suyo un sueño eterno.
El insomnio no le quita fuerza, antes se la da.

Con religión o sin ella,
lo importante es arrodillarse en la salida.
Con patria o sin ella,
lo importante es lanzarse a correr.
Para empezar no está mal eso de la justicia.
Después ya corre solo.
¡Odio! ¡Odio!
Su rostro lo desfigura una mueca
de éxtasis amoroso.

¡Ay estos otros sentimientos,
enclenques e indolentes!
¿Desde cuándo la fraternidad
puede contar con las multitudes?
¿Alguna vez la compasión
ha llegado primera a la meta?
¿Cuántos admiradores arrastra tras de sí la incertidumbre?
Arrastra sólo el odio, que sabe lo suyo.

Lúcido, inteligente, muy trabajador.
¿Hace falta decir cuántas canciones ha compuesto?
Cuántas páginas de la historia ha numerado.
Cuántas alfombras de gente ha extendido
en cuántas plazas, en cuántos estadios.

No nos engañemos:
sabe crear belleza. 
Son espléndidos sus resplandores en la oscuridad de la noche.
Estupendas las humaredas de sus explosiones de destellos rosados.
Difícil negar a unas ruinas su pathos
y el vulgar humor
de unas columnas vigorosamente erectas entre ellas.

Es maestro del contraste
entre el estrépito y el silencio,
entre la roja sangre y la blanca nieve.
Y ante todo, jamás le aburre
el tema de un torturador impecable
sobre su víctima mancillada.

Listo en todo momento para nuevos quehaceres.
Si tiene que esperar, espera.
Dicen que es ciego. ¿Ciego?
Tiene el ojo certero del francotirador
y él, sólo él, mira al futuro
confiado.


 (Traducción de David Carrión Sánchez)
El gran número Fin y principio y otros poemas.


One day in Marsala - Vicenzo Utro


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