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28 de julio de 2019

El oficio de contar (II) - Gervasio Sánchez

Transcripción del minuto final.

-Hola, Gervasio. Después de haber sido testigo de todo lo que has sido testigo, de todo lo que has visto, ¿tienes fe en la humanidad como colectivo, y en el ser humano como individuo?

-Gervasio Sánchez: Sigo creyendo que los seres humanos podemos ser mejores de lo que somos. Y lo sigo creyendo, sorprendentemente, porque lo he visto en plena guerra. La dignidad es un concepto intangible, pero la dignidad es algo que sabemos a qué nos referimos. Lo he visto en pleno conflicto. He visto a la gente actuar de una manera increíblemente digna. Mujeres, hombres, niños que salían por las mañanas de casa sin luz, sin agua, sin calefacción, durante años, y, sorprendentemente, iban bien vestidos, iban arreglados, se habían bañado aunque fuera con una botella de agua, que atravesaban una ciudad golpeada por una violencia increíble, que se jugaban morir por estudiar. Yo vivía, una parte de la guerra de Bosnia, viví delante de un instituto. Mi casa, una casa de una familia que me acogió, estaba delante de un instituto. Y vi morir a chicos y chicas de 14 y 15 años, atravesando un puente que era batido por francotiradores. Y pienso, a veces: ¿la dignidad no será morir por estudiar en plena guerra? ¿La dignidad no será custodiar a un vecino de la minoría que está bombardeando la ciudad y evitar que lo maten? Porque siempre hay ajustes de cuentas en cualquier guerra. ¿La dignidad no es ser capaz de decirle a una vecina, cuando los paramilitares están entrando en tu barrio: «que tu hija mayor de 14 años se venga a mi casa, que yo lo haré pasar por hija mía, si no, la van a violar? ¿Y que cuando los paramilitares entran en la casa de esa señora, solamente violen a la madre? ¿Y que el señor se juegue el cuello, si lo descubren, lo matan, por salvar una vida? Eso es el heroísmo, la dignidad, la fuerza de la razón, en medio del desastre de la guerra. La capacidad que tenemos los seres humanos de hacer o de vivir situaciones injustas de una manera no vergonzosa. Yo sigo creyendo, quizás, todavía, porque he visto a los seres humanos decidir no matar. Hay muy poca gente que prefiera morir antes que matar, pero los hay. Entonces, este tipo de personajes son, para mí, por los que vale la pena batirse en esta profesión. Hacer, creer que todavía sigue existiendo el modelo que dignifica al ser humano. El problema es qué haces cuando todo se desmorona. Y ahí aparecen las dificultades y, casi siempre, la cobardía. Por eso, la gente jalea al que mata porque tiene el arma, la gente mira hacia otro lado para evitar que pueda ser el siguiente, la gente intenta escabullirse de sus responsabilidades. Pero, de cuando en cuando, aparece, también, lo mejor del ser humano.



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