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27 de enero de 2019

Rutinas de domingo

Abro los ojos gracias a la claridad que entra por la ventana. Es ese mi despertador los fines de semana. En el piso nuevo no hay ruidos, estamos alejados del centro. Adiós a los ladridos de perros que son paseados por sus dueños antes de las ocho, a las charlas entre vecinos madrugadores debajo de la ventana, al trinar estridente de una pareja de urracas que siempre hacían parada en el árbol de enfrente. Adiós al sádico ruido de los sopladores de hojas y los camiones de basura.

Si remoloneo un poco en la cama acabaré escuchando el paso de algún Cercanías o de uno de esos trenes de mercancías que tocan la bocina cuando pasan por la estación avisando a los viajeros de que es mejor apartarse de las vías. Curiosamente, cuando ocurre, el sonido de los trenes me resulta relajante. Creo que es porque mientras ahí fuera el mundo se mueve, aquí dentro me estoy permitiendo una pausa sin sorpresas: pondré la radio, haré café, hojearé algún libro, y si todo está bien, me sentaré detrás del teclado a escribir.


Todo se ha cumplido. En mis manos, El gran número Fin y principio y otros poemas, de la poetisa polaca y premio Nobel Wislawa Szymborska.  En Spotify suena Ludovico Einaudi. 


No creo que pueda pedirle más a una mañana de domingo.

NADA DOS VECES

Nada sucede dos veces
ni sucederá, y por eso
sin experiencia nacemos,
sin rutina moriremos.

En esta escuela del mundo
ni siendo malos alumnos
repetiremos un año,
un invierno, un verano.

No es lo mismo ningún día,
no hay dos noches parecidas,
igual mirada en los ojos,
dos besos que se repitan.

Ayer mientras que tu nombre
en voz alta pronunciaban
sentí como si una rosa
cayera por la ventana.

Ahora que estamos juntos,
vuelvo la cara hacia el muro.
¿La rosa? ¿Cómo es la rosa?
¿Como una flor o una piedra?

Dime por qué, mala hora,
con miedo inútil te mezclas.
Eres y por eso pasas.
Pasas, por eso eres bella.

Medio abrazados, sonrientes,
buscaremos la cordura,
aun siendo tan diferentes
cual dos gotas de agua pura.


CAYENDO DEL CIELO



Pasa la magia, aunque las grandes fuerzas
tal como eran, siguen siendo. En las noches más bellas
no sabes si es una estrella u otra cosa lo que cae.
No sabes si es eso lo que tiene que caer.
Y no sabes si es oportuno entretenerse en deseos,
¿adivinar? ¿Por un malentendido estelar?
¿Como si constantemente nuestro siglo fuera el no-veinte?
Qué brillo te juramenta: soy una chispa, una chispa auténtica,
una chispa de la cola de un cometa,
nada salvo una chispa, que suavemente desaparece,
no soy yo la que cae en los periódicos de mañana,
es esa otra, justo a mi lado, que tiene su motor estropeado.




13 comentarios:

  1. Mira que me gustan tus entradas de poesía y reflexiones cotidianas.

    Besines

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  2. Ostras, qué envidia!!!
    Me despierto casi a la misma hora que cada día, tengo un reloj corporal que parece no desatinar, y me da rabia, no lo pienses.
    No sé si es cierto o no, pero da la sensación de que te has mudado a un lugar donde se respira paz y tranquilidad!!!
    Yo no me quejo, pero imposible no escuchar el día a día de los vecinos
    Un besote

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    1. ¡Hola, Pepa!
      Que conste que también me despierto a la misma hora de un día laborable, pero en cuanto soy consciente del día que es, me doy la vuelta y consigo dormitar un poquito más, hasta que la luz vuelve a espabilarme.
      Es un sitio mucho más tranquilo y menos ruidoso, aunque no nos libramos de los sonidos de los vecinos, pero cuesta más oírlos desde la habitación, así que esos primeros minutos antes de levantarme me saben a gloria ;)
      Un beso.

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  3. A mi esto me huele a escritora en ciernes.

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    1. Primero: me ha dado la risa cuando te he leído. Segundo: ya sabes que tengo mucho respeto por los escritores (y digo bien, por l@s escritor@s, no por todo aquel que publica), por eso me conformo con hacer estas entradas, y si las disfrutáis ya me doy por satisfecha ;)
      Un beso, M. Ángeles

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  4. Hola, preciosa.
    Qué maravilla de domingo... Es como si bajase el ritmo de todo, el ajetreo, los decibelios, me encanta. Yo también me despierto por la luz que entra por la ventana, tardo aún más en desayunar (ya entre semana 30-45´no me los quita nadie) y leo sin prisas, y sí, hago cosas de casa porque soy un culo inquieto, pero con más calma, más entretenimiento en detalles tontos.

    Y la verdad es que los domingos se disfrutan aún mucho más de la poesía, ¿verdad? Me ha gustado mucho el fragmento que has compartido, y encima con Ludovico de foondoooo. Sublime, amiga.

    Besos.

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    1. ¡Hola, Esther!
      Los domingos me dan la vida. Ese ritmo lento del que hablas, poder pararte a disfrutar e invertir el tiempo en lo que nos apetece...
      Este domingo no ha habido poesía (al menos no ha habido entrada) pero seguro que la siguiente, vuelvo. Me parece un buen plan. ;)
      Un beso.

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  5. Me encantan los dos poemas que has elegido del libro, Nada sucede dos veces me lo marqué también. Y con Einaudi. Hacen muy buena pareja! :-)

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    1. María, sería deshonesto no reconocer que esta entrada te la debo a ti. Así que solo se me ocurre darte las gracias también por esto.
      Einaudi se ha convertido en un imprescindible.
      Un beso.

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  6. Tus entradas de domingo me dan media vida, leerte es empezar la semana muchísimo mejor.
    Gracias ♥

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    1. Gracias a ti, Moni. Es muy bonito ver el sentimiento que produce en los demás ♥♥

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