Abro los ojos gracias a la claridad que entra por la ventana. Es ese mi despertador los fines de semana. En el piso nuevo no hay ruidos, estamos alejados del centro. Adiós a los ladridos de perros que son paseados por sus dueños antes de las ocho, a las charlas entre vecinos madrugadores debajo de la ventana, al trinar estridente de una pareja de urracas que siempre hacían parada en el árbol de enfrente. Adiós al sádico ruido de los sopladores de hojas y los camiones de basura.
Si remoloneo un poco en la cama acabaré escuchando el paso de algún Cercanías o de uno de esos trenes de mercancías que tocan la bocina cuando pasan por la estación avisando a los viajeros de que es mejor apartarse de las vías. Curiosamente, cuando ocurre, el sonido de los trenes me resulta relajante. Creo que es porque mientras ahí fuera el mundo se mueve, aquí dentro me estoy permitiendo una pausa sin sorpresas: pondré la radio, haré café, hojearé algún libro, y si todo está bien, me sentaré detrás del teclado a escribir.

No creo que pueda pedirle más a una mañana de domingo.
NADA DOS VECES
Nada sucede dos veces
ni sucederá, y por eso
sin experiencia nacemos,
sin rutina moriremos.
En esta escuela del mundo
ni siendo malos alumnos
repetiremos un año,
un invierno, un verano.
No es lo mismo ningún día,
no hay dos noches parecidas,
igual mirada en los ojos,
dos besos que se repitan.
Ayer mientras que tu nombre
en voz alta pronunciaban
sentí como si una rosa
cayera por la ventana.
Ahora que estamos juntos,
vuelvo la cara hacia el muro.
¿La rosa? ¿Cómo es la rosa?
¿Como una flor o una piedra?
Dime por qué, mala hora,
con miedo inútil te mezclas.
Eres y por eso pasas.
Pasas, por eso eres bella.
Medio abrazados, sonrientes,
buscaremos la cordura,
aun siendo tan diferentes
cual dos gotas de agua pura.
CAYENDO DEL CIELO

Pasa la magia, aunque las grandes fuerzas
tal como eran, siguen siendo. En las noches más bellas
no sabes si es una estrella u otra cosa lo que cae.
No sabes si es eso lo que tiene que caer.
Y no sabes si es oportuno entretenerse en deseos,
¿adivinar? ¿Por un malentendido estelar?
¿Como si constantemente nuestro siglo fuera el no-veinte?
Qué brillo te juramenta: soy una chispa, una chispa auténtica,
una chispa de la cola de un cometa,
nada salvo una chispa, que suavemente desaparece,
no soy yo la que cae en los periódicos de mañana,
es esa otra, justo a mi lado, que tiene su motor estropeado.