Me levanto temprano, enciendo el ordenador y el doodle del buscador me recuerda que hoy es el 455º aniversario del nacimiento de Lope de Vega. Hoy, 25 de noviembre, Día Internacional para la eliminación de la violencia contra la mujer, Google da protagonismo al aniversario del nacimiento de un escritor al que nunca le ha faltado reconocimiento. No me sorprende.
Abro Facebook y, como cada día, desayuno mientras leo un nuevo caso de violencia de género, de acoso o de asesinato de mujeres y/o hijos a manos de sus parejas o ex-parejas. Enciendo la televisión y hay más de lo mismo, aunque la sección de deportes -ese tiempo de ocio masculino con dosis extra de testosterona- debe mantener su tiempo especial en los informativos. También tomo nota de la publicidad dirigida a las mujeres: cremas antiarrugas, dietas milagrosas, perfumes, productos de limpieza, familias felices de entre treinta y cuarenta años con dos hijos y perro. Todo un ideal de vida. Porque si queremos dosis de realidad, para eso ya tenemos First Dates. O los tutoriales sobre cómo maquillarte y conseguir que tu cara sea la de otra mujer mejor que tú (más bella, más atractiva, más exitosa, más deseable para un hombre).
La semana pasada asistí al XXVIII Feminario de la Plataforma Andaluza de Apoyo al Lobby Europeo de Mujeres, celebrado en Córdoba, bajo la premisa "Razones para no dar cumplimiento al mandato patriarcal". Todavía me dura la resaca. Con independencia de la mayor o menor afinidad política y de su discurso, asistir durante tres días al evento fue una experiencia reveladora en muchos sentidos. Porque la cuestión feminista no parece que interese a los hombres (cuya falta de asistencia fue más que evidente), y tampoco a las mujeres. Y esto último lo digo porque en las conversaciones de pasillo, las mujeres orgullosas de ser feministas y de intentar cambiar su entorno, estamos cansadas de sentirnos solas. De estar solas. Qué incómodas podemos llegar a ser cuando intentamos visibilizar la situación de las mujeres y hacérselo saber a quienes ven en ello un signo de radicalidad. Amas de casa cuyo trabajo es ninguneado, empleadas de hogar fuera del régimen general, mujeres profesionales de cualquier sector que recurren a la reducción de jornada o a las excedencias para cuidar a los hijos (con el consiguiente empobrecimiento económico), mujeres obligadas a ejercer la prostitución (y que todavía tengamos que seguir oyendo que se trata del "oficio más antiguo del mundo"), vientres de alquiler, mujeres usadas como arma de guerra en los conflictos bélicos (de nuevo un eufemismo para no decir claramente que se las viola, maltrata y asesina con total impunidad).
¿Pero esto no es un blog sobre libros? De eso también podemos hablar (y no voy a entrar en temas como la publicidad, el cine y demás medios que también son causa del problema). De los ideales románticos que tan poco se cumplen en la vida real y que tanto daño hacen a las lectoras. Podéis decir: sabemos que es ficción, sabemos que la vida no es como en los libros. Discrepo.
Solo voy a dar tres datos que se dieron en el Feminario:
- La edad media en la que los menores varones empiezan a consumir porno está en los ocho años. Sí, podéis abrir los ojos como platos.
- Cuando a los adolescentes se les pide que se dibujen y que señalen qué partes del cuerpo no les gusta, nos encontramos con que los chicos señalan partes como las orejas o los pies. Del resto están bastante satisfechos. Pero cuando se trata de las chicas, la lista se amplía considerablemente: nalgas, pechos, rostro, trasero, cintura...
- Cuando una terapeuta pregunta a las chicas qué esperan del amor, de su pareja, contestan cosas como: que las cuide y proteja, que las respete, que las trate bien. Cuando esa misma pregunta se hace a los chicos, éstos coinciden en una única cosa: fidelidad.
¿Os suena? Es el ideal romántico por excelencia. Las lectoras de novela romántica estamos muy familiarizadas con estos temas. Solo diré que, como ejemplo de relaciones tóxicas y de perfil abusador se encuentran los best seller llevados al cine Crepúsculo y 50 sombras de Grey. Podemos seguir mirando hacia otro lado y defender que solo es ficción y entretenimiento.
La novela romántica, en general, está plagada de clichés machistas: protagonistas masculinos que se pasan de intensos, celosos, con tendencia a ser violentos (especialmente cuando se trata de "salvar a la chica"), con mucho músculo y muy versados en eso de practicar sexo -normalmente porque su vida sexual ha sido especialmente activa, algo normal si eres hombre, claro-, y que necesitan ser redimidos por una buena protagonista femenina. Ella tiene que ser dulce y un poco inocente, atractiva (mejor si ella no se da cuenta de que lo es), dispuesta a dejarse impresionar por todas las cualidades del varón (incluida que se les funda el cerebro y dejen de pensar cuando mantienen relaciones sexuales), dispuesta a perdonar sus celos, sus deslices y a dejar que sus proyectos queden relegados en nombre del amor y la familia. Porque un final feliz supone pasar por la vicaria y tener una descendencia con toda la maravillosa carga genética del protagonista masculino. Fijaos en las posturas de las portadas románticas: ellas sumisas, dejándose abrazar, dejándose proteger, casi deslumbradas por la suerte que tienen al tener a ese hombre para ellas. Eso cuando no se trata del macho alfa marcando músculo. Y, recordad, para que se cumpla la perfección, él tiene que tener un trabajo que sea sinónimo de dinero, posición social (ejecutivos, directores, empresarios) o protección (policías, soldados, médicos...). De ella nos vale con que sea secretaria o que explote su vena artística (pintoras, fotógrafas...) y que les importe mucho la familia: que sean buenas hijas, hermanas, nietas... En la novela histórica puede entenderse y defenderse por cuestiones de época, pero en el caso de la romántica contemporánea no le puedo dar explicación.
A modo de ejemplo, en la última novela romántica que sufrí, ella era camarera (y pintora en sus ratos libres para luchar contra sus traumas) y él (espero no dejarme nada): mecánico, ex-marine, camarero, paramédico y aspirante a bombero. Como novela, era tal el despropósito que en Goodreads me limité a dejar constancia de algunas de las frases y escenas machistas que se intentaban colar como románticas. Os aviso de que muchas lectoras la han valorado con cinco estrellas.
Estoy segura de que habéis leído novelas románticas que cumplen al menos con un par de estos clichés y otras que los sobrepasan.
Y si queréis seguimos hablando del lenguaje. Podemos hablar de que ahora lo que se lleva es llenar las novelas románticas de expresiones como: follar, mamada, cachondo/a, puta, zorra... y demás lindezas, intentando que pasen como "coloquiales". Permaneced durante cinco minutos al lado de un grupo de adolescentes y fijaos cómo hablan, cómo tratan a las chicas y cómo hablan de ellas cuando no están presentes.
¿Queréis otro dato dado por una terapeuta en el Feminario? La mayor parte de las chicas mantienen relaciones sexuales antes de lo que quisieran (la media está por debajo de los quince años) y suelen hacer "cosas" que no desean o con las que no encuentran ninguna satisfacción, pero lo hacen porque "no quieren perder al chico". Ahora pensad en la cantidad de porno que consumen los chicos y en su contenido. Porno pensado por hombres y dirigido a hombres, donde las actrices simplemente son usadas para dar placer al hombre. Mirad cómo están las carreteras de este país. El PIB español subió considerablemente cuando se incluyó la prostitución entre los datos a tener en cuenta para su contabilización.
Queda mucho camino por recorrer y mucho por hacer. Mi blog hoy se viste de violeta. Éste es mi pequeñísimo grano de arena para denunciar la invisibilidad consciente de la violencia de género (no sirve de nada que cada día haya una noticia si no se toman otras medidas) y los roles que deberían de empezar a revisarse en la novela romántica (escrita por mujeres para mujeres, salvo contadas excepciones). Porque todos sabemos que su público son lectoras de muy diversas edades. Porque no podemos seguir dando la imagen de que posesión, celos y maltrato verbal son sinónimos de amor y pasión. Porque las mujeres no necesitan que su pareja las proteja de otros hombres. Lo que necesitan es ser libres, ser independientes y dejar de creer que tienen que cumplir con los roles de la perfección. Lo que necesitan son hombres que dejen de considerarlas objetos, cosas de su propiedad, cosas por las que pueden pagar y usar a su antojo. Lo que necesitan es que la violencia ejercida sobre ellas no quede impune.
