21 de febrero de 2021
Tierra de mujeres - María Sánchez
6 de febrero de 2021
Julio Cortázar y Cris - Cristina Peri Rossi
«Soy consciente de que la escritura es una forma de recuperación, de salvación frente a la muerte y a la desaparición.»
La generación de Julio Cortázar (1914-1984) y la de Cristina Peri Rossi (1941- ) se me queda lejos, aunque después de leer este brevísimo retrato autobiográfico, sé algo más de ellos. Dice un extracto de la contraportada: Julio Cortázar le dedicó Quince poemas de amor a Cris y, muchos años después de su muerte, Cris escribe la crónica de esa amistad amorosa irrepetible.
Creo que, como en la vida, la literatura está llena de impostores. Autor@s con obras que apelan a la emoción y que nos dejan absolutamente indiferentes.
A veces incluso ves el truco venir: juegan la carta del duelo, del drama familiar, de la injusticia... un universo de lugares comunes, y eres consciente de que no, no vas a caer en el burdo ardid: es falso, carece de toda consistencia, es puro artificio.
Simplemente hay sentimientos que no se pueden fingir y cuando están ahí, cuando hay verdad en ellos, tienen el efecto esperado. Te hacen partícipe, te incluyen, te emocionan. Con apenas unos retazos de conversaciones y recuerdos, Cristina Peri Rossi consigue transmitir toda la complicidad, la admiración y el amor que se tuvieron y que va mucho más allá de lo romántico. No he podido evitar pensar en Éramos unos niños, de Patti Smith y en la pureza que ella conseguía transmitir al hablar de su relación con Robert Mapplethorpe. Claro que, Cortázar y Peri Rossi, compartían además de la fascinación por los caleidoscopios y los dinosauros, su condición de exiliados políticos.
Dicen que para que algo exista, hay que nombrarlo. Imagino que por eso existen expresiones como alma gemela, para hablar de una persona con la que se tiene una especial conexión o afinidad. Leyendo a Peri Rossi una se da cuenta de que mucho de eso había.
Julio Cortázar escribió este poema para Cris
Cris escribió estas palabras para hablar de Julio
Ambos amábamos la poesía. Julio siempre quiso ser poeta, aunque era muy severo con sus poemas. «Por suerte -me escribió una vez- tengo una idea muy clara del lugar que ocupa mi canasto de papeles, y solo acepto de los poemas que escribo muy pocas cosas, cada vez menos.» En 1979, me hizo un regalo muy íntimo: me envió una cinta con los poemas de mi libro Lingüística general leídos por él. Me causó una emoción tan honda que hasta el día de hoy no he permitido que casi nadie los oyera. Cuando estoy muy triste o muy nostálgica, sin embargo, coloco la cinta en la grabadora y su voz melancólica, pausada sin tiempo de la memoria, allí donde Bergson («leí a Bergson cuando era muy joven y su concepción del tiempo me impresionó mucho») instaló los sentimientos. Desde entonces pienso que tendríamos que conservar la voz de nuestros seres queridos como conservamos las fotografías o los objetos fetiche. Pero mientras la fotografía es plana, la voz guarda, siempre, el aliento de la vida, nos devuelve mucho más entera a la persona añorada.
Qué afortunados fueron de encontrarse y qué suerte la nuestra de tener sus palabras, sus obras. Me acompaña mientras cierro esta entrada la voz de Neil Young y su Heart of gold. Otro regalo para la nostalgia.