«Con solo un hombre decir "no quiero", tembló Roma.»
Espartaco.
Y, sin embargo, es fácil estar al otro lado. No diré que la lectura cura del fanatismo porque sería un error. Nunca nada es blanco o negro y no existe un pensamiento único. Pero puede que sí encontremos alivio en ciertos discursos y en muchos libros. Esos que te salvan, que te interpelan desde sus páginas: mira, aquí, todavía, hay lugar aún para la esperanza.
Elegid bien la compañía en los tiempos difíciles. Elegid bien con qué alimentáis el alma. Elegid bien las causas por las que merece la pena batirse el cobre.
Los mensajes más extraordinarios, más emotivos y duraderos, los que más he aplicado en la vida los encontré entre las páginas de los libros. A veces quieres decir algo y no encuentras las palabras precisas porque éstas ya han sido pronunciadas por otros. Por eso hoy dejo el inicio del discurso de Amos Oz, el que pronunció al recibir el Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2007.
Pero, si lees una novela, adquieres una entrada a los pasadizos más secretos de otro país y de otro pueblo. La lectura de una novela es una invitación a visitar las casas de otras personas y a conocer sus estancias más íntimas.
Si no eres más que un turista, quizá tengas ocasión de detenerte en una calle, observar una vieja casa del barrio antiguo de la ciudad y ver a una mujer asomada a la ventana. Luego te darás la vuelta y seguirás tu camino.
Pero como lector no sólo observas a la mujer que mira por la ventana, sino que estás con ella, dentro de su habitación, e incluso dentro de su cabeza.
Cuando lees una novela de otro país, se te invita a pasar al salón de otras personas, al cuarto de los niños, al despacho, e incluso al dormitorio. Se te invita a entrar en sus penas secretas, en sus alegrías familiares, en sus sueños.
Y por eso creo en la literatura como puente entre los pueblos. Creo que la curiosidad tiene, de hecho, una dimensión moral. Creo que la capacidad de imaginar al prójimo es un modo de inmunizarse contra el fanatismo. La capacidad de imaginar al prójimo no sólo te convierte en un hombre de negocios más exitoso y en un mejor amante, sino también en una persona más humana.»
Decía Publio Terencio Africano: «Homo sum, humani nihil a me alienum puto». «Hombre soy, nada humano me es ajeno»
Y, sin embargo, impera esa sensación de que una se siente más segura en los libros, que fuera de ellos.
Sin duda, la literatura es hogar pero no a cualquier precio, ni cualquier volumen. Me parece imprescindible como tú escoger correctamente debajo de qué ala o brazo acurrucarse.
ResponderEliminarAbrazo.