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26 de marzo de 2019

De refugios y poesía

He venido a refugiarme un rato aquí. Marzo toca a su fin. Mes de días señalados en el calendario público, como el 8, Día Internacional de la Mujer, o el 21, Día Mundial de la Poesía.
El pasado domingo emitían el programa Imprescindibles, sobre la figura del poeta Luis García Montero y qué bonito e inspirador. ¿No os pasa a veces? ¿Querer desaparecer de lo público y correr a refugiarte en todas las cosas y las personas que te hacen sentir bien? Lugares y personas que son hogar. Convertirlos en estados de ánimo.



Siempre me sorprende que haya acabado recurriendo tantas veces a la poesía en busca de serenidad. A veces también he encontrado otras cosas: el punto justo de reivindicación o denuncia, el sentimiento contenido, el sarcasmo bien adornado. Pero, en general, recurro a ella como lo hago con la música, para gestionar emociones. Un soplo de belleza o de evocación. Supongo que es porque la poesía te alivia brevemente, justo lo necesario para respirar, tomar aire y continuar. Al menos en mi caso no es como leer una novela o ver una película en busca de evasión durante el mayor tiempo posible. Lo que necesito es una inyección, por eso los poemas han acabado siendo lecturas-botiquín.

Por eso he venido a refugiarme un rato aquí. Porque es el lugar al que vuelvo para dejarlos y compartirlos. Porque la poesía no sería lo mismo si solo la mantuviéramos escrita en nuestras libretas. 
Hay algo muy íntimo en ese sentimiento que aparece la primera vez que nos dejamos deslumbrar por un poema concreto, cuando lo hacemos nuestro.

La banda sonora la ponen The Irrepressibles y su canción In this shirt. Otro descubrimiento, un flechazo. Ha sido la canción usada en el programa libre del patinador francés Kevin Aymoz en el Campeonato del Mundo celebrado recientemente.  Los poemas, conocidos, del maestro García Montero.


V

Tú me llamas, amor, yo cojo un taxi,
cruzo la desmedida realidad
de febrero por verte,
el mundo transitorio que me ofrece
un asiento de atrás,
su refugiada bóveda de sueños,
luces intermitentes como conversaciones,
letreros encendidos en la brisa,
que no son el destino,
pero que están escritos encima de nosotros.

Ya sé que tus palabras no tendrán
ese tono lujoso, que los aires
inquietos de tu pelo
guardarán la nostalgia artificial
del sótano sin luz donde me esperas,
y que, por fin, mañana
al despertarte,
entre olvidos a medias y detalles
sacados de contexto,
tendrás piedad o miedo de ti misma,
vergüenza o dignidad, incertidumbre
y acaso el lujurioso malestar,
el golpe que nos dejan
las historias contadas una noche de insomnio.

Pero también sabemos que sería
peor y más costoso
llevárselas a casa, no esconder su cadáver
en el humo de un bar.

Yo vengo sin idiomas desde mi soledad,
y sin idiomas voy hacia la tuya.
No hay nada que decir,
pero supongo
que hablaremos desnudos sobre esto,
algo después, quitándole importancia,
avivando los ritmos del pasado,
las cosas que están lejos
y que ya no nos duelen.


XXIII


Si alguna vez no hubieses existido,
si el calor de tus muslos no me hubiese
buscado como un látigo preciso
y mis ambigüedades electivas
—los días más oscuros de mí mismo—
no te hubiesen tenido como saldo
de afirmación o excusa,
es posible
que este volver a casa en soledad
y demasiado pronto,
me recordase ahora un poco menos
al joven que apostaba por el mundo,
con el mundo a su espalda.

Sólo el amor es duro.
Metidos en la noche, regresando
entre la potestad y la mentira,
hablamos del poder o de los sueños
al hablar del abrazo.
Y no lo sé tal vez, no sé si me recuerdo
prisionero de un cuerpo o libre junto a él,
buscando salvación o en servidumbre,
miserable y maldito, pero atónito.

Quizás sólo se trata de que no estás aquí,
de que perder es duro para todos
y el amor me hace falta, como sabes.
Quizás contigo estuve
tan demasiado cerca de su reino,
que necesito ahora desmentirme,
utilizar los trucos que uno tiene
para poder seguir.

Porque somos así seguramente,
huellas equivocadas,
solitarias hogueras de un camino,
paraísos de cuatro habitaciones
que sólo se comprenden
después de haber firmado muchas veces,
precisamente ahí,
donde pone El viajero.

Y a mí, ya que prefiero escoger mis derrotas,
quiero que me recuerdes derrotado,
como quien algo espera
más allá de los tiempos y los hechos.
Quizás porque haga falta haberlo presagiado
o porque, en todo caso, nadie sabe
dónde acaban los sueños.



7 comentarios:

  1. Que bonito lo haces todo siempre.
    Me voy a dormir feliz después de leerte, ya echaba de menos hacerlo.

    ¡Mua!

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  2. Respuestas
    1. Yo creo que el uso que hago de la poesía es el equivalente al que tú haces con tus paseos (que envidio también ;) )

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  3. Hola!!
    me quedo con la imagen.... así nos tienen a todos
    Un besote

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    Respuestas
    1. ¡Hola, Pepa!
      Corren malos tiempos, sí... Al menos nos sigue quedando el disfrute de leer y compartir lecturas.
      Un beso.

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