.Image { text-align:center; }

24 de mayo de 2020

No es difícil dominar el arte de perder.

«No es casual, decía Serguéi Dovlátov,
que todos los libros tengan forma de maleta.»



No sé si alguna vez os lo he contado, pero yo empecé a leer y a entusiasmarme con los libros cuando me mudé a Madrid. Este 2020 se cumplirán diez años. Durante los tres anteriores estuve en tres lugares diferentes por motivos laborales, así que podríamos decir que estaba habituada a los cambios y adaptaciones. Pero lo cierto es que Madrid impresiona, su frenesí te zarandea, su cosmopolitismo te fascina y durante la estancia experimentas sentimientos tan dispares como el terror y la seducción. Una de las reglas para sobrevivir ante la expectativa de pasar entre diez y doce horas fuera de casa es elegir cómo llenar los huecos temporales entre la ida y la vuelta al trabajo. Fue gracias a los libros que conseguí pasar el trance y me acostumbré a esa rutina donde ir a trabajar tenía como aliciente llevarme a cualquier otro lugar, gracias a sus páginas.

Empezaba el año contándoos que había hecho un parón laboral y disfrutaba de las mieles del descanso y de la vida contemplativa. No os miento, ha sido lo mejor que he hecho en años y no me arrepiento ni un poquito. Tenía algunos planes a largo plazo pero entonces llegó el coronavirus y nos pasó por encima como una ola traicionera: te coge desprevenida y cuando quieres darte cuenta estás en la orilla tosiendo agua salada y escupiendo arena. Y qué miedo pasas hasta que tus pies tocan tierra firme. Qué miedo hemos pasado, qué terribles pérdidas y vidas truncadas, cuántos planes, proyectos e ilusiones arrasados. Y lo que nos queda por ver y vivir.

El caso es que mi sector es uno de los esenciales, así que vuelvo a estar en activo. Y después de toda esta introducción -creedme, tiene sentido- os voy a hablar de por qué me ha gustado tanto En la ciudad líquida, de Marta Rebón.

En la ciudad líquida es mucho más que una ciudad, mucho más que un viaje, mucho más que un libro. Es seguir a Dostoievski en su primer periplo por Europa, visitar la habitación y media de Brodsky en San Peterburgo, la dacha donde Pasternak compuso su Doctor Zhivago o las fincas familiares de Nabokov. Mediante ensayos narrativos y crónicas personales, la autora traza un fascinante mapa de vidas y obras literarias y de su impacto en nuestras geografías más íntimas. Las ciudades líquidas son aquellas cuyos contornos se reflejan en las aguas de un río o de un mar. Para la autora, son también una metáfora del espacio interior en que uno se sumerge cuando, en estado de suspensión, se lee, se traduce o se escribe. Pero lo que hay dentro de este libro no se puede explicar. Marta Rebón, una de las más importantes traductoras del ruso de este país, hace un recorrido íntimo y profundo por la literatura, los paisajes y las lenguas que han determinado su vida. Esta obra es un homenaje a autores como Chéjov, Dostoievski, Pasternak o Nabokov, entre muchos otros, y es un homenaje a la palabra y a su doble filo, ya que en ella habitan a la vez la silueta y su reflejo, como ciudad líquida que también es. La magnífica escritura de Marta Rebón nos ofrece ahora una nueva perspectiva: su propia mirada del mundo, su elegante voz, su sabiduría. Cada año Caballo de Troya invita a un editor a que coja las riendas del sello dejándole su impronta personal. En la ciudad líquida es la quinta novela que Lara Moreno recoge en la colección durante su año de regencia.


«En Rusia, literatura y exilio han ido de la mano. Entre los que partieron durante el siglo pasado están, por citar algunos ejemplos, Nina Berbérova, Gaito Gazdánov, Gueorgui Vladímov, Vasili Aksiónov, Joseph Brodsky o Serguéi Dovlátov; entre los que se quedaron, Anna Ajmátova, Borís Pasternak, Mijáil Bulgákov, Ósip Mandelstam, Isaak Bábel, Vasili Grossman o Lidia Chukóvskaia.»



Antes de leer el ensayo de Rebón, había empezado el libro "La palabra arrestada", de Vitali Shentalinski (y en la que Marta Rebón participa en la traducción),  una especie de recopilación de los casos más sangrantes de escritores rusos que fueron arrestados, deportados, torturados y perseguidos por la maquinaria de Stalin, con reproducciones de los interrogatorios incluidas. Podríamos decir que La palabra arrestada abrió mi apetito y En la ciudad líquida ha resultado ser un complemento perfecto dada la temática y la manera de contar de la autora.

Como se indica en la sinopsis, Marta Rebón es traductora de ruso y su ensayo es un paseo por varias ciudades (desde Moscú hasta Tánger), una recopilación de fotografías (solo por eso merece la pena la edición en papel) y una pequeña selección de citas de autores que van hilando este ensayo: un homenaje a la literatura, a los grandes autores rusos, al poder de la palabra, al oficio de escribir y contar historias.


Mi vida nunca ha sido ni será comparable a la de los escritores rusos exiliados (¡menuda obviedad!), pero sí puedo entender la sensación de nostalgia, de exilio y de viaje enriquecedor del alma.

«Tánger es una ciudad donde todo el mundo vive con cierto grado de incomodidad, decía Paul Bowles». 

A mí me parece que habla de Madrid.

«Tarkovski, por el contrario, solo entendía un tipo de peregrinación, el viaje interior: "No aprendemos nada al recorrer la superficie de la Tierra. Todo aquello que somos lo llevamos a cuestas. Acarreamos la casa de nuestra alma como las tortugas cargan con su caparazón. Viajar por países del mundo solo es un viaje simbólico"».


En la ciudad líquida me ha acompañado esta semana en mis trayectos al trabajo, en el cercanías y en el metro.

  «El tren es el medio de transporte más literario de Rusia, atraviesa con asombrosa frecuencia novelas y poemas».

He sentido sus páginas y las he disfrutado porque, al igual que la autora, soy una cazadora de citas literarias y fragmentos y disfruto mucho intercalándolos en mis entradas. Reconozco el estilo y por eso lo aprecio. También porque hay veces que el día a día se te hace muy pesado, necesitas que alguien te aligere esa carga y durante un tiempo te cuente historias, te embelese. 

Quienes me conocen saben que vivo este exilio de mi ciudad natal como una pérdida. Incluso este último cambio, volver a la actividad frenética del trabajo, los horarios de trenes y la adaptación a la "nueva normalidad" significan el aplazamiento de cualquier proyecto, la pérdida de esta vida pausada y rica a la que me he acostumbrado con tanta rapidez en los últimos meses. Por eso me resultó toda una #señal encontrar esta referencia a Elizabeth Bishop.

«Elizabeth Bishop nos recuerda algo tan simple, a la vez que esencial, como que vivir es aprender a conjugar el verbo perder: "Pierde algo cada día. Acepta el sobresalto/ de las llaves perdidas, de la hora malgastada./ No es fácil dominar el arte de perder».

Yo creo que terminar esta entrada con la recomendación de que os acerquéis a En la ciudad líquida y la transcripción del poema completo de Bishop es una buena manera de cerrarla.
Mientras acaricio la ganancia de cada nuevo día, intento vivir aprendiendo a conjugar el verbo perder.


Un arte

El arte de perder se domina fácilmente;
tantas cosas parecen decididas a extraviarse
que su pérdida no es ningún desastre.

Pierde algo cada día. Acepta la angustia
de las llaves perdidas, de las horas derrochadas en vano.
El arte de perder se domina fácilmente.

Después entrénate en perder más lejos, en perder más rápido:
lugares y nombres, los sitios a los que pensabas viajar.
Ninguna de esas pérdidas ocasionará el desastre.

Perdí el reloj de mi madre. Y mira, se me fue
la última o la penúltima de mis tres casas amadas.
El arte de perder se domina fácilmente.

Perdí dos ciudades, dos hermosas ciudades. Y aun más:
algunos reinos que tenía, dos ríos, un continente.
Los extraño, pero no fue un desastre.

Incluso al perderte (la voz bromista, el gesto
que amo) no habré mentido. Es indudable
que el arte de perder se domina fácilmente,
así parezca (¡escríbelo!) un desastre.





11 comentarios:

  1. Hola!!
    Cómo te entiendo, también vivo en una gran ciudad y mis grandes ratos en desplazamientos los llenaba con la lectura.
    Ahora, por precaución y medio imposición laboral, me desplazo en coche y se quedaron atrás esos momentos relajados. Los echo tanto de menos
    Ya tengo muy poco tiempo para leer... qué desespero y qué ganas de que todos seamos ya vencedores
    Un besote

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Pepa
      Cada día cuando llego a casa después de tantas horas fuera, lo que me anima es saber que, al menos, ha sido un tiempo mejor aprovechado. Estuve a punto de empezar desplazándome en coche y lo cierto es que me alegro de hacerlo en transporte público, aunque entiendo perfectamente que a ti te toque cogerlo.
      Mucho ánimo, Pepa, a ver si pasan estos tiempos difíciles y recuperamos como sea la normalidad.
      Un besote.

      Eliminar
  2. ¡Joder, qué bonito todo!!!
    Me he totalmente enamorado de "En la ciudad líquida" y creo que se va a venir a mi estantería.
    Y me encanta"pierde algo cada día".

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Gracias, M. Ángeles!
      ¿Sabes que el lunes perdí el tren?... y no dejaba de pensar en este poema mientras esperaba al siguiente ;)
      Un beso.

      Eliminar
  3. Sabes que comparto fijación por las pérdidas, pero creo que nunca, nunca lo había leído tan bonito como lo cuentas. Si perder es un arte, ganar (aunque sean esos pequeños e íntimos placeres) es un verdadero privilegio. Ojalá que muchas buenas lecturas te acompañen estos próximos días. ¿Qué tendrán Rusia y los rusos que nunca deja de fascinarnos? Quizá sea precisamente ese sentimiento de pérdida. Muy buena semana, Lidia, vamos a por todo eso que nos queda por ver y por vivir ♡

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Marisa
      Es curioso pero el libro está impregnado de ese "ambiente ruso": la pérdida, la nostalgia de quienes se exiliaron, la valentía y el sufrimiento de los que se quedaron.
      Aquí seguimos, campeando el temporal, sacando horas de donde no las hay, pero siempre sabiéndome una privilegiada. Muy feliz semana (ya empezada) para ti también y muchas gracias por los buenos deseos. Seguiremos esperando todo lo bueno que nos quede por ver y vivir.

      Eliminar
  4. Esta entrada me viene hoy casi como una señal de esas que nos gustan.
    Conocía a Marta Rebón por su labor como traductora de ruso y tenía desde hace un par de años este libro apuntado en mis pendientes. No te exagero si llevo buscando el libro desde entonces, y hoy apareces tú con él y vuelves a recordarme que tengo que seguir buscándolo porque ¡qué bonito, Amiga, lo que cuentas y cómo lo cuentas!

    Curiosamente el poema de Elizabeth me viene también que ni pintado y me lo apropio porque llevo unas semanas practicando eso de dominar "el arte de perder" y creo que tanto el poema como tu entrada me han ayudado a hacerlo..y además a recordarme que no pasa nada. Mi abuela siempre dice que aquello que se pierde (da igual si es cosa o persona) es que ya cumplió su función y simplemente desaparece para dejar espacio a algo mejor... tal vez estemos en proceso de encontrarlo, Lidi, mientras que los libros y esos párrafos reconfortantes que encontramos en ellos, nos acompañen para aligerar el camino.

    ¡un besazo enorme!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Ani
      ¿Qué te voy a decir yo? Lo cierto es que lo mío ha sido un pálpito, lo vi en kindle flash y me animé a comprarlo. Ahora espero recogerlo pronto en la librería porque sí o sí lo quiero.
      Me alegro de que esta entrada "te reconforte" y puedas sacar ese lado bueno, ese intentar aceptar las pérdidas, cualesquiera que sean, como algo que "no es un desastre".
      Mucho ánimo, Ani. Vivimos tiempos de incertidumbre, por eso más que nunca encontrar el consuelo de los libros y la lectura no tiene precio.
      Un beso.

      Eliminar
  5. Qué metáfora tan poderosa la de las ciudades líquidas :) y el poema es maravilloso.
    Te dejo otro pedacito de Bishop (en inglés,pero facilito), uno muy romántico, leer es el arte de viajar y ganar ;) que los trayectos sean a otros mundos y no de la cama a la silla de la oficina ;)
    “Close, close all night
    the lovers keep.
    They turn together
    in their sleep,
    Close as two pages
    in a book
    that read each other
    in the dark
    Each knows all
    the other knows
    learnt by heart
    from head to toes."

    :) un abrazo muy fuerte

    ResponderEliminar
  6. Te copio el poema para mi carpeta de asuntos bellos. ¡ Aprendo tanto de ti con cada blog ! Mil gracias. Curiosamente, domino el arte de perder las cosas importantes y , para mi asombro, me desespero con el de las que no valen la pena. ¡Absurda que es una! Abrazos sinceros, siempre.

    ResponderEliminar
  7. Me parecen dos estupendas lecturas las que te han acompañado en tus trayectos en tren y es lógico que te hayas sentido identificada y "como en casa". No he leído ninguno así que anoto, ya sabes.

    ME quedo con este poema del que, no me digas por qué, sólo tenía anotado este fragmento:


    Perdí dos ciudades, dos hermosas ciudades. Y aun más:
    algunos reinos que tenía, dos ríos, un continente.

    Lo tremendamente curioso es que no he leído nada la obra de Bishop y yo tenía anotado ese fragmento en una de mis libretas de citas. Y como no hay casualidades, me llevo el poema completo.

    BEsos.

    ResponderEliminar

Antes de comentar, revisa la política de privacidad del blog