"Candiles de aceite habrá que encender
sin llaves, a las puertas del instante estoy"
Sin llaves. Manolo García.
Nunca se me ha dado bien claudicar. Quizá por eso en los últimos años he ido encadenando destinos y trabajos sin el tiempo necesario para cerrar una etapa y abrir otra. Hasta que en septiembre me colapsé y en diciembre paré.

Ayer, hojeando Cuaderno de faros, de Jasmina Barrera, leía un párrafo que había señalado en mi primera lectura:
"En 1814, sir Walter Scott realizó un viaje a Escocia con una comisión de inspectores de faros en la que se encontraba Robert Stevenson, a bordo de un buque faro llamado Pharos. Scott escribió un diario durante este viaje y ahí cuenta de Bessie Millie, una anciana que vivía en el pueblo de Stromness y que se ganaba la vida vendiéndole vientos favorables a los marineros. Nadie osaba embarcarse sin antes visitar a Bessie Millie, quien pedía en sus rezos que el viento acompañara el trayecto del marinero. Para llegar a su casa, que Scott describe como la morada del mismísimo dios de los vientos, había que transitar por una serie de caminos maltrechos y peligrosos."
Si existiera una Bessie Millie contemporánea probablemente yo también querría comprarle un viento favorable para mi viaje en tierra firme.
El tiempo y la salud física y emocional es lo más valioso que tenemos. Temía que la inactividad profesional me trajera de cabeza o que la incertidumbre por el futuro lo acaparara todo, pero no. Los días, cuando los vuelcas en todo aquello que te hace bien, se transforman en tiempo bien invertido y, aún a riesgo de sonar dramática o excesiva, te enriquecen el alma. Aunque ojalá existiera una red de seguridad. Una Bessi Millie.

No me había dado cuenta de lo cansada que me sentía por todas las veces en las que sabes que -en una parte de las redes sociales teatral y superficial - no encajas, no aceptas, no compartes. Y no pasa nada. Se asume y dejas que entre esa pequeñísima parte que sí adquiere valor para ti.
La propia María Fornet en su libro Feminismo terapéutico decía en relación al éxito:
"Cuando yo hablo de éxito, hablo de vivir de manera sistemática en el camino hacia aquello que a ti te hace sentir bien y crea una vida acorde con lo que para ti es importante. Hablo de orientar esos valores a la persecución de unos objetivos que para ti sean significativos, que signifiquen algo, que te hagan sentir más feliz, más rica, más plena. Hablo de vivir de forma estratégica en una dirección que conecte con quien realmente eres, de tener las herramientas necesarias para reevaluar tus opciones cuando te pierdas en medio de ese camino, de rodearte de personas que te respeten y quieran que te conviertas en tu mejor versión. Personas que también te permitan ser de cuando en cuando tu peor versión, pero que te ayuden a salir del hoyo y no te empujen más al fondo. Hablo de, siguiendo la expresión de Erica Jong, arriesgarse a parecer tonta, a probar y a equivocarse, a aceptar que esa es la única manera sincera de buscar tu voz en medio de tanto lío."
No sé cuánto durará este paréntesis, este lío, pero por el momento no quiero que termine. Quiero bebérmelo todo, disfrutarlo todo y deseo salir fortalecida. Y si no, al menos, lo habré intentado.
Hace unos días empezaba un libro duro y difícil, Ella soy yo, de Marta Suria (nombre ficticio). Marta habla de lo que supuso para ella haber convivido con un padre abusador. Abusos que su mente compartimentaba en un lugar aislado, bloqueando su recuerdo. Hasta que un día esos recuerdos, casi a los treinta, estallan. Al inicio de ese testimonio, aparecen algunos versos de un poema de Francisca Aguirre. Lo recojo completo y lo hago mío. Cierro con él esta entrada.
NO OS CONFUNDÁIS
A Justo Jorge Padrón
Y cuando ya no quede nada
tendré siempre el recuerdo
de lo que no se cumplió nunca.
Cuando me miren con áspera piedad
yo siempre tendré
lo que la vida no pudo ofrecerme.
Creedme:
Todo lo que pensáis que fue destrozo y pérdida
no ha sido más que conjetura.
Y cuando ya no quede nada
siempre tendré lo que me fue negado.
No os confundáis: con lo que nunca tuve
puedo llenar el mundo palmo a palmo.
Tanto miedo tenéis que no habéis advertido
la riqueza que se oculta en la pérdida.
Desdichados,
poca ganancia es la vuestra
si nunca habéis perdido nada.
Yo sí he perdido:
Yo tengo, como el náufrago,
toda la tierra esperándome.
Francisca Aguirre
De los trescientos escalones, 1973-1976