John Fowles
Edición impresa
ISBN: 9788433976130
Anagrama
(2012)
Narrativa extranjera
Bahía de Lyme, 1867. El joven Charles Smithson ha ido a visitar a su prometida. Llevado por su afición a la paleontología, hace largas excursiones por los bosques en busca de fósiles. En una de ellas conoce a Sara Woodruff, a la que los lugareños llaman «la mujer del teniente francés», por el romance que vivió con un marino de esa nacionalidad que después la abandonó. Entre ambos personajes nace un amor apasionado que chocará violentamente con la rígida moral victoriana. Manipulando ingeniosamente las convenciones del narrador omnisciente decimonónico y los clichés de la novela victoriana, Fowles construye un brillantísimo libro que, por un lado, relata una apasionante historia de amor y, por otro, propone una aguda reflexión sobre el sentido último de la literatura.
La mujer del teniente francés es una de esas novelas que pasan desapercibidas por el paso del tiempo. Imaginad, he conseguido una de las ediciones especiales para los socios de Discolibro, de 1982. Yo apenas tenía tres años, un año antes se había estrenado la película (interpretada por Meryl Streep y Jeremy Irons), y la primera edición publicada está fechada en 1969.
Desde el primer momento hubo algo que llamó mi atención, empecé a leer algunos párrafos y pensé que era una lectura perfecta para compartir así que, en este caso, Cris D (del blog Estantes de papel, pinchad y accederéis a su reseña) me ha acompañado en esta magnífica lectura. Creo que no he podido tener mejor compañera de lectura, por las características y detalles que os voy a contar a continuación.
Son varios los personajes de esta novela, cada uno con un mayor o menor protagonismo. Tenemos a Charles Smithson, de clase alta (con título), paleontólogo, comprometido con Ernestina, una joven casadera con una dote nada desdeñable y decidida a cumplir con su función en aquella época: ser la esposa de, tener hijos, vivir de las rentas... Tenemos a Sara Woodruff, apodada Tragedia, blanco de las habladurías de Lyme por haberse relacionado con un teniente francés que la abandonó, dejándola con su vergüenza. Cuando Charles conoce a Sara, ella ejerce de señorita de compañía de Mrs. Poulteney. Ésta última representa a la sociedad victoriana -prejuiciosa, falsa y decadente- con su propia ama de llaves cotilla: Mrs. Fairley. Por su parte, Sam y Mary, adoptarán el papel del criado y la doncella en toda esta especie de obra teatral, a la que se le unen otros personajes que, aun teniendo pocas intervenciones, consiguen brillar con luz propia.
"Como podéis ver, Charles era hombre de altas miras. Los ociosos inteligentes suelen serlo, para justificar su ociosidad ante su inteligencia. En suma, tenía todo el ennui byroniano, aunque sin ninguna de las dos expansiones byronianas: el genio y el adulterio."
***
—Sí.
—¿Viene a menudo por aquí?
—Bastante. —El granjero seguía mirándola fijamente. Luego, añadió—: Pero no es una señora. Es la fulana del teniente francés.
Pasaron algunos momentos antes de que Charles captara el significado de sus últimas palabras. Luego lanzó una severa mirada al barbudo que, evidentemente, era un metodista, es decir, un hombre al que le gustaba llamar al pan, pan, y al vino, vino, especialmente cuando se trataba del pan y del vino del pecado ajeno. A Charles le pareció la encarnación de todos los hipócritas murmuradores de Lyme. Charles hubiera podido creer muchas cosas de aquel rostro dormido. Pero no que su dueña fuera una prostituta."
¿Adivináis ya el conflicto? ¿Qué ocurre cuando Charles, todo un hombre de su época, dispuesto a cumplir con su papel en la sociedad victoriana, cae prendado de la misteriosa Sara Woodruff? Porque Sara, no es solo una víctima dispuesta a comportarse como tal, es, además, una mujer inteligente, culta y hermosa, atrapada en una sociedad que está más que dispuesta a condenarla al ostracismo social.
"No lo pensó subjetivamente, sino en un plano puramente objetivo: he aquí una mujer extraordinaria; lástima que no haya un hombre libre con la suficiente inteligencia para apreciarla en lo que vale. No era un sentimiento de envidia de macho, sino de pena por una pérdida para la humanidad. Bruscamente, le puso una mano en el hombro, con gesto de consuelo; y con la misma brusquedad dio la vuelta."
Pero si hay un personaje que destaca, ese es el narrador. John Fowles tiene un control absoluto sobre el uso del lenguaje, de las escenas y de la ironía. Toda la novela está llena de ella. Juega con el lector, tiene pasajes en los que se dirige directamente a él, y se ríe de la sociedad victoriana sin ningún pudor. Se puede percibir cómo los personajes son títeres en sus manos (¡pobre Charles! -comentábamos Cris D y yo- porque hay veces en las que Fowles se ceba con él, convirtiéndolo en un auténtico pelele). He marcado párrafos enteros donde se muestra crítico con la época, donde va dejando caer pequeñas notas de humor a costa de ella. Se permite hacer un epílogo de prueba, donde va asignando a cada cual un posible (y desternillante) final, para luego decirnos que, en realidad, el final es otro y que está dispuesto a contárnoslo en las siguientes páginas. Y, puestos a reírse del lector, nos deja claro que ese final ha sido fruto de un "cara o cruz" delante de Charles:
"Esto supone, empero, otro problema: no puedo ofrecer las dos versiones a la vez, y la segunda, por efecto de esa tiranía que ejerce el último capítulo, parecerá la definitiva, la auténtica.
Saco la bolsa del bolsillo de la levita, extraigo de ella un florín que coloco sobre la uña del pulgar de la mano derecha, disparó el dedo, la moneda gira en el aire y la cazo con la izquierda. Sea. En este momento, me doy cuenta de que Charles ha abierto los ojos y me mira. Ahora hay en su mirada algo más que desaprobación; está pensando que debo de ser un jugador o un chiflado. Yo correspondo a su desaprobación con la mía y me guardo el florín. Él coge el sombrero, sacude una invisible mota de polvo de la copa (seguramente, una subrogación de mi persona) y se lo pone."
Solo puedo deciros: leed la novela. Si queréis disfrutar de un libro bien escrito, de personajes bien construidos, complejos, de un retrato de la época y sociedad victorianas como jamás hayáis visto, ésta es vuestra novela. Dejaos seducir por John Fowles. Por sus menciones a Darwin, a Hardy, a Tennyson... Y, si todavía no os he convencido y necesitáis un extra, pinchad y escucharéis en formato de audio un relato sobre la película con muchos pasajes de la novela. Hacedme caso, merece la pena.
La mujer del teniente francés (audio)
No sé cómo te lo montas, que cada vez que entro aquí me apunto algo. Tu reseña me ha picado, pero mucho. Ya le tenía echado el ojo a la novela de cuando te vi en Goodreads con él en danza. Mañana leeré la reseña de Cris, a ver qué cuenta ella...
ResponderEliminar¡Mua!
A mí me ha gustado mucho. Todo el mérito es de Fowles y su manera de contar la historia. También me ha venido bien cambiar un poco de género. Espero que te animes. Como dice Cris en su reseña, es un libro que no se puede leer a la ligera o corres el riesgo de perderte los detalles.
EliminarEn fin, si te animas, ya me contarás que te parece.
Un beso.
Opino como Mónica, nos picas la curiosidad a base de bien. He visto la peli, hace tanto que casi no la recuerdo, pero "me temo" que caerá próximamente, y desde luego, leeré el libro. Cuando me lo pida para Reyes me van a mirar con cara de asombro, pero te echaré la culpa a ti. Besazos, mosquitilla.
ResponderEliminar¡Hola, Mercedes!
EliminarNo creo que te arrepientas de elegir La mujer del teniente francés para Reyes... y si la lees, quiero que me cuentes tus impresiones.
¡Un beso grande!
¡Hola linda!
ResponderEliminarNo he leído el libro ni visto la película, pero me gustaría darle una oportunidad al primero...suena muy interesante y si bien no he leído algo de éste estilo, siento que la obra me gustará.
Gracias por la reseña, un beso ^^
PD: Ya tienes una nueva seguidora *-*
¡Hola, Anto!
EliminarEspero que disfrutes mucho con esta lectura.
Bienvenida y gracias por pasarte y quedarte por aquí.
Un beso.