Seguro que todos habéis tenido una obsesión temporal, un hobby, un tema que os ha fascinado e incluso lo sigue haciendo hoy día. Puede que empezara porque alguien os influyó, porque lo encontrasteis por casualidad en algún libro, película, página web...
Hoy os voy a contar el mío. Cuando tenía unos catorce o quince años vi dos películas que me marcaron: Bailando con lobos (estrenada en 1990) y El último mohicano (estrenada en 1992). Como cualquier adolescente influenciable, me fascinaba todo aquello que tenía que ver con los indios norteamericanos. Cuando cursaba COU (sobre el año 96-97), nuestro profesor de Filosofía nos leyó en clase la carta que el Jefe Seattle, de la tribu Suwamish, le escribió al Presidente de EEUU, Franklin Pierce, en respuesta a su intento de comprar las tierras donde estaban asentados (os dejo una copia abajo por si tenéis curiosidad, es todo un manifiesto ecologista). A esas alturas yo ya llevaba plumas en lugar de pendientes (antes de que la moda se extendiera), la carpeta de clase forrada con una copia de la carta, fotos de Nube Roja y tipis indios (nada que ver con el resto de carpetas de chicas forradas con fotos de la Súper Pop), saquitos de piel al cuello (años después alguien se encargó de decirme que eso lo usaban quienes fumaban tabaco "aliñao" para guardarlo)... en definitiva, era lo que ahora se denomina una friki.

Me iba a la biblioteca a buscar cualquier libro que me diera información sobre el tema. Nada era suficiente. En una de esas incursiones descubrí uno de los libros que os traigo hoy: El Ocaso de los Pieles Rojas, de Philippe Jacquin. La edición es de 1990 y lo sé porque esta semana me llegó un ejemplar nuevo que encontré en una de las páginas webs de las que os hablaba en mi anterior entrada. Si queréis saber algo sobre historia de las tribus indias norteamericanas, evolución, costumbres y demás... este es vuestro libro. Y lo traigo además porque todas sus páginas, todas, incluyen una ilustración, fotografía, pintura, dibujo... En serio, es una preciosidad de edición y no podía resistirme a enseñárosla. (Disculpad la calidad de las imágenes)



Como veis en la fotografía, uno de los temas que se tratan y que no dejó de ser un conflicto entre indios y colonos, fue el matrimonio entre ellos, la mayoría de las veces a la fuerza, ya que muchas de las mujeres eran secuestradas. Sin embargo, a nadie le pasa desapercibido que los indios se mostraron mucho más respetuosos con las mujeres de lo que cabía esperar. Y esto me sirve para introduciros mi otra recomendación: La Serie Comanche de Catherine Anderson y que ya es un clásico dentro del género romántico inspirado en el Far West.
La Serie Comanche está formada por cuatro libros, todos ellos traducidos y publicados en España por la editorial Terciopelo: Luna comanche, Corazón comanche, Amor comanche y Magia comanche. Si os apetece leer una serie romántica, bien documentada, diferente y que os deje huella, os animo a leerla si no lo habéis hecho ya.
Loretta es una joven blanca que fue testigo de la masacre de su familia a manos de los indios; desde entonces tiene terror a que éstos vuelvan a interferir en su vida.
Hunter es un guerrero comanche que desprecia a los blancos por la misma razón: éstos masacraron a su tribu y él fue testigo de lo ocurrido.
Sin embargo una antigua profecía advierte que de su unión con una mujer de raza blanca y cabellos dorados, se marcará un nuevo destino que implica tanto a su raza como a él mismo.
Amy Masters se ha visto obligada a dejar su hogar en la llanura de Texas y busca refugio en las doradas colinas de Oregón. Allí comenzará una nueva vida, si bien no puede olvidar la promesa hecha años atrás a Antílope Veloz, un magnífico guerrero comanche que había conquistado su corazón. Pero muchas cosas han cambiado en el mundo que la rodeaba y ahora Antílope es un conocido pistolero cuya cruel reputación le precede allá donde va.
Él juró que jamás volvería a perder su honor y su orgullo, y que la belleza con cabellos besados por el sol que frecuentemente le atormenta en sueños deberá hacer honor a la sagrada promesa que le hizo bajo el cobijo y amparo de toda su tribu. Pero, ¿podrá conseguir que ella crea en sus sinceros sentimientos y despertar su pasión con sus anhelantes caricias?
Dividida entre el mundo de los hombres blancos y el mundo comanche de sus padres, Indigo Wolf ha crecido separada de las gentes del pueblo de Wolf’s Landing, Oregon.
Nadie comprende su espíritu esquivo… hasta que Jake Rand llega a la ciudad para trabajar como capataz en el rancho de su familia. Pero los verdaderos motivos de Jake son tan secretos como su auténtica identidad y tan personales como la creciente atracción que siente por Indigo.
Un hechizo se tejió alrededor de su corazón… Chase Wolf, atractivo y fuerte, cuya sangre comanche lo hacía peligroso, estaba acostumbrado a conseguir lo que quería. Así que cuando vio a Franny - un ángel rubio con profundos ojos verdes, rasgos delicados y una dulce sonrisa - se dispuso a hacerla suya.
Ella tenía demasiados secretos para dejar que alguien entrara en su mundo, secretos que terminarían con la cordura de cualquier persona. Pero Chase estaba lejos de ser razonable, y a pesar de sus intentos desesperados por alejarlo, él no estaba dispuesto a dejarla destruir su futuro.
Y como os prometía arriba, aquí os dejo una transcripción de la carta que el jefe Seattle, de la tribu Suwamish, envió al presidente Franklin Pierce en 1855 como respuesta a su oferta para comprar los territorios del noroeste de los Estados Unidos que hoy forman el Estado de Washington, a cambio de una reserva. Siempre me ha llamado la atención que los blancos se refirieran a ellos como salvajes...
El Gran Jefe de Washington envió palabra de que desea comprar nuestra tierra. El Gran Jefe nos envía también palabras de amistad y buena voluntad. Apreciamos mucho esta delicadeza porque sabemos la poca falta que le hace nuestra amistad. Vamos a considerar su oferta, pues sabemos que, de no hacerlo, el hombre blanco vendrá con sus armas de fuego y tomara nuestras tierras. El Gran Jefe de Washington puede confiar en la palabra del Gran Jefe Seattle, con la misma certeza que confía en el retorno de las estaciones. Mis palabras son inmutables como las estrellas del firmamento.
¿Cómo se puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra?, esta idea nos parece extraña.
Si no somos dueños de la frescura del aire, ni del brillo del agua, ¿Cómo podrán ustedes comprarlos?
Cada pedazo de esta tierra es sagrado para mi pueblo, cada aguja brillante de pino, cada grano de arena de las riberas de los ríos, cada gota de rocío entre las sombras de los bosques, cada claro en la arboleda y el zumbido de cada insecto son sagrados en la memoria y tradiciones de mi pueblo. La savia que recorre el cuerpo de los árboles lleva consigo los recuerdos del hombre piel roja.
Los muertos del hombre blanco olvidan la tierra donde nacieron cuando emprenden su paseo por entre las estrellas, en cambio nuestros muertos, nunca pueden olvidar esta bondadosa tierra, pues ella es la madre del hombre piel roja. Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas, el venado, el caballo, el gran águila, todos son nuestros hermanos. Las escarpadas montañas, los húmedos prados, el calor de la piel del potro y el hombre,
todos pertenecemos a la misma familia.
Por esto, cuando el Gran Jefe Blanco de Washington manda decir que desea comprar nuestra tierra, pide mucho de nosotros. El Gran Jefe Blanco nos dice que nos reservará un lugar donde podamos vivir cómodamente. Él se convertirá en nuestro padre y nosotros en sus hijos.
Por lo tanto, nosotros vamos a considerar su oferta de comprar nuestra tierra. Pero eso no es fácil, ya que esta tierra es sagrada para nosotros.
Esta agua cristalina que escurre por los riachuelos y corre por los ríos no es solamente agua, sino también la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos la tierra, ustedes deberán recordar que ella es sagrada, y deberán enseñar a sus hijos que ella es sagrada y que los reflejos misteriosos sobre las aguas claras de los lagos hablan de acontecimientos y recuerdos de la vida de mi pueblo. El murmullo del agua de los ríos es la voz del padre de mi padre. Los ríos son nuestros hermanos, ellos calman nuestra sed. Los ríos llevan a nuestras canoas y nos dan peces para alimentan a nuestros hijos. Si les vendemos nuestras tierras, ustedes deberán recordar y enseñar a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos y también los suyos, y por tanto deberéis tratar a los ríos con la misma dulzura con que se trata a un hermano.
Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestro modo de vida. Tanto le importa un trozo de nuestra tierra como otro cualquiera, pues es un extraño que llega en la noche a arrancar de la tierra aquello que necesita. La tierra no es su hermana, sino su enemiga y una vez conquistada la abandona, y prosigue su camino dejando atrás la tumba de sus padres sin importarle nada. Roba a la tierra aquello que pertenece a sus hijos y no le importa nada. Tanto la tumba de sus padres como los derechos de sus hijos son olvidados. Trata a su madre, la tierra y a su hermano, el cielo, como cosas que se pueden comprar, saquear y vender, como si fuesen corderos o collares que intercambian por otros objetos. Su hambre insaciable devorará todo lo que hay en la tierra y detrás suyo dejaran tan sólo un desierto. Yo no entiendo, nuestro modo de vida es muy diferente al de ustedes. La sola vista de sus ciudades apena los ojos del piel roja. Tal vez sea por que el hombre piel roja es un salvaje y no comprende nada. No existe un lugar tranquilo en las ciudades del hombre blanco, ni hay sitio donde escuchar como se abren las flores de los árboles en primavera, o el movimiento de las alas de un insecto. Pero quizás también esto se deba a que soy un salvaje que no comprende bien las cosas. El ruido de las ciudades parece insultar los oídos. Y yo me pregunto, ¿ qué tipo de vida tiene el hombre si no puede escuchar el canto solitario del chotacabras, ni las discusiones nocturnas de las ranas al borde de un lago?.
Soy un piel roja y nada entiendo. Nosotros preferimos el suave susurro del viento sobre la superficie del lago, así como el olor de ese mismo viento purificado por la lluvia del mediodía, o perfumado por la fragancia de los pinos.
El aire es algo precioso para el piel roja, ya que todos los seres comparten el mismo aliento, el animal, el árbol, el hombre, todos respiramos el mismo aire. El hombre blanco no siente el aire que respira, como un moribundo que agoniza durante muchos días es insensible al hedor. Si les vendemos nuestras tierras deben recordar que el aire es precioso para nosotros, que el aire comparte su espíritu con la vida que sostiene. El viento que dio a nuestros antepasados el primer soplo de vida, también recibió de ellos su último suspiro. Si les vendemos nuestras tierras, ustedes deberán conservarlas sagradas, como un lugar en donde hasta el hombre blanco pueda saborear el viento perfumado por las flores de las praderas.
Queremos considerar su oferta de comprar nuestras tierras. Si decidimos aceptarla, yo pondré una condición: el hombre blanco debe tratar a los animales de esta tierra como a sus hermanos. Soy un salvaje y no comprendo otro modo de vida. He visto miles de búfalos pudriéndose en las praderas, abandonados allí por el hombre blanco que les disparo desde el caballo de hierro sin ni tan solo pararlo. Yo soy un salvaje y no comprendo como el humeante caballo de hierro pueda importar más que el búfalo al que nosotros solo matamos para poder vivir. ¿Qué sería del hombre sin los animales? Si todos los animales fuesen exterminados, el hombre también perecería de una gran soledad de espíritu, pues lo que ocurra a los animales pronto habrá de ocurrirle también al hombre.
Todas las cosas están relacionadas entre si. Deben de enseñarle a sus hijos que el suelo que pisan son las cenizas de nuestros antepasados. Digan a sus hijos que la tierra está enriquecida con las vidas de nuestro pueblo, a fin de que sepan respetarla. Es necesario que enseñen a sus hijos, lo que nuestros hijos ya saben, que la tierra es nuestra madre. Todo lo que ocurra a la tierra, le ocurrirá también a los hijos de la tierra. Cuando los hombres escupen en el suelo, se están escupiendo así mismos. Esto es lo que sabemos: la tierra no pertenece al hombre, es el hombre el que pertenece a la tierra. . Esto es lo que sabemos: todas las cosas están ligadas como la sangre que une a una familia. El sufrimiento de la tierra se convertirá en sufrimiento para los hijos de la tierra. El hombre no ha tejido la red que es la vida, solo es un hilo más de la trama. Lo que hace con la trama se lo está haciendo a sí mismo.
Nuestros hijos han visto como sus padres eran humillados mientras defendían su tierra. Nuestros guerreros han sentido vergüenza, y ahora pasan sus días ociosos, mientras contaminan sus cuerpos con comida dulce y agua de fuego. Importa poco donde pasaremos el resto de nuestros días, no son demasiados. Unas pocas horas, unos pocos inviernos y ninguno de los descendientes de las grandes tribus que alguna vez vivieron sobre esta Tierra, estarán aquí para lamentarse sobre las tumbas de una gente que un día tuvo poder y esperanza. Ni siquiera el hombre blanco, cuyo Dios pasea y habla con él de amigo a amigo, quedará exento del destino común. Quizás seamos hermanos a pesar de todo, ya se vera algún día. Sabemos una cosa que quizás el hombre blanco tal vez descubra algún día, el Dios nuestro y el de ustedes es el mismo Dios. Ustedes creen que Dios les pertenece, de la misma manera que desean que nuestras tierras les pertenezcan, pero no es así. Él es el Dios de todos los hombres y su compasión se extiende por igual entre los pieles rojas y los caras pálidas.
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Nube Roja (Jefe Sioux) |
Esta tierra es preciosa, y despreciarla es despreciar a su Creador y se provocaría su irá. También los blancos se extinguirán, quizás antes que todas las otras tribus. Contaminan sus lechos y una noche perecerán ahogados en sus propios desechos. Ustedes caminan hacia su destrucción rodeados de gloria, inspirados por la fuerza del Dios que los trajo a esta tierra y que por algún designio especial les dio dominio sobre ella y sobre el piel roja. Ese destino es un misterio para nosotros, pues no entendemos porqué se exterminan los búfalos, se doman los caballos salvajes, se impregnan los rincones secretos de los densos bosques con el olor de tantos hombres y se obstruye la visión del paisaje de las verdes colinas con un enjambre de alambres de hablar.
¿Dónde está el matorral? Destruido
¿Dónde está el águila? Desapareció
Es el final de la vida y el inicio de la supervivencia