<<Odenigbo subió a la tribuna haciendo ondear la bandera de Biafra: banderas rojas, negras y verdes y, en el centro, un luminoso medio sol amarillo.>>
Cuando tenía seis o siete años me ingresaron durante varias semanas en el hospital aquejada de meningitis. La primogénita de la familia -mi hermana- había fallecido por esa causa a los diez días de nacer, así que aquello fue un asunto grave y peligroso dados los antecedentes. Todos estos años he escuchado esta historia de boca de mis padres y familiares, un episodio del que yo apenas guardo recuerdos, y que siempre terminaba con la misma frase de mi padre: "Parece que te esté viendo corretear por el hospital, con esas patillas en lugar de piernas, y la barriga abultada. Parecías una niña de Biafra". Al principio pensé que Biafra era una fábrica. Pero una vez le pregunté a qué se refería y entonces me dijo: "¿Has visto esos niños negritos que salen en la tele, que están en los huesos y tienen las barrigas hinchadas?" Biafra era uno de esos países africanos donde fueron grabadas las imágenes que ponían cara a la hambruna. La fotografía tomó total claridad y forma en mi cabeza y ahora entendía por qué daba tanta pena.
Hasta hace unos días, eso es lo que sabía de Biafra. Apenas una triste anécdota para hablar de un ingreso hospitalario que mantuvo a mis padres durante semanas con el corazón en un puño. Ahora, después de leer Medio sol amarillo, sé que lo que sufrían esos niños se llama kwashiorkor.
Han pasado muchos años de esto y tengo la grandísima suerte de tener amigas lectoras y que, además, me regalan libros. Miss Brandon no sabrá nunca la emoción que supuso leer la sinopsis de Medio sol amarillo: Por fin iba a conocer la historia de aquel país del que había oído hablar (en un contexto erróneo) pero del que no sabía absolutamente nada. Por eso, y por muchas razones más, son tan necesarios los libros. No solo sirven para contar historias, también sirven para hacernos tomar conciencia, para enseñarnos, para dejar constancia de los episodios más infames de nuestro paso por el planeta y, sobre todo, para recordar. Porque, en realidad, ¿qué sabemos los occidentales de la historia de África?
SINOPSIS

Medio sol amarillo recrea un período de la historia contemporánea de África: la lucha de Biafra por conseguir una república independiente de Nigeria, y la consecuente guerra civil que segó la vida de miles de personas.
Con gran empatía y la naturalidad de una narradora comprometida, Chimamanda Ngozi Adichie recrea la vida de tres personajes atrapados en las turbulencias de la década: el joven Ugwu, empleado de la casa de un profesor universitario de ideas revolucionarias; Olanna, la hermosa mujer del profesor, que por amor ha abandonado su privilegiada vida en Lagos para residir en una polvorienta ciudad, y Richard, un joven y tímido inglés que está enamorado de la hermana de Olanna, una mujer misteriosa que renuncia a comprometerse con nadie. A medida que las tropas nigerianas avanzan, los protagonistas de esta historia deben defender sus creencias y reafirmar sus lealtades.
Chimamanda Ngozi Adichie se ha convertido en una de las grandes voces africanas, tanto por su literatura como por su continua reivindicación social y feminista. Me parece más admirable que lo haga sin abandonar ni renunciar a sus raíces, de las que se siente claramente orgullosa.
Medio sol amarillo se sitúa en el origen y fundación de Biafra, la república nacida tras las masacres cometidas contra el pueblo igbo, en un intento de separarse de Nigeria y que solo se mantuvo en pie desde 1967 hasta 1970. La autora se sirve de varios protagonistas para ir tejiendo la historia de este conflicto político-étnico. La pareja formada por Odenigbo y Olanna, que representan el sector intelectual que apoya el surgimiento de este nuevo país y que se muestra claramente crítica con la injerencia europea en los años previos. Richard, un británico aspirante a escritor que llega a la ciudad de Nsukka atraído por la cultura africana, sin un rumbo fijo hasta que conoce a Kainene, la hermana de Olanna, y se enamora de ella. Es la imagen del occidental que también se enamorará de la propia África y que usa todo lo que tiene para intentar salvarla de los acontecimientos. Y, finalmente, Ugwu, que llega siendo un niño a casa de Odenigbo para ejercer de criado. Ese destino cambiará sus expectativas y toda su vida.
Admiro el ingente trabajo de memoria histórica realizado por Chimamanda Ngozi y que, para ello, haya creado a personajes que no pretenden ser héroes y que carecen de cualquier rasgo idealizado. Se equivocan, luchan, cometen errores y pasan por todas las emociones que nos hace humanos: la ira, el dolor, la vergüenza, la pasión, el perdón... Si bien es cierto que me ha costado adaptarme a la narrativa de la autora, me resulta difícil no hacer una lista con todas las cosas que, en mi opinión, logra hacer en esta novela:
- Conseguir hablar de uno de los conflictos bélicos olvidados y hacerlo sin convertirlo ni en un manual de historia ni tampoco en un panfleto político. Aun cuando todos los protagonistas permanecen en el territorio de lo que fue Biafra, es capaz de poner sobre la mesa las actuaciones reprobables de ambos bandos y la intervención extranjera sin tomar partido.
- Dejar constancia de las costumbres, las tradiciones y el legado nigeriano. La precariedad de sus vidas, los rituales mágicos, las creencias, las condiciones a las que se enfrentan, las diferencias entre quienes tienen cierta calidad de vida y los que carecen de lo básico, aquello que hace confortable nuestra vida (la que conocemos los europeos). Y todo ello de una manera objetiva.
- Poner el foco en la gestación de Biafra y no solo en las consecuencias, aquellas que hicieron visible el conflicto al resto del mundo: los campos de refugiados y la desnutrición. Detrás de eso había un ideal político que defender y, como en todo, una importante campaña propagandística que llevó a la guerra civil a miles de nigerianos.
El mundo guardó silencio cuando morimos. Ese será el título del libro que está por escribir y que aparece de manera recurrente a lo largo de toda la novela, el que contará lo que ocurrió en Biafra. Un título que nunca prescribe y una novela que me ha recordado la fotografía de Amal Hussein, la niña yemení fallecida a causa de la hambruna que aparecía hace una semana en la portada del New York Times. El problema de leer libros como Medio sol amarillo es que te hacen muy consciente de hasta qué punto los intereses gubernamentales, políticos y financieros, siempre estarán por encima de la vida de la población civil y de lo afortunados que somos por haber nacido en el continente explotador. Ignorarlo solo nos hace más cómplices.