Estoy segura de que muchos os acercaréis al blog esperando encontrar una entrada tipo: presentación del libro, impresiones, quizá algún fragmento o curiosidad. Os aviso de que no es el caso. No es una entrada fácil, ni bonita, ni pretende dejar buen sabor de boca.
La reseña que hizo Emma, administradora del blog The Written Girl (os recomiendo que lo sigáis) del conjunto de ensayos que Rebecca Solnit ha publicado con el nombre Los hombres me explican cosas, me puso inmediatamente tras la pista de este libro.
En este conjunto de ensayos mordaces y oportunos sobre la persistente desigualdad entre mujeres y hombres y la violencia basada en el género, Solnit cita su experiencia personal y otros ejemplos reales de como los hombres muestran una autoridad que no se han ganado, mientras que las mujeres han sido educadas para aceptar esa realidad sin cuestionarla.
La autora narra la experiencia que vivió durante una cena en la que un desconocido se puso a hablarle acerca de un libro increíble que había leído, ignorando el hecho de que ella misma lo había escrito, a pesar de que se lo hicieron saber al principio de la conversación.
Al final resultó que ni siquiera había leído el libro, sino una reseña del New York Times.
El término mansplaining conjuga man (hombre) y explaining (explica), en alusión a este fenómeno: cuando un hombre explica algo a una mujer, lo hace de manera condescendiente, porque, con independencia de cuanto sepa sobre el tema, siempre asume que sabe más que ella. El concepto tiene su mayor expresión en aquellas situaciones en las que el hombre sabe poco y la mujer, por el contrario, es la experta en el tema, algo que, para la soberbia del primero, es irrelevante: él tiene algo que explicar y eso es lo único que importa.
He aquí la carta de presentación de este conjunto de ensayos sobre el mansplaining, pero sobre todo una recopilación de datos y estadísticas que vistas en conjunto dan mucho que pensar.
En un primer momento se habla de la posición y actitud que muchos hombres presentan ante la mujer por el mero hecho de serlo. Pensaréis: de nuevo, el tan manido discurso feminista. En realidad, esa actitud de superioridad masculina está tan arraigada que cuesta darse cuenta y no pensar que se exagera. No hace mucho vivía una experiencia así en mi trabajo. Un cliente nos consultaba a mí (asesora laboral) y a mi jefe (abogado) acerca de una solicitud de lactancia junto a una posterior excedencia por cuidado de menor. Mi jefe contestó el correo sin apenas prestar atención al contenido. Le llamé para advertirle de que debíamos comunicar al cliente ciertos detalles que debía tener en cuenta. No solo no sabía de lo que hablaba (tuve que argumentar varias veces mi postura simplemente porque no estaba prestando atención a lo que le decía) sino que acabó echando por tierra todo lo que le expliqué por carecer de argumento legal (lo tenía, pero él lo consideraba endeble) y para evitar que la trabajadora en cuestión recurriera a otro abogado por denegar ciertos términos de la petición. Simplemente decidió que lo que yo decía no tenía peso, casi como si fuera un mero capricho mío. No creyó que dijera nada importante. Una hora después, el propio cliente mandaba un correo diciendo que no se habían tenido en cuenta justo los mismos detalles que acababa de explicarle a mi jefe. Entonces, éste me llamó y, entre risas, como si fuera una anécdota, me comentaba: vaya, es justo lo que decías tú, has estado muy bien... (nunca unas palmaditas en la espalda me molestaron tanto). ¿Imagináis el final? Esta vez tuve que ser yo la que contestara al correo -no fuera que tuviera él, el gran abogado, que desdecirse- para darle la razón al cliente.
Podría hablaros también de las veces en las que me consultan dudas, las contesto con seguridad y profesionalmente y justo antes de colgar el teléfono los clientes, quitándome cualquier autoridad dicen: de todas formas, pregúntale a tu jefe, por si acaso. Tanto paternalismo y condescendencia me enerva. Pensaréis que exagero, pero si fuera un hombre esa coletilla final no la escucharía. Y, a estas alturas, también sé hasta dónde llega mi jefe. No es que no le respete, es solo que tengo tendencia a dudar de las personas que presumen de título universitario y número de colegiado pero que, a la hora de escribir, no distinguen un infinitivo de un imperativo...
Dadle una vuelta a vuestra memoria. Seguro que, si os paráis a pensar, vosotros también habréis vivido alguna situación similar o habréis sido testigo de alguna. Y si dedicáis más de cinco minutos, os vendrá a la cabeza más de las que creíais.
Siguiendo con Los hombres me explican cosas, os decía al principio que hay una recopilación de datos y estadísticas terribles. Hablan de la violencia sexual cometida contra la mujer. Los supuestos casos aislados en países "civilizados" (muchos de los mencionados tuvieron lugar en EEUU). Cuando todos esos casos aislados son enumerados uno tras otro al lector, el problema cobra una dimensión distinta y peligrosa.
He señalado varios párrafos.
<<Aún a día de hoy, cuando una mujer dice algo incómodo acerca del comportamiento impropio de algún hombre, habitualmente se la retrata como si estuviese loca, como si delirase, estuviese conspirando maliciosamente, fuese una mentirosa patológica, una llorona que no se da cuenta de que son solo bromas o todo esto a la vez.>>
<<La "cultura de la violación" es el entorno en el que la violación prevalece y en el que está normalizada y excusada la violencia sexual contra las mujeres dentro de la cultura y los medios populares. La cultura de la violación se perpetúa mediante la utilización del lenguaje misógino, la objetivación de los cuerpos de las mujeres y la "glamurización" de la violencia sexual, ya que crea así una sociedad que obvia los derechos de las mujeres y su seguridad. La cultura de la violación afecta a cada mujer. La mayor parte de las chicas y de las mujeres limitan sus comportamientos debido a la existencia de la violación. La mayor parte de las mujeres y de las niñas viven bajo el temor de la violación. Los hombres, normalmente, no. Así es como la violación funciona, como una poderosa herramienta, gracias a la cual la población femenina al completo se ve sometida a una subordinación frente a toda la población masculina; y esto es así aunque haya muchos hombres que no violen y muchas mujeres que nunca serán víctimas de la violación>>
(Podéis pinchar para conocer la banalización de las agresiones sexuales a las mujeres del Congo)
(Editado el 24-07-2017: Sudán del sur)
<<Es la manera en la que algunos hombres dicen "yo no soy el problema", o en la que pasan de la conversación que se esté manteniendo sobre los cadáveres y víctimas del momento así como sobre los perpetradores de estos hechos para proteger su zona de confort de hombres espectadores>>
<<Tenemos tanto camino por recorrer que mirar hacia atrás para ver lo lejos que hemos llegado puede resultar alentador. La violencia doméstica era generalmente invisible y no tenía castigo alguno hasta el heroico esfuerzo que hicieron las feministas para exponerla y para acabar con ella>>
Lo que ocurre cuando lees un libro como este es que es difícil no hacer un ejercicio de memoria histórica y del papel de la mujer. De cuánto se ha avanzado y cuánto queda por hacer.
Hace apenas unos días se conocía la noticia de que había aparecido el primer vídeo que documentaba la existencia de las esclavas sexuales asiáticas utilizadas por el ejército japonés en la Segunda Guerra Mundial. Mujeres y hechos que fueron negados durante años. Mujeres y niñas que fueron secuestradas o llevadas bajo pretexto de una vida mejor, de un trabajo, para ejercer la prostitución.
¿Sabéis cómo las llamaban? "Comfort women", mujeres de consuelo. Y ¿sabéis cómo llamaban a los centros donde eran obligadas a mantener relaciones sexuales con los soldados, sin importar el número de veces que lo hacían o que fueran apenas unas niñas? Casas de solaz. Estoy segura de que ninguna mujer inventó ambos eufemismos. No puede haber ni consuelo ni solaz en esos hechos negados por los hombres que los perpetraron y los gobiernos que lo consintieron. Pienso igualmente en los hoteles y casas en las que los serbios retuvieron, maltrataron y violaron a niñas y mujeres bosnias.
Sin embargo, como siempre ocurre en estos casos, se habla de víctimas civiles y de soldados, en masculino y en general, y esta parte, la historia de las mujeres, se silencia. Y, por si todo eso no fuera suficiente, las supervivientes son rechazadas por sus familias, juzgadas y condenadas por una sociedad que, en lugar de acogerlas e intentar facilitarles la vida después, las aparta a un lado o cuyos testimonios son silenciados o negados hasta que las pruebas son tan evidentes que resulta imposible hacerlo. Eso cuando no les toca criar y amar a un hijo fruto de esos abusos, un recordatorio de por vida.
Algunos piensan que a las mujeres se nos está yendo un poco la mano con el tema de intentar ponerle freno a las agresiones sexuales -casos de anulación de conciertos por riesgo, medidas policiales en ciertas fiestas populares, etc...- o con la visibilidad de la violencia de género. Como dice uno de los fragmentos, hay hombres que no quieren ser incluidos en el mismo saco pero que actúan con total indiferencia como si el problema fuera de otros. Como si no fuera un tema social y educacional. La cuestión es que no conozco ningún caso de organizaciones de mujeres que, aprovechando la tesitura de una guerra por ejemplo, hayan secuestrado, torturado y abusado sexualmente de hombres en contra de su voluntad. Ni conozco a ningún grupo de chicas que, aprovechando unas fiestas populares se dediquen a planear como abusar entre todas de un chico, grabar el acto y alardear de ello. No se trata de deseo sexual, se trata de tener poder. Poder, posesión e impunidad. Se trata de acabar con un pueblo o una cultura a través de las mujeres.
Los hombres me explican cosas debería ser una lectura obligada para jóvenes, hombres y mujeres. Están los datos, las cifras, los hechos, las pruebas. Necesitamos más lecturas que remuevan conciencias. Necesitamos hacer visible la precaria situación de las mujeres, especialmente a aquellos que nos acusan de exagerar o de ver un problema donde no lo hay. Es el momento del cambio.
Hace apenas unos días se conocía la noticia de que había aparecido el primer vídeo que documentaba la existencia de las esclavas sexuales asiáticas utilizadas por el ejército japonés en la Segunda Guerra Mundial. Mujeres y hechos que fueron negados durante años. Mujeres y niñas que fueron secuestradas o llevadas bajo pretexto de una vida mejor, de un trabajo, para ejercer la prostitución.

Sin embargo, como siempre ocurre en estos casos, se habla de víctimas civiles y de soldados, en masculino y en general, y esta parte, la historia de las mujeres, se silencia. Y, por si todo eso no fuera suficiente, las supervivientes son rechazadas por sus familias, juzgadas y condenadas por una sociedad que, en lugar de acogerlas e intentar facilitarles la vida después, las aparta a un lado o cuyos testimonios son silenciados o negados hasta que las pruebas son tan evidentes que resulta imposible hacerlo. Eso cuando no les toca criar y amar a un hijo fruto de esos abusos, un recordatorio de por vida.
Algunos piensan que a las mujeres se nos está yendo un poco la mano con el tema de intentar ponerle freno a las agresiones sexuales -casos de anulación de conciertos por riesgo, medidas policiales en ciertas fiestas populares, etc...- o con la visibilidad de la violencia de género. Como dice uno de los fragmentos, hay hombres que no quieren ser incluidos en el mismo saco pero que actúan con total indiferencia como si el problema fuera de otros. Como si no fuera un tema social y educacional. La cuestión es que no conozco ningún caso de organizaciones de mujeres que, aprovechando la tesitura de una guerra por ejemplo, hayan secuestrado, torturado y abusado sexualmente de hombres en contra de su voluntad. Ni conozco a ningún grupo de chicas que, aprovechando unas fiestas populares se dediquen a planear como abusar entre todas de un chico, grabar el acto y alardear de ello. No se trata de deseo sexual, se trata de tener poder. Poder, posesión e impunidad. Se trata de acabar con un pueblo o una cultura a través de las mujeres.
Los hombres me explican cosas debería ser una lectura obligada para jóvenes, hombres y mujeres. Están los datos, las cifras, los hechos, las pruebas. Necesitamos más lecturas que remuevan conciencias. Necesitamos hacer visible la precaria situación de las mujeres, especialmente a aquellos que nos acusan de exagerar o de ver un problema donde no lo hay. Es el momento del cambio.